_
_
_
_
_
Tribuna:ANÁLISIS
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Las dos estrategias de la oposición chilena

A finales de 1982 la quiebra financiera y el brutal aumento del paro parecían anunciar una crisis política importante en Chile. Todo el mundo esperaba problemas tan graves que los dirigentes del país estimaron necesario tomar iniciativas y conjurar el peligro haciendo concesiones a la clase media.Y sin embargo ha pasado un año y Pinochet está aún en su puesto. ¿Cómo se explica esta situación? ¿La fuerza del régimen y la debilidad de la oposición?

Las dictaduras mueren, por lo general, a causa de una crisis exterior o de disensiones internas. Aunque la argentina haya caído, como le sucedió anteriormente a la de los coroneles griegos, es casi imposible que el caso se repita en Chile. Nada nos indica la existencia de luchas internas entre los mandos militares. Pinochet ejerce la autoridad absoluta y las fuerzas armadas le renuevan periódicamente sus juramentos de lealtad. La tradición profesional y de verticalidad del Ejército chileno es un importante factor de refuerzo de este poder personal.

Miedo y manipulación

El régimen se apoya ante todo en el miedo y en la manipulación directa de la opinión. Los programas de ayuda de los trabajadores en paro crean una situación de dependencia a centenares de miles de personas. En las poblaciones, la policía lleva a cabo acciones represivas, secundadas por agentes provocadores. La clase media, cuya importancia ha aumentado sin cesar en estos últimos 10 años (mientras que la obrera ha disminuido del 24% al 19% de la población activa), está atemorizada.

Chile ha estado marcado durante mucho tiempo por el enfrentamiento entre una burguesía reforzada por las clases medias en expansión y una clase obrera mezclada con la masa urbana marginal. Hoy en día se percibe una separación más clara entre ricos y pobres, entre los acomodados y las clases peligrosas. La clase media tiene miedo al caos y a la revolución. Incluso los más liberales contemplan con escalofríos la escalada de violencia en los barrios. Lo cual explica por qué la primera gran encuesta de la opinión pública (realizada por la revista Hoy) revela que un tercio de la población es favorable aún al régimen. Esta proporción no disminuye en los niveles más bajos de la escala social chilena, en los que los fenómenos de dependencia tienen carácter masivo.

El régimen se afirma en su determinación y explota la crisis, que muchos temen que desemboque en caos, mientras la oposición se encuentra debilitada por la división entre oposición política, hasta ahora de carácter patricio, y una oposición social reflejo de la miseria. La creación de la Alianza Democrática fue saludada por muchos como un gran éxito y, sobre todo, como el fruto de las primeras protestas, que tuvieron un origen sindical en sus comienzos. Las reivindicaciones sociales conducían a la protesta política, que encontraba así un medio de expresión. La Alianza se definía como proyecto de gobierno y, con gran osadía, reunía a cristiano-demócratas, socialistas y republicanos de derechas contra la dictadura. A pesar de la debilidad y la dispersión de los socialistas, la gran mayoría de ellos han adoptado una estrategia en profunda oposición con la que siguieron a raíz de la creación del partido socialista.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Pero en agosto, la brecha abierta en el régimen con la llegada del señor Jarpa al Ministerio del Interior incitó a la Alianza, fuertemente impulsada por el nuevo arzobispo, monseñor Fresno, a dar prioridad a la táctica con preferencia a la movilización política y a aceptar las negociaciones y la apertura. No tardó en hacerse patente, especialmente hacia mediados de septiembre, que esta táctica era doblemente negativa.

Contradicciones

Por un lado, Pinochet demostró que mantenía el control de la situación; por otro, las negociaciones en la cumbre sin resultados acentuaron aún más la división entre oposición política y oposición social. La manifestación del 8 de septiembre fue un fracaso y, por último, la Alianza demostró su incapacidad para organizar grandes manifestaciones. Los hombres de la Alianza carecen de raíces populares. Y la ciudadanía, hostil al régimen y víctima del paro, tiene una capacidad ofensiva tan débil como fuerte es su capacidad defensiva.

