El bloque independentista pierde el 46% de apoyos lastrado por el voto en clave estatal
ERC pierde más de la mitad de voto y empata a siete diputados con Junts mientras que la CUP desaparece del Congreso
Cierto proceso de divorcio entre las formaciones independentistas y su electorado quedó patente en la jornada electoral de este domingo. Esquerra, Junts y la CUP sumaron en conjunto unos 920.000 votos, el 27%. Unas cifras que contrastan con los 1,6 millones de votos obtenidos por ese bloque en 2019 (42%) y que dejan entrever un desgaste con las bases y la opción por un sufragio en clave estatal en parte de los votantes. El PSC, el ganador de la noche, supera ampliamente la suma de los tres con el 34,5% que cosechó. Con todo, ERC y Junts pueden ser decisivos en una suma alternativa a la mayoría del PP y Vox.
“El nuestro es un pueblo que aprovecha las oportunidades y esta es una oportunidad. Se abre una etapa para el cambio, recuperar la unidad. En Junts hemos mantenido la posición, pero ha valido la pena. No haremos presidente a Pedro Sánchez a cambio de nada”, afirmó la candidata de Junts, Míriam Nogueras, en una intervención en el hotel de la capital catalana donde la formación fundada por Carles Puigdemont siguió la noche electoral. Una suma alternativa de PSOE y Sumar, además de los apoyos de la pasada investidura, necesita como mínimo de la abstención de Junts. “Nuestra prioridad es Cataluña, no la gobernabilidad del Estado español. No nos moveremos ni un milímetro, porque tenemos memoria”, insistió la diputada electa, flanqueada por la presidenta del partido, Laura Borràs -condenada por corrupción- y por el secretario general, Jordi Turull.
El discurso de Esquerra, en la línea del de la campaña, fue mucho más pactista e instó a Junts a negociar el precio del apoyo. Gabriel Rufián insistió anoche, también desde la capital catalana, en las tres condiciones para un Gobierno que soslaye la mayoría relativa de PP y Vox: acabar con el déficit fiscal que sostiene sufre Cataluña, el traspaso de Rodalies y que “Sánchez no se levante de la mesa”. Ese último punto, calculadamente vaporoso, evita poner sobre la mesa un ultimátum del referéndum para darle alas a la negociación.
El republicano le mandó un mensaje adicional tanto a Junts como al PSOE. “No podemos pasarle nuestras responsabilidades a la gente. Sería un fracaso que no nos pongamos de acuerdo y que la gente tenga que votar aquí eternamente”, dijo Rufián, conjurando así la tentación de forzar unas nuevas elecciones. “No me temblará el pulso en seguir manteniendo la posición”, dijo, por su parte, Nogueras, quien pidió durante el debate electoral de TV3 que Sánchez debería aceptar transferir la competencia de organizar referéndums.
El voto al independentismo cayó el 46% entre los comicios de 2019 y los de este domingo, lo que se ve reflejado en perder su hegemonía en el Congreso. Esquerra y la CUP se llevan la peor parte de un balance muy negativo y que pone ahora todos los focos sobre la continuidad del Govern en minoría de Pere Aragonès en la Generalitat. Los anticapitalistas no revalidaron sus dos escaños en el Congreso y pasaron de 244.754 votos en 2019 a 97.247. Los republicanos, ahora en el tercer puesto, se dejaron casi uno de cada dos votos (más de 400.000 sufragios menos) y de los 13 escaños que tenían ahora se tendrán que conformar con nueve.
Los de Oriol Junqueras, que ha atribuido los malos resultados a no saber explicarse bien ante el electorado, han visto en Barcelona cómo incluso les supera el PP en número de votos. Junts aguanta mejor el tipo, al perder solo un escaño y quedándose también en siete, pero se le escaparon más de 137.000 votos. En feudos independentistas como Ripoll, Berga o Vic la abstención fue mayor que en sitios tradicionalmente socialistas, lo cual da muestras del desgaste de los partidos. No es claro, sin embargo, que haya tenido efecto el llamamiento de algunos sectores a mostrar el rechazo no participando en los comicios.
La valoración del resultado en términos de bloques es difusa en tanto se trató de unas elecciones atípicas a toda regla. No solo por tratarse de un adelanto electoral, celebrarse en pleno verano o porque cogieron a las fuerzas secesionistas con el pie cambiado por el mal resultado de mayo, donde ya se notó la desmovilización. La concentración del voto útil hacia los socialistas para disminuir la posibilidad de que Vox entre en el Gobierno de mano del PP parece haber jugado un papel clave en el trasvase entre formaciones. Con todo, está claro que las formaciones independentistas no fueron vistas por muchos de los suyos como reales moderadores de la irrupción de la extrema derecha.
El triunfo pírrico de Esquerra por dentro del independentismo, sin embargo, le permite calmar las aguas en varios frentes. Por un lado, si se hace una lectura de los resultados en clave de apoyo a la vía del diálogo sobre Cataluña, sus defensores han ganado en sus respectivos bloques. PSC, triunfador de la noche, y ERC pueden decir que apuestas como la de los indultos o la modificación del Código Penal para eliminar la sedición y modificar la malversación han sido apoyados por sus respectivos lados del eje nacional.
Por otro, Junts había dejado claro que su objetivo del 23-J era desbancar a ERC como primera fuerza del secesionismo y dar un carpetazo a una vía de diálogo que no comparte. No lo ha logrado, pero su papel de árbitro hacia Sánchez le permite enmascararlo. Aunque hay un empate en escaños, los republicanos han logrado mantener una ventaja de 70.000 votos pese a sufrir de manera más acuciada la fuga de votos con formaciones con las que tiene frontera, como los comunes o el propio PSC.
Dentro de la centro-derecha independentista catalana también había una lucha particular que claramente ha ganado Junts. El PDeCAT se ha quedado muy lejos de lograr representación en las Cortes y solo logró superar el 1% del voto. El fracaso de ese mensaje de pragmatismo y el empate con ERC da argumentos al alma más confrontacional de Junts y que ahora tiene el futuro de Sánchez en sus manos.
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