Listos para el divorcio violento con Londres
Solo una humillante marcha atrás con otro referéndum evitará un 'Brexit' traumático
Los cimientos de Europa temblaron hace 14 meses tras el triunfo del Brexit. Sin embargo, los 27 países de la UE tienen ya perfectamente asumido que el Reino Unido no está en el club y afrontan sin fisuras las negociaciones para pactar el divorcio. Ahora se preparan para una separación violenta porque esas conversaciones concluirán sin acuerdo a la vista de lo ocurrido este año.
Solo así puede interpretarse que en tres rondas no se haya producido “ningún avance decisivo en ningún asunto básico”, según el negociador europeo Michel Barnier. Consumido ya el 25% del plazo para cerrar un acuerdo en marzo de 2019, la otrora brillante diplomacia británica naufraga entre el nihilismo -acudir sin un solo papel-, la súbita oscilación entre un Brexit duro o un Brexit blando y la debilidad de una primera ministra a la que le salió el tiro por la culata al perder la mayoría absoluta en junio.
Para colmo, Londres se desdice y no acepta el pago a Bruselas de al menos 60.000 millones por las obligaciones contraídas. Para Boris Johnson, el fino jefe de esa nueva y chapucera diplomacia británica, los líderes de la UE se deben “ir a tomar viento” por exigir una factura “abusiva, exorbitante”.
En la propia casa británica, el miedo a lo desconocido y las exigencias a Theresa May para no salir esquilados auguran un imposible consenso. Las regiones reclaman un compromiso para resarcirles de los 11.000 millones de fondos estructurales que perciben de Bruselas y que los mentirosos apóstoles del Brexit prometieron compensar. En Escocia preparan otro referéndum de independencia y las dos irlandas esperan en vilo que se mantenga abierta la frontera.
Mientras, la oposición debilitará aún más a May en el debate que arranca esta semana sobre la gran ley de desconexión jurídica con la UE (Repeal Bill). La norma, en un ejercicio de saltimbanqui, convierte en leyes británicas las 20.000 directivas europeas cuando su objetivo es recuperar la soberanía británica supuestamente perdida.
Todos se preparan para el divorcio violento y evalúan las consecuencias. Sin un difícil acuerdo para mantenerse en el mercado único, Londres deberá asumir las estrictas reglas de la OMC y crear controles aduaneros con enormes costes financieros y burocráticos. Los bancos y servicios financieros de la City perderán el “pasaporte europeo” que les permite operar sin trabas en el resto de la UE. Y los británicos residentes en el resto de Europa -solo en España 700.000 jubilados- perderán su acceso a la sanidad pública.
La UE, por su parte, se quedará sin los 9.000 millones netos de media anual que aporta Londres tras devolverle ayudas y el ignominioso “cheque británico” que impuso Margaret Thatcher y que solo a España le cuesta 740 millones.
El reloj corre. En octubre no podrán comenzar las previstas negociaciones sobre la futura relación UE-Londres porque no se ha resuelto la primera fase: factura, frontera irlandesa y estatus de británicos en la UE y de europeos en Reino Unido. Huele a divorcio por las bravas. Solo lo impediría un segundo referéndum para rectificar. Una marcha atrás tan humillante solo la hacen países débiles, de tercera división, pero es verdad que Reino Unido ya abandonó la categoría de honor hace 14 meses.
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