España compromete 9.400 millones en un plan de inversión de la UE para lograr un “salto cualitativo” con América Latina
Bruselas plantea la creación de un órgano de representación permanente con la región, foco de una gran ofensiva diplomática que incluirá un viaje de Von der Leyen a la región en junio
La Unión Europea se moviliza para reactivar sus relaciones con América Latina y el Caribe, intensamente cortejadas por China y en las que Rusia busca influir, y prepara un “salto cualitativo” en sus relaciones políticas y comerciales. Tras años centrada en su vecindad inmediata, Bruselas gira ahora hacia la región y plantea establecer un órgano de relación permanente que servirá como engranaje burocrático e institucional para estrechar lazos con un área extensa —33 países, 700 millones de habitantes— y diversa, según el borrador de un documento al que ha tenido acceso EL PAÍS y que la Comisión Europea prevé aprobar en los próximos días. Al mismo tiempo, Bruselas acelera la ofensiva diplomática con una visita de la jefa del Ejecutivo comunitario, Ursula von der Leyen, a Brasil, México, Argentina y Chile en la primera mitad de junio, explican fuentes comunitarias, y prepara un paquete de programas y de inversiones al que España contribuirá con 9.400 millones de euros. Aún se desconoce el volumen global de esa inversión —y las fuentes consultadas rehúsan ofrecer estimaciones—, pero tanto la Comisión Europea como otros Estados miembros prevén aportar cantidades que en algunos casos pueden rondar la española.
La UE quiere afianzar el vínculo con una región en la que es el principal inversor, pero en la que ha ido perdiendo terreno hasta ser el tercer socio comercial (por detrás de China y Estados Unidos), y con la que mantiene una de las redes de acuerdos más densas del mundo. “En el contexto global actual, con el orden internacional basado en reglas y la democracia bajo presión, esta asociación adquiere un significado geopolítico aún mayor”, apunta el documento de la UE, elaborado entre otros por el Servicio de Acción Exterior, liderado por el alto representante para Política Exterior, Josep Borrell, y que servirá para el diálogo en la próxima cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de los Veintisiete y los países de América Latina y el Caribe (CELAC), prevista para el 17 y 18 de julio en Bruselas.
Será la primera cumbre de este tipo en ocho años y marcará el pistoletazo de salida para la presidencia española del Consejo de la UE, que tendrá como una de sus prioridades fomentar las relaciones estables y estructuradas con la región. La UE pretende mantener una relación sólida y a largo plazo; con ese espíritu, el bloque comunitario quiere fijar ya la próxima cita de alto nivel para 2025, en Colombia, y reactivar otras cumbres con socios estratégicos, como México o Brasil, inciden fuentes comunitarias.
Un mundo de enormes desafíos geopolíticos, la era posterior a la pandemia y la guerra de Rusia en Ucrania, que ha abierto los ojos de la UE sobre sus dependencias estratégicas de Moscú y de Pekín, la han llevado a buscar nuevos socios fiables y a cuidar a los que ya tiene. La ventana de oportunidad y la ocasión para una nueva agenda con Latinoamérica y el Caribe es “única”, señalan fuentes europeas.
La propuesta de la UE marca objetivos cruciales y complejos. Entre ellos, reactivar acuerdos comerciales y de asociación estratégicos, como el de México y Mercosur —la quinta mayor área económica del mundo fuera de la UE, compuesta por Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay—, bloqueados desde hace años por objeciones de socios comunitarios como Francia, y que han vuelto a la agenda; aunque como un capítulo en el medio plazo. Bruselas también busca finalizar los trámites del pacto UE-Chile y completar los que ya ha firmado con Centroamérica y el eje Colombia-Perú-Ecuador.
Inversiones “de calidad”
“La UE también puede aprovechar las inversiones de calidad para ayudar a abordar las necesidades de infraestructura física de Latinoamérica y el Caribe, al tiempo que crea valor agregado local y apoya el desarrollo de capital humano”, dice el documento de la Comisión. También ofrece un posicionamiento político para recalibrar la relación sobre la base del “respeto mutuo y la cooperación”, y da destellos sobre planes de inversión a través de Global Gateway. Esta herramienta, nacida para movilizar recursos para programas en países en vías de desarrollo, es una fórmula para contrarrestar la Nueva Ruta de la Seda de China, el gran proyecto de Pekín para reforzar su posición ampliando sus relaciones comerciales con todo el planeta, al que se han sumado 21 de los 33 países de la región.
A esa nueva agenda de inversión, la Comisión Europea aportará una cifra similar a los casi 10.000 millones de euros que desplegará España —a través de fondos y subvenciones no reembolsables, seguros de crédito a la exportación, financiación de proyectos o préstamos—. Otros Estados miembros sumarán más partidas para proyectos centrados en impulsar la agenda verde, aunque las cantidades están por concretar, aseguran fuentes europeas.
