Contra el ecoblanqueo
La Comisión Europea combate el lavado de imagen de las empresas justo cuando el IPCC apremia a tomar medias urgentes contra el cambio climático
La propuesta que hizo hace unas semanas la Comisión Europea de adoptar criterios comunes para combatir el lavado de imagen verde y la publicidad engañosa que practican con demasiada frecuencia las empresas para adaptarse a la transición ecológica es de una gran relevancia. Desde hace años, falsos productos eco llenan los supermercados, las tiendas de ropa y de objetos de lo más variado, buscando dar una imagen de respeto con el medio ambiente que resulta engañosa. La proliferación, además, de etiquetas que garantizan criterios parciales de sostenibilidad como el ahorro de agua, la eficiencia energética o el libre de plásticos han generado una confusión que no solo no ayuda a consumir con más fundamento, sino que lastra la reputación y credibilidad de este tipo de productos y de lo que se ha venido en llamar “consumo responsable”.
La iniciativa se ha visto reforzada hace unos días con la publicación del Sexto Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC), suscrito por los 195 Estados miembros que forman el organismo. Su mensaje es nítido: estamos a tiempo de evitar los peores efectos del cambio climático y asegurar un futuro habitable para el planeta, también para aquellas zonas que están más brutalmente expuestas a esta desoladora transformación. Los expertos urgen a tomar medidas más ambiciosas porque lo que seamos capaces de hacer de aquí a 2030 marcará el futuro de la humanidad. Y es ahí donde entran las empresas. Sin su compromiso es imposible acelerar los planes de transición ecológica justa: son piezas clave en este cambio de modelo, y de la misma manera que tienen una enorme oportunidad de desarrollar negocios en la nueva economía verde, hay que exigirles toda la responsabilidad. Por desgracia, los ejemplos de greenwashing o ecoblanqueo se extienden prácticamente por todos los sectores, especialmente los de gran consumo. El golpe en la mesa dado por la Comisión es por eso muy relevante, ya que plantea que cualquier afirmación de que un producto es verde deberá estar fundada “en evidencia científica ampliamente reconocida”, incluyendo los impactos medioambientales contrastados con una verificación independiente.
El informe del IPCC apunta, de nuevo, a que la intensidad de la acción contra las emisiones de gases de efecto invernadero todavía es insuficiente. La transición ecológica no es quimérica pero debe acometerse sin reservas y concebirse, a la vez, como un proceso generador de oportunidades y de desarrollo, y no sólo como una etapa de reducción de los riesgos. El cambio climático está ya aquí, y urge transformar círculos viciosos muy enquistados socialmente en círculos virtuosos capaces de garantizar la sostenibilidad. Y en esa batalla, las empresas tienen un papel esencial del que no pueden desentenderse sirviéndose de malas prácticas aparentemente virtuosas.
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