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Columna
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Gracias, Ingrid

El camino de la reconciliación en Colombia está aún lejos y necesitamos avanzar de una manera más honesta y decidida

Ingrid Betancourt, excandidata presidencial de Colombia.
Ingrid Betancourt, excandidata presidencial de Colombia.Camilo Rozo
Diana Calderón

Menuda y llena de fuerzas a pesar de que era visible el esfuerzo sobrehumano para no caer en pedazos ante sus antiguos captores se vio a Ingrid Betancourt en su regreso a Colombia, a escuchar a sus entonces victimarios y a decirles tantas verdades, que nos obligan a entender que el camino de la reconciliación en Colombia está aún lejos y necesitamos avanzar de una manera más honesta y decidida.

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Después de 13 años, los escuchó atentamente, en sus discursos políticos con pocas excepciones emocionales. Y se los hizo ver de cara al país que se conectó virtualmente para ser testigo de un acto inimaginable sin el acuerdo de Paz con las FARC del que surgió la Comisión de la Verdad.

Los ex miembros de las FARC reconocieron su responsabilidad en el secuestro, y tras las palabras de cada excombatiente, se escuchó las de una víctima. Solo Pastor Alape mostró dolor y dijo cómo siente la vergüenza de su degradación. El máximo líder de la guerrilla y hoy cabeza del Partido de los Comunes, Rodrigo Londoño, reconoció el secuestro como un crimen, como ya lo había hecho antes pero no aportó nada nuevo, al menos no en develar el arrepentimiento. Carlos Antonio Lozada agradeció a las víctimas, pero sin duda no fue capaz de honrar la generosidad de todas esas familias que sufrieron tanto. Frío y calculador. Para Ingrid Betancourt no fue suficiente y tiene razón.

Los entonces comandantes han vivido un aprendizaje lento, no han logrado salir de su eterna justificación, de volver una y otra vez a pedir que sus crímenes se miren en contexto, cuando no hay contexto posible al recordar la imagen Gilberto Echeverri y cientos más rogando de rodillas que les perdonaran la vida. El aprendizaje de entregar las armas para hacer política ha ido dándose paso a paso, pero sin desnudar el alma ante sí mismos y llorar su propia degeneración. Bien lo dijo el presidente de la Comisión de la Verdad, padre Francisco de Roux. “Debe ser un diálogo desde las entrañas y dejando de lado la política y la ideología”.

No les surge fácil, como tampoco a algunos uribistas, que han expresado su molestia porque la mujer que vivió el secuestro encadenado por 6 años, 4 meses y 9 días no vino a agradecerles su rescate. No es justo que esperen las gracias de Ingrid. A Ingrid, hay que darle las gracias. No tiene por qué venir a validar a nadie y quizás por eso tiene razón cuando nos dice a todos: Yo sé que Colombia nos oye y nos oye y no nos entiende.

Ingrid Betancourt ha dicho que ya no estamos en guerra. Yo no estoy segura. Creo que hemos avanzamos gracias al diálogo para que las FARC dejaran las armas, dejaran de matar, para que ese conflicto como lo conocimos no se de en forma de secuestros, pero estamos lejos de la reconciliación y quizá ese es el valor más grande de su discurso. Entre todos debemos entender que en noviembre la Comisión de la Verdad entregará su informe, pero a partir de ahí empieza la ruta que debemos establecer, el camino que vamos a transitar para leernos en esas páginas y definir cómo nos vamos a comportar, a quiénes vamos a elegir para enderezar todo lo que está torcido y herido en Colombia.

Los excombatientes guerrilleros deben valorar que prácticamente tienen garantizado el perdón judicial, aunque en manos de la JEP está su castigo, pero no el del país que sigue dividido por ellos. La dureza de Lozada lo hace seguir viendo como un hombre de la guerra no de paz. La herida sigue sangrante y en los territorios donde aparecen descuartizados jóvenes, amputados hombres, usados campesinos para el narcotráfico, y el conflicto se toma las calles en forma de protesta y también de vandalismo, sus discursos pueden hacer una diferencia.

Necesitan romper la razón y privilegiar la emoción por un minuto. No importa si los otros no lo hacen, ya llegará en momento de esos otros que también en nombre de la ideología desterraron y desplazaron y de las élites y sus políticos, secuaces. El momento de hoy es el de las ex Farc: “Mientras las pesadillas sigan siendo solo nuestras, mientras ustedes no se despierten por la noche con las mismas pesadillas que nosotros, estaremos todavía en la distancia de no poder explicarle a Colombia lo que realmente sucedió”.

No es suficiente con no llevar el arma al cinto. Es necesario decir que se equivocaron sin contextos, sin excusas o seguirán siendo cómplices de la guerra que ahora están haciendo otros. Al final los que pierden las oportunidades son ustedes y el castigo es para ustedes, pero la condena de seguir viviendo en un país en guerra es para todos.

Tiene razón Ingrid, ojalá un día lloremos juntos nuestras miserias para poder construir juntos la grandeza y salir de este mundo en manos de una élite María Antonieta, que explica en su último libro Los que Sobran, Juan Carlos Florez.

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