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Aranceles México
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Tres armas mexicanas contra Trump

El coctel de medidas que Sheinbaum escoja implementar ante las tarifas de Trump tendrá efectos diferenciados dentro de México

Donald Trump
Donald Trump saliendo de la Casa Blanca, el 28 de febrero.Nathan Howard (REUTERS)
Viri Ríos

Sheinbaum anunció que el próximo domingo, en un mitin público, dará a conocer las medidas arancelarias y no arancelarias que implementará en respuesta a la guerra comercial de Trump. Sobre la mesa están dos posibles líneas de acción.

La primera es que México responda imponiendo aranceles quirúrgicos a Estados Unidos. Estos aranceles, no generalizados, irían dirigidos a industrias con dos características clave.

En primer lugar, aquellas cuyos productos sean fácilmente sustituibles por importaciones de otros países. Por ejemplo, se podría aplicar un arancel a la carne de pierna y paleta de cerdo, muy utilizada en los tacos al pastor, pero que podría ser reemplazada por productos de Canadá o Europa. Lo mismo aplicaría para el pollo, que podría importarse desde Brasil.

En segundo lugar, se sugiere implementar aranceles a productos que afecten directamente los intereses de políticos republicanos. El maíz amarillo, ciertos tipos de quesos, el whisky bourbon, los arándanos y las manzanas de Washington son bienes producidos en estados trumpistas.

El objetivo es lograr que los empresarios afectados exijan un cambio en la política arancelaria de Estados Unidos. Esta no es una táctica nueva; en 2019, en respuesta a los aranceles impuestos por Estados Unidos al acero y al aluminio, el gobierno de López Obrador aplicó impuestos a 186 fracciones arancelarias de productos agropecuarios y siderúrgicos.

No obstante, dentro de la coalición gobernante no existe un respaldo unánime a los aranceles quirúrgicos. Hay quien considera que la medida es inefectiva, pues afecta directamente a la economía mexicana sin que necesariamente se logre el objetivo político esperado.

El problema es que la estrategia se basa en supuestos demasiado optimistas que podrían no materializarse. Se asume, entre otras cosas, que los empresarios reaccionarán a los aranceles mexicanos, que se comunicarán con Trump, que este los escuchará y que, finalmente, cambiará de opinión.

La posibilidad de que todo esto suceda es como apostar a una carambola de tres bandas. De hecho, cuando se implementaron aranceles quirúrgicos en 2019, Trump no reaccionó de inmediato. Los aranceles al acero y al aluminio se mantuvieron casi un año y ni siquiera es posible determinar si el cabildeo empresarial tuvo realmente algo que ver con que se quitaran.

Es por todo lo anterior que un segundo, dentro de la coalición gobernante, propone una estrategia contraria: no tomar represalias. Sugieren aceptar los aranceles de Trump y continuar con las negociaciones como si nada hubiera ocurrido.

En su opinión, esta respuesta es mejor porque los aranceles de Trump tendrán un efecto inmediato en la depreciación del peso. Por simple aritmética, esto volverá a las exportaciones mexicanas más baratas y competitivas, mitigando el efecto de los aranceles estadounidenses.

El problema con esta visión es que se requeriría una pérdida de valor muy significativa en el peso mexicano para compensar los aranceles. El tipo de cambio tendría que alcanzar aproximadamente 25.6 pesos por dólar, un nivel sin precedentes en la historia mexicana.

En mi opinión, ninguna de las medidas propuestas por los dos grupos tendrá el efecto deseado. No hacer nada no es políticamente viable, ya que dañaría la imagen de Morena. La estrategia de aranceles quirúrgicos tampoco lo es, dado que, a mediano plazo, Estados Unidos tiene mayor capacidad para resistir una guerra comercial que México.

Me parece que el camino más viable para México es implementar medidas no arancelarias. Esta propuesta no solo existe dentro de México. Por ejemplo, Shang-Jin Wei, execonomista en jefe del Banco Asiático de Desarrollo, ha sugerido reaccionar a los aranceles estadounidenses relajando las sanciones por violaciones a la propiedad intelectual o imponiendo restricciones a las operaciones de bancos estadounidenses.

En el caso mexicano, esto significaría encontrar formas de afectar a Estados Unidos que sean beneficiosas para nosotros, en vez de solo dolorosas para nuestro vecino. Relajar de manera informal y subrepticia la protección a la propiedad intelectual de productos americanos me parece un camino muy prometedor. Esto permitiría que empresas mexicanas pudieran aprender a hacer productos que actualmente solo se pueden fabricar en Estados Unidos y fomentaría el desarrollo local.

Un aspecto crucial para México es intentar que las medidas no sean implementadas unilateralmente, sino en coordinación con otros países. La unidad europea y latinoamericana es crucial para arrinconar a Estados Unidos.

Entiendo que dentro de la coalición gobernante no hay apetito por relajar las medidas de propiedad intelectual, sino que la respuesta será más bien una combinación de aranceles selectivos y fortalecimiento del mercado interno. Esto es, reforzar iniciativas como el “Plan México” y “Hecho en México”, que sustituyen productos estadounidenses por nacionales.

Además de ello, se contemplan limitaciones a las exportaciones asiáticas e incluso una posible salida del Tratado de Integración Progresista de Asociación Transpacífico (TIPAT), que desde 2019 permite la entrada de productos vietnamitas a México. La salida del TIPAT buscaría evitar que productos vietnamitas reemplacen a los chinos y obstaculicen la venta de productos mexicanos.

Espero que las medidas sean ambiciosas. Este es el momento en el que México debe repensar su modelo económico de crecimiento. El que hemos tenido hasta ahora no resultó tan exitoso y lo será aún menos con Trump.

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Sobre la firma

Viri Ríos
Académica y analista mexicana experta en política pública. Instructora en Harvard Summer School, ha sido profesora visitante en la Universidad de Harvard y Purdue, y académica invitada en el Wilson Center. Su libro "No es normal" recibió el Premio al Liderazgo Latinoamericano 2022. Doctora en gobierno por la Universidad de Harvard.
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