Te echo de menos, crispación
Empieza la era del amedrentamiento al descender un escalón más hacia el fango
Qué tiempos aquellos en que lo peor que ocurría entre los grandes partidos era la crispación. Aquel “¡váyase, señor González!” con que Aznar inauguró esa fase se creció con insultos que nos descolocaron como aquella acusación de Rajoy a Zapatero —”usted traiciona a los muertos”—, la de Álvarez de Toledo a Iglesias —”usted es hijo de un terrorista”— o el máster en fabricación de bulos y verdades alternativas que no inventó Trump, sino el PP con su teoría de la conspiración sobre el atentado del 11-M que medios importantes llevaron al paroxismo.
Todo eso emponzoñó nuestras vidas y, sin embargo, estamos a punto de empezar a echarlo de menos. Porque, lo siento, malas noticias: tras la era de la crispación empieza la del amedrentamiento. Las amenazas, el matonismo y la exclusión mutua asegurada están convirtiendo la política en mucho más que un Sálvame Deluxe en el que el ambiente se caldea hasta el punto de que alguno de los participantes se larga mientras otro le insulta. ¿No podemos convivir? No, no podemos convivir. La familia se ha roto y ni la Nochebuena parece salvarse ante cuñados tan agresivos.
Las instrucciones salvajes de Rocío Monasterio al expulsar a Iglesias no de su casa, sino de la casa ajena que es Gran Vía, 32 y de la propia España no parece tener precedentes en política nacional. Ella como portavoz de España entera y España como patrimonio suyo es de un franquismo resucitado que no necesita viajar a la Alemania nazi para encontrar referentes. Estaban aquí, agazapados. Las amenazas de muerte mediante el envío de balas y navajas a varios líderes y la necesidad de reforzar escoltas lo dice todo sobre cómo hemos descendido un escalón por debajo de la crispación. Un escalón que nos mete en aguas tóxicas, contaminadas, en el fango, donde es imposible salir limpio porque la marea está crecida. Vean si no cómo un 78% de los votantes del PP están de acuerdo con un pacto con Vox en la Comunidad de Madrid a pesar de las fotos xenófobas y del despotismo sin ilustrar de Monasterio.
De escalones nos dejó una bonita frase José María Calleja, de cuya muerte se acaba de cumplir un año, que el homenaje celebrado el viernes pasado en Cádiz destacó en pantalla grande para que aprendiéramos un poco: “La dignidad, siempre dos peldaños por encima del miedo”. Necesitamos dignidad. Y para ello recular en esos dos escalones en que hemos resbalado. Volvamos.
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