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TRIBUNA
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Bienvenidos al mundo idiota

Cada vez encuentro más similitudes entre la actualidad y la película ‘Idiocracia’, en la que la sociedad acaba dirigida por ricos estúpidos, sometida a sus caprichos y con todos los servicios públicos convertidos en negocios

Homenaje a las víctimas del Club Q, en Colorado Springs, donde fueron asesinadas cinco personas.
Homenaje a las víctimas del Club Q, en Colorado Springs, donde fueron asesinadas cinco personas.CHET STRANGE (Getty)
Lucía Lijtmaer

Hace unos años, escribí sobre la película Idiocracia (2006), un film de culto dirigido por Mike Judge que pasó sin pena ni gloria por algunas carteleras, y apenas tuvo distribución por parte de su productora. En ella, un militar del Ejército de Estados Unidos, encarnado por Luke Wilson, se somete a un experimento secreto por parte del Gobierno junto a una prostituta, interpretada por Maya Rudolph. El experimento consiste en que los participantes son criogenizados durante un año para comprobar cómo resisten los soldados durante las temporadas en las que no hay guerras.

Por una serie de casualidades, los dos voluntarios son congelados durante 500 años y despiertan en un mundo completamente distinto, que se caracteriza por la involución de la inteligencia. La premisa de la película es la siguiente: solo tienen muchos hijos los extremistas religiosos, los ignorantes y los idiotas, con lo cual, el resultado es que el mundo —que en la película, como en toda película hollywoodiense, se limita a Estados Unidos— se ha convertido en una idiocracia. ¿En qué consiste este sistema? En una plutocracia regida por idiotas en la que los juicios son realities de televisión, la alimentación es comida basura y el planeta está siendo destruido por la avaricia e incapacidad mundial. Ah, y por supuesto, no hay seguridad social ni sanidad pública, así que a los ciudadanos les atienden las máquinas y mueren desangrados en hospitales cuajados de publicidad.

Partiendo de este último punto, sería muy fácil hacer la comparación con la situación actual, especialmente en la Comunidad de Madrid. De hecho, mucha gente que ha visto la película la entiende como una premonición de los gobiernos más neoliberales. Pero es en estos días, viendo las reacciones de la derecha, que quizás deberíamos definirlo de otra manera: no estamos en una idiocracia, pero nos tratan como tal. ¿Cómo puede entenderse si no la acomodaticia respuesta a la manifestación en favor de la sanidad pública del 13 de noviembre? Si desde el Gobierno de la presidenta Isabel Díaz Ayuso se ignora la protesta, desde algunos foros conservadores se insiste en jugar con premisas tan absurdas como que los seguros privados facilitan la descongestión de la sanidad pública, evitando hablar de que la derivación de los pacientes a la sanidad privada se ha convertido en un rentable negocio, como recordaba la organización Coordinadora Antiprivatización de la Sanidad (CAS) de Madrid.

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También es sorprendente comprobar cómo desde la derecha se está popularizando una actitud calvinista, un señalamiento moralista de conductas privadas de personalidades culturales, como si estas entraran en contradicción con la defensa de lo público: un director de cine o un actor sin responsabilidades políticas que tenga un seguro médico y haya ido a la manifestación por la defensa de la sanidad es un hipócrita. Y esta misma derecha es la que dice que las feministas son las cazadoras de brujas, qué paradoja. Quizás lo preocupante sea ver cómo hemos normalizado la creencia de que la mera defensa de lo público sea motivo de ataque. Como en el peor thatcherismo, vuelve en oleadas la frase de su líder, para que recordemos en qué consiste el lema de la libertad que tanto se promulga: “No existe la sociedad, existen los individuos y las familias”.

Si ampliamos el contexto, podemos jugar a encontrar más similitudes, ya que el mundo se parece cada vez más a una ficción distópica de idiocracias. Si en Ad Astra su protagonista Brad Pitt se pelea con piratas en la Luna, en la actualidad comienza la carrera espacial por la extracción de sus recursos naturales. Por otro lado, como en las películas futuristas que anuncian el caos que precede al autoritarismo más feroz, la población se arma y crece el caldo de cultivo para los discursos xenófobos y homófobos. Aumenta la violencia contra la población LGTBI —el último titular es un tiroteo que deja al menos cinco muertos en Colorado— mientras se omite la creciente oleada de odio, que incluye la propagación de bulos y las cada vez más recurrentes manifestaciones de grupos ultraderechistas en clubs y discotecas de dicha comunidad. Sin ir más lejos, la republicana Lauren Boebert, miembro de la Cámara de Representantes y conocida defensora del uso indiscriminado de armas entre la población, calificaba recientemente los shows de drags como “una depravación”. Las manifestaciones de la derecha contra la población LGTBI han crecido un 16% tan solo en el último año.

Por último, como en Idiocracia, los magnates quedan ridiculizados por sus caprichos faraónicos. Si en la película las plantas eran regadas con gaseosa por pura estupidez, en la actualidad Elon Musk provoca el caos en Twitter con despidos masivos y las suplantaciones de identidad están a la orden del día. Para cerrar el círculo, Donald Trump ha vuelto a la red. Curiosamente, no hace tanto existía el concurso para diferenciar los tuits de Trump y los del personaje principal de la película, el presidente Dwayne Elizondo Mountain Dew Herbert Camacho, estrella del porno y campeón de lucha. Bienvenidos al presente idiota.

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Sobre la firma

Lucía Lijtmaer
Escritora y crítica cultural. Es autora de la crónica híbrida 'Casi nada que ponerte'; el ensayo 'Ofendiditos. Sobre la criminalización de la protesta' y la novela 'Cauterio', traducida al inglés, francés, alemán e italiano. Codirige junto con Isa Calderón el podcast cultural 'Deforme Semanal', merecedor de dos Premios Ondas.

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