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Decenas de miles de moscovitas exigen elecciones libres en un concierto protesta

Aumenta la movilización para exigir que independientes puedan concurrir a los comicios locales

Manifestantes, durante la protesta este sábado por unas elecciones libres en Moscú.
Manifestantes, durante la protesta este sábado por unas elecciones libres en Moscú.Maxim Shemetov (REUTERS)
María R. Sahuquillo

“Estoy cansada de estar en una celda de hormigón”, corean decenas de miles de voces. “No quiero más este tratamiento. Voy a morir en Rusia. De Euforia”. Los irónicos versos y los ritmos electrónicos del contestatario grupo IC3PEAK han puesto música a una manifestación multitudinaria en Moscú. Unas 50.000 personas, según la organización Contador Blanco —20.000, según la policía—, han participado este sábado lluvioso y gris en la protesta-concierto para exigir elecciones locales libres y justas. Por cuarta semana consecutiva, los moscovitas han desafiado al Kremlin y han exigido que se abran las listas a los candidatos opositores, a los que no se les permite concurrir. La mayoría está en prisión preventiva. Se les acusa de participar en lo que las autoridades han considerado “disturbios masivos”.

A unos pocos kilómetros de la manifestación musical, en el principal parque de Moscú, las autoridades habían organizado un gran festival musical y gastronómico. Meat&Beat, un intento de evento pop similar al lanzado el fin de semana pasado para tratar de alejar la atención de las protestas que están escalando. “Están tratando de distraer a la ciudadanía de sus reclamaciones políticas con maniobras y elementos que no son políticos. Y lo que quiere la gente es precisamente hablar de política”, resalta la analista Tatyana Stanovaya.

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Pero ha sido un fracaso, apenas unos pocos miles han acudido a Meat&Beat. La participación de IC3PEAK, del conocido rapero Face o del grupo de hip hop Krovostok, y la llamada a la participación no solo de los opositores, sino también de populares blogueros, artistas y celebridades han sido un gran aliciente. También la reacción hacia la represión policial. En las dos movilizaciones anteriores, que a diferencia de esta no estaban autorizadas, hubo unos 2.400 arrestos en total, según la organización OVD-Info.

Como Liana Tavchian, para quien la de este sábado ha sido su primera protesta, muchos moscovitas planean seguir saliendo a la calle hasta lograr el objetivo. O incluso más allá del 8 de septiembre, el día de las polémicas elecciones locales. “Tengo 16 años y no puedo votar, pero lucho por mis derechos. Es importante. Lo que hacen las autoridades no solo en Moscú, sino en toda Rusia es repugnante y no debemos estar callados”, recalca la joven, que sujeta una fotografía de Yegor Zhúkov. El estudiante universitario y popular bloguero es uno de los detenidos por “alentar” las protestas, lleva en prisión preventiva ocho días y puede enfrentarse hasta a ocho años de cárcel.

Zhúkov, de 21 años, que también trató de presentarse a los comicios, se ha convertido en uno de los rostros de una movilización en las que las personas de menos de 30 y las mayores de 60 años son mayoría. Protestas sin cobertura en los medios estatales —o con una cobertura mínima en la que se les ha tachado de “violentos”— en las que no se deja de oír “Putin, ladrón”, “Rusia sin Putin” o “Déjelos pasar” (por los candidatos opositores a los que no se les ha dejado concurrir alegando irregularidades o falta de las firmas necesarias).

Los moscovitas exigen unas elecciones locales abiertas y justas. Pero los comicios de septiembre han sido un asunto residual hasta esta edición. En el trasfondo, apunta la analista Stanovaya, hay otros problemas nucleares que aunque por ahora están soterrados empujan la movilización: la situación económica; la reforma de las pensiones, que ha aumentado la edad de jubilación; y la pérdida de confianza en el Gobierno y en el presidente ruso, Vladímir Putin, que acaba de cumplir dos décadas en el poder (entre sus años de presidente y primer ministro).

