Decenas de miles de nombres contra el olvido de los crímenes estalinistas
Miles de personas recuerdan en Rusia a las víctimas de la represión política
Andrey Voskresenski, 39 años, camarógrafo del laboratorio de la Academia de Ciencias de la URSS. Fusilado el 4 de marzo de 1939. Bajo la llovizna y casi a temperaturas negativas, miles de moscovitas han recordado este martes a las víctimas de la represión estalinista. En la plaza Liubianka, frente a lo que fue el oscuro cuartel general del KGB (hoy sede del Servicio Federal de Seguridad), han hecho cola durante horas para participar en lo que se conoce como “la recuperación de los nombres”. Uno tras otro, han retado al olvido entonando las identidades de los purgados, como Voskresenski. Científicos, opositores, obreros, médicos, sacerdotes, profesores, ingenieros. Una lista inabarcable con los detalles de más de tres millones de personas, recopilada por la organización Memorial.
El emotivo acto, que cumple su decimotercer año, se ha convertido además en un estandarte para la liberación de las personas detenidas por causas políticas en Rusia: desde activistas por los derechos humanos a participantes en las protestas de este verano en Moscú por unas elecciones abiertas. “Memoria eterna para los ejecutados; maldición eterna para los verdugos”, clamó después de leer varios nombres el abogado Guenri Reznik.
Cerca de 12 millones de personas fueron víctimas de las purgas estalinistas, según los cálculos de la organización Memorial. Encarcelados, deportados, enviados a campos de trabajo, asesinados. De muchos se sigue sin conocer los detalles. Solo entre 1937 y 1938, los años del Gran Terror, fueron represaliadas 1,6 millones de personas; 700.000 fusiladas. Entre ellas, a Valentín Trífonov, militar y diplomático, muerto a tiros condenado por actividades contrarrevolucionarias, rememora su nieta, María Trífonova, bióloga de 59 años, que cuenta que toda la familia sufrió además las represalias del estalinismo.
“Soy científica, entiendo que la vida es una espiral. La lección aprendida dura algo, pero no mucho. La gente olvida las cosas y hay que recordárselas”, se lamenta la mujer, con un gorro negro calado hasta las orejas. Su abuelo fue enterrado de manera secreta en un bosque de Moscú junto a otros fusilados, cuenta Trífonova, que lleva participando en la recuperación de los nombres desde de la primera ceremonia. Un acto que organiza Memorial en 35 ciudades de Rusia la víspera del día de las Víctimas de la Represión Política.
A su lado, decenas de personas depositaban velas y flores junto a la piedra Solovetski, procedente del archipiélago de Solovkí, en el mar Blanco, que albergó uno de los Gulag más duros de los tiempos soviéticos y donde enviaban a socialistas, anarquistas, miembros del Partido Comunista Soviético, opositores; a cualquiera que diera muestras de ser “enemigo del pueblo”. Piotr Mijáilov, profesor de Teología en la universidad, ha acudido con su esposa y sus dos hijos. Emocionado, ha leído el nombre de su bisabuelo, Ioan Bulgákov, cura ortodoxo desterrado, que acabó muriendo por las penosas condiciones a las que fue sometido. “Mucha gente joven, pero incluso muy mayores, no entienden la magnitud del terror de lo que ocurrió. Actos que nunca han sido condenados de verdad. Las autoridades siguen siendo responsables”, reclamaba junto a su hijo pequeño, Kolia.
A su espalda, ante los micrófonos que Memorial ha instalado, muchos piden la liberación de personas como Konstantín Kótov, detenido este verano en las protestas contra el veto a los candidatos opositores en las elecciones locales de Moscú, condenado a cuatro años de prisión. Otros, recuerdan a Yuri Dmítriev, jefe de la sucursal de Memorial en la región de Karelia, que ha trabajado durante décadas para arrojar luz sobre los crímenes del estalinismo y que hoy está siendo investigado en un oscuro caso de abusos a menores que la organización sospecha que ha sido fabricado.
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