La élite económica y política de Francia se resigna a la posible llegada al poder de la extrema derecha
Pese a la profunda inquietud que genera buena parte de su programa, los líderes del Reagrupamiento Nacional reciben llamadas o son cortejados por empresarios y altos responsables del país
La posibilidad de que Francia sea gobernada por la extrema derecha ha dejado de ser una variable de futuro para convertirse en una probabilidad inmediata. La sorpresiva disolución por el presidente francés, el centrista Emmanuel Macron, de la Asamblea Nacional tras la victoria en las elecciones europeas del 9 de junio del Reagrupamiento Nacional (RN), ha puesto a esta formación ultra a las puertas de Matignon, la sede del primer ministro. Una eventualidad que, pese al vértigo que provoca aún en muchos, algunos de los principales dirigentes políticos y económicos del país no ya solo asumen, sino que tratan de adaptarse a ella, aunque sea tapándose la nariz.
“Desde hace unos días, muchos altos funcionarios, diplomáticos y jefes de empresa entran en contacto con nosotros, porque la perspectiva de que logremos el poder es posible”, se ufanaba en una de sus primeras entrevistas el candidato a primer ministro del RN, Jordan Bardella, nada más comenzar, el lunes, la fulgurante campaña para las legislativas del 30 de junio y 7 de julio.
Y no son solo llamadas. Hace no tanto, la mayor parte de las élites políticas y económicas se cuidaba mucho de salir en una foto con el Reagrupamiento Nacional. Hablar hablaban, porque al fin y al cabo el partido de extrema derecha francés lleva décadas en el engranaje político y su líder, Marine Le Pen, ha conseguido en las dos últimas elecciones presidenciales llegar a la segunda vuelta, apoyada por millones de votos. Pero se hacía en los reservados de los restaurantes, en lugares discretos, alejados de miradas curiosas. Esos tiempos empiezan a quedar atrás. La posibilidad de que el partido anti-inmigración, antimusulmán y euroescéptico llegue al poder tras los comicios es elevada. Y aunque siga sin haber grandes posados, de pronto Bardella se deja ver en todas partes. Y pocos lo rehúyen.
“La gente ya no se esconde”, comenta a este diario Jean-Christophe Courné-Noléo, presidente de un conglomerado inmobiliario. “Hoy en día, hay líderes empresariales que organizan comidas para presentarle a gente”. Courné-Noléo, que asegura que él no ha aceptado esas invitaciones, sí acudió al encuentro que celebró este jueves en París la patronal francesa, Medef, para escuchar las propuestas económicas de todos los partidos y alianzas en liza en las legislativas. Bardella estaba ahí, como invitado estrella.
Consciente de los recelos que sigue suscitando la extrema derecha en algunos de los principales núcleos de decisión de Francia, Bardella apuesta, pese a lo decisivo de la campaña electoral, por aparcar los mítines regionales. Ha preferido quedarse en París, el verdadero centro del poder de Francia. Y desde ahí, un bastión que todavía se le resiste al RN, lanzar una ofensiva de seducción de las élites del poder.
Si este jueves les tocaba a los empresarios, un día antes fue la potente industria militar. Durante dos intensas horas, el candidato a primer ministro paseó por el pabellón francés de Eurosatory, una de las principales ferias mundiales de armamento. Acompañado de altos representantes industriales, se dejó explicar, con todo tipo de detalle, diferentes modelos de helicópteros, drones o tanques. Eso sí, solo en el pabellón francés y solo los equipos made in France. De otros encuentros más políticos, Bardella no ha hablado públicamente.
Porque pese a algunas tímidas aperturas, la desconfianza, y hasta el miedo, persisten. Especialmente en el lado económico. Su programa supondrá un enorme gasto público en momentos en que Bruselas acaba de darle un fuerte tirón de orejas a Francia por su déficit disparado. Si los aplausos son un barómetro del entusiasmo que suscita un líder político, en la gran cita de la patronal francesa en París este jueves quedó claro que Bardella sigue generando una respuesta más que tibia entre la mayor parte del empresariado francés.
Cierto es, no obstante, que ninguno de los otros invitados suscitó un aplauso mucho más fuerte. Especialmente los representantes de la alianza de izquierdas Nuevo Frente Popular. “El RN y el Nuevo Frente Popular son peligrosos para la economía”, declaró al diario Le Figaro el presidente de Medef, Patrick Martin.
Desde que empezaron a desplegar sus programas económicos, la patronal Medef ha alertado de que no le gusta nada el programa del RN, que propone una rebaja inmediata del IVA en energía y carburantes y, más adelante, en productos de primera necesidad. Al mismo tiempo, se mantiene un tanto confuso sobre su promesa de rebajar de nuevo la edad de jubilación. A la patronal le inquieta la “ruptura” con la UE que entiende supondrían muchas de sus propuestas. Tampoco le gusta, menos incluso en algunas partes, el programa del Nuevo Frente Popular. Sobre todo la promesa de la izquierda de aumentar el salario mínimo a 1.600 euros e indexar los salarios a la inflación, además de la derogación de la reforma de las pensiones de Macron.
Unos y otros buscaron despejar en el encuentro dudas entre los representantes del tejido empresarial e industrial del país. Por sus palabras, pero también con la imagen. Por la izquierda acudieron dos pesos pesados no solo de sus partidos, sino con un contundente currículum económico. Uno es Éric Cocquerel, hombre de confianza del líder de La Francia Insumisa (la formación de izquierda radical que más inquieta al mundo de los negocios), Jean-Luc Mélenchon, y también presidente de la comisión de finanzas de la recién disuelta Asamblea Nacional. El otro es el socialista Boris Vallaud, formado en las escuelas de élite francesas y bregado en el gabinete del ministro socialista de Economía Arnaud Montebourg durante la presidencia de François Hollande.
Vallaud asumió el peso de la presentación, durante la que subrayó que los únicos gobiernos que han logrado bajar el déficit en Francia han sido los de los socialistas Lionel Jospin y Hollande. Explicó que el bloque de izquierda busca un “relanzamiento keynesiano” de la economía basado en una “reactivación salarial masiva, como en España”. Y pidió a los multimillonarios que demuestren “patriotismo económico” aceptando impuestos a sus grandes ingresos.
Bardella eligió el foro empresarial para hacer su primera aparición pública junto al gran aliado logrado para estas imprevisibles elecciones, Éric Ciotti, el todavía presidente de Los Republicanos pese a los intentos del partido conservador de expulsarlo tras anunciar unilateralmente su alianza con el RN, que no es compartida por la mayoría de la formación de Jacques Chirac y Nicolas Sarkozy. Su presencia todavía es considerada como una cierta garantía por un empresariado suspicaz ante el programa económico y político —que vaticina un más que probable choque con Bruselas— de la extrema derecha.
“En este contexto político inédito, me presento ante ustedes con Bardella con mis valores, con la convicción que siempre he defendido: creo en la libertad económica, oso decir que soy liberal, creo en las empresas y considero que solo las empresas son fuente de crecimiento y empleo”, se presentó Ciotti ante los empresarios. Estos, aun así, no parecían demasiado convencidos. “No hemos comprendido nada de cuál sería el calendario y la realidad” de la derogación de la reforma de pensiones del RN, dijo el presidente de Medef tras más de cuatro horas de escuchar a los candidatos. La ofensiva de seducción ultra todavía tiene que afinarse.
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