Ricos y pobres, urbanos y rurales, Le Pen ya llega a todos
El Reagrupamiento Nacional ya no es solo la formación de la clase obrera y las zonas agrícolas. En las europeas dominó en buena parte de las categorías socioprofesionales
Ricos y pobres; urbanos y rurales; jóvenes y mayores. El Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen, un partido con opciones de conquistar el Gobierno tras las legislativas anticipadas del 30 de junio y el 7 de julio, ocupa la centralidad en Francia después de décadas encerrado en un enclave. Era un enclave ideológico: el de los ultraderechistas a los que el resto de partidos trataban como apestados. Un enclave social: el partido de la clase obrera blanca. Y un enclave geográfico: el de las ciudades pequeñas y medianas y sus periferias. Sobre todo en el norte desindustrializado de Francia ―los viejos votantes comunistas― y en la cuenca mediterránea habitada por descendientes de los europeos que se marcharon de Argelia tras la independencia en 1962.
Con el tiempo, el RN salió del enclave. En las elecciones europeas del 9 de junio, se llevó un tercio del total de votos en Francia y fue el primero en el 93% de municipios: está presente en prácticamente todo el país. Y en todas las categorías socioprofesionales, según los sondeos sobre el voto en las europeas. Sigue dominando entre la clase obrera, la de los municipios rurales, las rentas bajas, los que tiene menos estudios. Y recoge el voto de la ira, una ventaja al poder presentarse como el único partido que no ha gobernado. Pero se introduce con fuerza en categorías que hasta hace poco parecían vetadas, como los mandos intermedios de empresa, o los jubilados.
“Es un partido como los demás, en el sentido de que es tan republicano como los demás, incluso más que algunos”, explicaba a EL PAÍS, hace unas semanas, en una conversación durante un seminario del RN en París, Jérôme Sainte-Marie, su experto demoscópico y responsable de la escuela de formación teórica del partido de Le Pen. Por “republicano”, Sainte-Marie quiere decir que se adhiere a los valores democráticos, cosa que muchos oponentes siguen cuestionando. No en vano el “cordón sanitario” se llama en Francia “frente republicano”. Y el cordón, al menos para los votantes, se ha roto. Para muchos, ya no es tabú votar RN.
Marine Le Pen, desde que hace más de una década tomó las riendas del partido, emprendió el llamado proceso de desdiaboliozación. Echó a su padre y cofundador, Jean-Marie Le Pen, proclive a las declaraciones racistas y antisemitas. Rebautizó el partido de Frente Nacional —una marca tóxica—al inclusivo Reagrupamiento Nacional. Enarboló la bandera de la laicidad y la lucha contra el antisemitismo. Aparcó propuestas que inquietaban a las clases medias y a los jubilados, como la salida del euro. Limó la retórica más agresiva: nada de exabruptos trumpistas y corbata obligatoria para los diputados varones.
Alexandre Loubet, jefe de la campaña triunfante del candidato Jordan Bardella para las europeas, habla de “desenclavamiento”. “Ya no hay territorios inexpugnables”, celebraba en vísperas de las últimas elecciones. Y como explicaba Sainte-Marie, el hombre de los sondeos en el partido, “hay movimientos importantes desde el punto de vista sociológico”. Uno es la conquista de las clases medias, “que se están moviendo muy rápidamente”, como demostraron las europeas unas semanas después de la conversación. El otro, los “jubilados jóvenes” y los “activos viejos”.
Al RN se le resisten las grandes ciudades y las categorías con mayor nivel educativo. Y afronta las dudas de quienes dudan de su competencia para gestionar la economía. Pero se sienten fuertes, y cerca de la meta. Si en las legislativas el RN es el partido con más diputados y entra en el Gobierno, la desdiabolización —aunque algunas ideas sean idénticas a las del FN de toda la vida— habrá culminado.
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