Europa tiene una necesidad acuciante de materias primas cruciales —que la hacen enormemente dependiente de China, su proveedor mayoritario y a veces el único— para el desarrollo industrial verde y de energías como el hidrógeno verde. Mientras, Latinoamérica y el Caribe son zonas muy ricas en recursos y minerales esenciales ―solo Bolivia, Argentina y Chile poseen el 60% de las reservas de litio identificadas― pero también lastradas por las vulnerabilidades de la deuda, muy desiguales y en las que la pandemia de coronavirus ha hecho mella: el 32% de la población vivía en la pobreza en 2022 y el 13%, en la pobreza extrema.
Esa dualidad preocupa a las organizaciones sociales y a los expertos. “En este intercambio con América Latina y el Caribe, la UE debe estar dispuesta a transferir tecnología, conocimientos, inversión para dar empleo y crear valor agregado; y no solo transformar a la región en proveedora, como ha sido siempre”, remarca Paulina Astroza, directora del Centro de Estudios Europeos de la Universidad de Concepción (Chile).
El plan de Bruselas, sin embargo, no es desplegar miles de millones de euros, sino solidificar una relación a largo plazo “entre dos iguales”, insisten fuentes europeas. Y la agenda no es solo económica y comercial. Bruselas prevé intensificar los acuerdos para combatir el tráfico de drogas y contempla nuevos pactos de cooperación policial (Europol) con Bolivia, Brasil, Ecuador, México y Perú; y de justicia (Eurojust) con Argentina, Brasil y Colombia. La UE plantea, además, establecer dos centros de datos regionales de su red Copernicus, de observación de la Tierra y análisis del medio ambiente, en Panamá y Chile, según el documento, en el que también han colaborado los departamentos del vicepresidente económico, Valdis Dombrovskis, y la comisaria de Asociaciones Internacionales, Jutta Urpilainen.
El empuje de China
“La idea de fondo es que haya un nuevo contrato social y para ello los proyectos deben tener la capacidad de reducir desigualdades, problemas regionales y globales”, remarca Hernán Saenz, coordinador de Incidencia UE-LAC de Oxfam Internacional, que señala que el nuevo órgano de relación permanente de la UE con América Latina y el Caribe debería incluir contactos periódicos con la sociedad civil, o incluso que se crease un nuevo marco de contacto entre los actores estatales, regionales, de la sociedad civil, del mundo empresarial y financiero. “¿Cuál es el objetivo de la UE, competir con China o que la región tenga una oportunidad?”, plantea Saenz.
El gigante asiático, que ha multiplicado por 26 su inversión en América Latina entre 2000 y 2020, es el gran elefante en la habitación. No aparece mencionado en el borrador del texto, pero sí insinuado. “En un momento de crecientes tendencias autoritarias, la UE y la región de América Latina y el Caribe se posicionan como aliados clave para fortalecer el sistema internacional basado en reglas e intensificar la acción conjunta para promover la paz, la seguridad, la democracia y los derechos humanos”, señala el borrador del documento.
La guerra a gran escala de Rusia en Ucrania, que cumple 15 meses, ha servido para convencer de su importancia estratégica a una parte de la UE que no miraba a esa zona del sur global. La UE y América Latina y el Caribe representan un tercio de los miembros de Naciones Unidas y la región se alineó en gran parte con Occidente en las votaciones de las resoluciones de la ONU de condena de la invasión. En la zona conviven países con visiones como las de Guatemala o Chile, que han condenado tajantemente la invasión lanzada por Rusia y han ofrecido algún tipo de colaboración a Ucrania. Otros como Brasil, que trata de mantener una posición neutral (algo escorada hacia Rusia, según algunas voces) para tratar de impulsar su papel como mediador. Y algunos como Venezuela, con estrechos vínculos históricos, comerciales y económicos con Moscú.
La propuesta europea para una nueva agenda llega precedida de la intensa actividad diplomática de la Comisión Europea en la región. En los últimos meses, la han visitado desde el alto representante para Política Exterior, Josep Borrell —que ha viajado a Argentina, Uruguay o Colombia y visitará esta semana Cuba— hasta el vicepresidente para agenda verde, Frans Timmermans, o la responsable de Interior, Ylva Johansson. El viaje de Von der Leyen, previsto para la semana del 12 de junio, es largamente esperado: en abril pospuso una visita a varios países de la zona, entre ellos Brasil, mientras el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, viajaba a China, el mayor socio comercial del país sudamericano, por delante de la UE.
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