“Antes, muchos rusos le percibían como alguien cercano a la ciudadanía y sus problemas, pero ahora Putin ha perdido ese punto”, afirma Stanovaya, fundadora de R.Politik. Su foco en la geopolítica al mismo tiempo que se descuidan los problemas internos o la inacción ante los escándalos de corrupción mientras muchos rusos lo pasan mal se encuentran también tras la pérdida de popularidad del presidente ruso a un 64%; una nota alta para los estándares occidentales, pero su calificación más baja desde 2013. Este sábado, Putin, que no ha hablado aún sobre la movilización de Moscú, está de visita en Crimea. Junto al grupo ultranacionalista Lobos de la noche, se ha paseado a lomos de una motopor la península ucrania que Rusia se anexionó en 2014.

De momento, la protesta moscovita ha tenido un poco de palo y de zanahoria. Lo que el Kremlin no quiere es que estas manifestaciones amplíen su abanico de reclamaciones y se extiendan a otras partes de Rusia, donde ya ha habido marchas por distintas causas sociales, incide el sociólogo Lev Gudkov, director del centro de encuestas Levada. “Pero si las autoridades siguen con su actitud represiva pueden ampliarse”, abunda Stanovaya. La concentración de este sábado lo prueba. No está a la altura de las movilizaciones de 2011 o 2012, cuando muchas decenas de miles de personas (100.000, según la oposición; 20.000, según la policía) salieron a la calle contra el fraude electoral. Pero ha sido la más numerosa desde 2015, cuando los moscovitas tomaron el centro de la capital rusa en repulsa por el asesinato del prominente opositor Boris Nemtsov.

De momento, la frustración se está extendiendo pero tímidamente. La policía ha arrestado este sábado a 70 personas en una manifestación en San Petersburgo, en apoyo a la convocada en Moscú. Y a otra decena de personas en Rostov del Don. En la capital rusa, tras el concierto, grupos de manifestantes se han trasladado a las cercanías de la Administración presidencial. Y allí han comenzado los arrestos: un par de cientos a última hora de la tarde, según la organización OVD info. Entre ellos, de nuevo, está Liuvob Sóbol, opositora y aspirante a candidata a la Duma de Moscú, vinculada al abogado y bloguero anticorrupción Alexéi Navalni, ya en prisión preventiva.

Sóbol no ha podido ni acercarse a la manifestación. La policía ha irrumpido en su sede y se la ha llevado. Horas más tarde, se ha especificado que había sido detenida. El sábado pasado también fue arrestada, pero liberada un día después. Lleva un mes en huelga de hambre. El viernes, débil y agarrada a una silla, explicaba a este diario en su centro de campaña que pese al “acoso” de las autoridades no pensaba desistir; también que teme por su seguridad y ha contratado a un guardaespaldas. El opositor más visible, Navalni, denunció hace unos días que creía que había sido envenenado en prisión y pasó unas horas en el hospital.

“La represión este verano es mayor a la que vimos en las protestas de hace cinco años, pero estamos viendo que la sociedad está vacunada contra estas represalias”, comentaba Sóbol. En esta oleada de movilizaciones, aunque hay cientos de detenciones, las autoridades se están centrando en acallar a los líderes. La semana pasada, la Fiscalía abrió una causa penal contra el Fondo Anticorrupción, la organización de Navalni. Y el viernes, en un paso más, bloquearon las cuentas de la entidad, que se dedica a revelar con elaboradas investigaciones y vídeos en las redes sociales escándalos de corrupción de las élites políticas y empresariales rusas.

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Sobre la firma

María R. Sahuquillo
Es jefa de la delegación de Bruselas. Antes, en Moscú, desde donde se ocupó de Rusia, Ucrania, Bielorrusia y el resto del espacio post-soviético. Sigue pendiente de la guerra en Ucrania, que ha cubierto desde el inicio. Ha desarrollado casi toda su carrera en EL PAÍS. Además de temas internacionales está especializada en igualdad y sanidad.

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