Francia Márquez, de la resistencia al poder
Antes de ser un fenómeno electoral, la candidata a la vicepresidencia de Colombia fue una activista ambiental que se puso frente a causas que pocos se atreven a defender. La suya es una historia de cómo desde las luchas sociales se puede transformar la política
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Francia Márquez no tuvo que cambiar de discurso para llegar a ser, como lo es hoy, la mujer más importante en la política de Colombia. Su coherencia la tiene a las puertas de la vicepresidencia. El candidato que acompaña, Gustavo Petro, lidera las encuestas y aunque todavía faltan varios meses para las elecciones que definirán a la dupla ganadora de las presidenciales, lo de Francia Márquez ya es una victoria. Su votación en las primarias del pasado 13 de marzo fue sorprendente: obtuvo más de 700.000 votos. Superó a políticos que ya habían sido alcaldes, gobernadores e incluso a un exministro. La experiencia de Márquez es otra y por eso ha marcado un hito. Su trayectoria no ha sido dentro de los círculos de poder tradicionales sino enfrentándose a ellos con su lucha contra la minería, con su defensa por los ríos, por la vida. Su discurso es sencillo, pero potente.
Francia Márquez es la política que se sale del libreto, que usa lenguaje inclusivo, que habla de las madres cabeza de familia, como ella, de las que han sido trabajadoras domésticas, como ella, de quienes han sido víctimas del conflicto, como ella, y de quienes han sufrido el racismo, también como ella. Francia Márquez, de 40 años, representa a las minorías. Con ella, Colombia escucha por primera vez a alguien en la política que sabe lo que piensan y necesitan las personas que han sido excluidas porque ella misma lo ha vivido. “Llegar a la Presidencia no es el fin, el fin es lograr poner este país en dignidad”, ha repetido desde que entró a la contienda electoral. Su discurso es el mismo de la jovencita que hemos visto en los videos que esta semana han desempolvado en redes sociales. Sus reclamos, que la hicieron conocida primero en el Cauca, su región, son los mismos que la llevaron a ganarse el premio Goldman, el Nobel de medioambiente, en el año 2018, y que ahora la tienen como una figura relevante en la política nacional.
“Creo que es momento de pasar la página de las injusticias raciales y de género. Se nos dijo que la política era para los hombres y las labores de la casa para las mujeres, pero tenemos que romper con eso”, decía en una entrevista a este diario en febrero de 2021, cuando no era tan conocida. Pocos sabían quién era Francia Márquez, pero la realidad de Colombia hizo que su nombre empezara a sonar poco después, sobre todo entre los más jóvenes. Las protestas sociales del año pasado, que movilizaron a cientos de personas que reclamaban un cambio, hicieron de ella un personaje popular en todo el país. El clamor por un lugar más justo que se escuchaba en las calles era el mismo que ella llevaba alentando desde hace años. La periodista Catalina Oquendo recordaba en este artículo cuando logró organizar a 80 mujeres de su comunidad y caminó junto a ellas durante diez días hasta llegar a Bogotá para denunciar la minería ilegal de oro. Fue una marcha de resistencia que se plantó frente al Congreso para hacerse escuchar. Lo que los jóvenes de las marchas vivían, Francia también lo había vivido, tal vez por eso fue una de las pocas políticas que se pudo acercar a la primera línea de las manifestaciones, donde no todos eran recibidos.
“Cada colombiano, en su diversidad, desde las regiones, desde cada territorio, hizo posible que estemos aquí”, decía conmovida esta semana cuando fue presentada como la candidata a la vicepresidencia por el movimiento de izquierda Pacto Histórico “¿Cómo no voy a llorar, si represento a las mujeres negras de este país?”, decía emocionada. Francia Márquez tiene poder porque resistió. Nunca se quiso ir de Colombia a pesar de que su lucha por el medioambiente le ha significado enfrentarse a multinacionales, recibir amenazas y ser víctima de atentados. “Acá tengo mi ombligo sembrado”, suele decir para explicar por qué prefirió quedarse. Tal vez sabía que su presencia era necesaria para “transgredir al establecimiento patriarcal, racista y clasista”, como decía hace un año, cuando cuestionaba que a la política de este país le hacía falta mujeres.
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Unas sugerencias:
➡️ Una mujer a seguir, por Almudena Barragán:
Si todavía no la conocen, ella es Cecilia Flores. Hace tres años creó junto a otras mujeres el colectivo ‘Madres Buscadoras de Sonora’ para encontrar a sus desaparecidos. Era 10 de mayo, el día que los mexicanos celebran el día de la madre. Cecilia busca a sus dos hijos, Alejandro y Marco Antonio, levantados por el crimen organizado en Sinaloa y Sonora. Al principio las madres buscadoras eran muy poquitas y no tenían casi herramientas. Retransmitían todas sus búsquedas a través de Facebook para documentar los hallazgos que iban haciendo en el desierto. Después de unos años, 2.000 personas forman parte de esta red de buscadoras. Su objetivo es encontrar a los cerca de 5.000 desaparecidos que hay solo en Sonora, pero también colaboran con familias de otros Estados que acuden a ellas para rastrear allí donde hay una pista de que existe alguna fosa clandestina. En total México tiene casi 90.000 personas desaparecidas.
Estas mujeres usan picos y palas para desenterrar a sus muertos. A menudo lo único que queda de sus familiares es una carcasa de ropa ensangrentada, un zapato, una cartera... Por eso, Cecilia aseguraba en esta entrevista con EL PAÍS que necesita volver a abrazar a sus hijos “aunque sea en un puñado de huesos”.
Flores cuenta que durante estos años Madres Buscadoras ha encontrado a 672 personas en fosas y con vida a otras 300, a las que han conectado con sus familias de nuevo. “Buenos, malos, culpables o inocentes son nuestros hijos y voy a ir hasta el mismo infierno a buscarlos”, repite esta mujer llena de coraje. Ni siquiera aquella vez que un sicario le apuntó a la cabeza y le ordenó que se arrodillara, cejó en su empeño de encontrar a Alejandro y a Marco Antonio. “Pensaba que me iban a matar, así que miré a los ojos al que me apuntaba y le dije: Si me vas a matar, dispárame de frente y piensa en tu madre porque ella, el día que tú desaparezcas, te estará buscando como yo busco a mis hijos”.
📽️ Una película, por Beatriz Guillén:
La peor persona del mundo (2021, Joaquim Trier). Julie va a cumplir 30 años y trabaja en una librería. Empezó Medicina y lo dejó, Psicología y lo dejó, Fotografía y lo dejó. Está en una relación profunda y estable que adora y de la que también necesita salir corriendo. La vida de Julie sigue: frente al vértigo y el abismo de cada desconocido que le pregunta qué quiere hacer los próximos años. Como muchas —quizás como todas—, Julie busca y sigue, sigue y busca. No sabe —todavía— qué quiere encontrar, ¿necesita saberlo? Esta película te interpela, te grita a la cara, te hace preguntas para las que no tienes respuesta, te duele y te conmueve, también te hace reír. Fui a verla con una amiga y ella, sintiéndose plenamente identificada, escribió al acabar: “Las Julies que se sintieron las peores personas y las mejores en el mismo día. Las Julies que necesitaban ver esta película”. Para las Julies del mundo —que quizás somos todas—, corran a verla.
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