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Tribuna:CRÓNICA DE LA CIUDAD

Lo que hay que tragar

Lenta y metódicamente, el sufrido vecindario se asfixiaba en la abundancia de humos, gases y otros venenos. Los automovilistas hundían el acelerador como si fueran puñaladas de un fanático sin juicio. Y el crimen era trivial, absurdo e inevitable.

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