Las contradicciones entre la burguesía liberal y el pueblo mísero se traducen políticamente por la oposición entre dos estrategias. Por una parte, la estrategia a la brasileña, es decir, la aceptación de compromisos, de una democratización que permita las elecciones, aunque sean limitadas, y que facilite la libertad de expresión y la reactivación de la acción popular. La otra estrategia consiste en la movilización de las masas, en la reivindicación activa, no desde una perspectiva revolucionaria, en la que pocos piensan en Chile, sino con la esperanza de que una agitación social masiva pueda incitar a la Junta a desembarazarse de Pinochet y a buscar un compromiso con el centro político y social.

Hoy en día, la cuestión central es la siguiente: ¿aceptan los partidos políticos actuales participar en. elecciones limitadas, de las que quedarán excluidos los comunistas y que quizá sólo fueran parciales, reservándose el Gobierno el derecho, conforme a la Constitución, de nombrar a una parte de los diputados? Muchos miembros de la democracia cristiana, del partido socialista y, más aún, de los pequeños partidos del centro y la derecha se sienten tentados de aceptar esta solución bastarda. Frente a este peligro, el partido comunista, debilitado durante mucho tiempo por la adopción de una línea dura, relacionada con la política soviética en América Central, ha conseguido, con otras fuerzas de oposición (PRODEN), la primera gran manifestación callejera. Su capacidad de movilización es muy significativa.

Pero la oposición moderada declara sin rodeos que este programa de frente popular impulsa a la clase media hacia el poder, porque la base de la democracia cristiana es sin duda más moderada que Gabriel Valdés, que controla con dificultad la maquinaria de su partido, a pesar de propugnar la única política posible en la hora actual.

Sindicatos de estudiantes

Se trata de restablecer los nexos entre oposición política y movilización social. Son dos los elementos que pueden intervenir. En primer lugar, los sindicatos. En la actualidad son organizaciones muy débiles a causa del paro y de la postura de los oficíalistas. Los esfuerzos de coordinación a escala nacional no se han visto coronados por el éxito. Pero del sindicalismo han surgido personalidades de primer plano: Seguel, en primer lugar, y luego Bustos. Por otra parte, los sindicatos tratan, en contraposición a la tradición chilena, de reforzar su autonomía frente a los partidos políticos. El segundo elemento son los círculos universitarios. Los estudiantes han vuelto a recurrir a la agitación, que adquiere un carácter más virulento en el sector más moderno, que es la Escuela de Ingenieros de la Universidad Nacional de Chile; también es muy considerable en la Escuela de Periodismo y en el antiguo Instituto de Pedagogía. Existen también centros de agitación en las universidades católicas. Los círculos intelectuales, que han conservado en Chile un gran vigor, se alinean masivamente en la oposición.El régimen ha propuesto un programa de reformas: reconocimiento de ciertos partidos políticos, modificación por refe ' réndum de la Constitución, establecimiento del censo electoral y organización de elecciones dentro de un período de tiempo que podría ser de 18 meses o de dos años. Este programa puede colocar a la oposición en situación dificil porque, por un lado, una parte importante del electorado demócrata-cristiano es favorable a una solución limitada, y, por otro lado, los socialistas se enfrentan a una disensión inevitable, ya que no pueden escoger entre la unión con la oposición popular y la participación en una Alianza dispuesta a aceptar una solución legal limitada.

Políticamente no hay otra solución hoy en día más que la definida por Gabriel Valdés, pero constitucionalmente la oposición se ve obligada a exigir democracia para todos. Si los partidos de la oposición aceptan participar en unas elecciones de las que se haya excluido a los comunistas corren el riesgo de meterse en la boca del lobo. Así pues, la afirmación de un pacto constitucional y electoral y la elaboración de una solución política deben producirse simultáneamente.

Si la oposición es demasiado débil para sacar adelante estas dos tareas, en el momento actual debe concederse prioridad a la movilización popular, es decir, al pacto democrático. El pacto con el Gobierno deberá dejarse para una etapa posterior. El éxito de la gran manifestación del 18 de noviembre ha demostrado la posibilidad y la necesidad de una movilización masiva. Sólo el aumento de las presiones populares puede provocar la crisis en el interior del régimen.

Alain Touraine, sociólogo francés, es autor, entre otros libros, de El postsocialismo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_