El nuevo estallido de la guerra civil libanesa pone en peligro al Gobierno y al Ejército, principales instituciones del Estado
Uno tras otro, los alto el fuego solemnemente anunciados se resquebrajaron minutos después de su proclamación, y Lilbano quedó ayer sumergido en una nueva guerra civil de proporciones similares a la de septiembre, pero que amenaza ahora con romper definitivamente las principales instituciones del Estado: el Gobierno y el Ejército. Gran parte del país -desde las localidades costeras del reducto cristiano hasta la montaña drusa del Chuf y, sobre todo, la periferia sur, mayoritariamente chiita, de Beirut- vibraba ayer al ritmo de las explosiones, cuya frecuencia era de hasta dos segundos.
Indignado por lo que calificó de "brutal agresión" del Ejército contra los barrios del sur de la capital, Nabih Berri, el líder de la milicia confesional que controla esa zona, lanzó ayer un vibrante llamamiento pidiendo la deserción de los soldados musulmanes -y concretamente chiitas, que constituyen la abrumadora mayoría de la tropa- y la dimisión de los ministros musulmanes y nacionalistas del Gobierno."Si los militares libaneses", dijo durante una conferencia de prensa, "se ven obligados a intervenir contra sus familiares, es mejor que vuelvan a sus cuarteles y no salgan", porque "el Ejército, que tiene que ser el de todos los libaneses, está siendo utilizado por el régimen como un instrumento al servicio de su hegemonía". Inmediatamente después, dos de los cuatro ministros musulmanes que aún forman parte del Gabinete, el de Sanidad y el de Recursos Hidráulicos y Electricidad, presentaron su dimisión a Chafic Wazzan, que por "iniciativa personal" multiplicaba inútiles llamamientos a favor de la constitución de "un Gobierno de unión nacional que reagrupe a todas las partes implicadas en el conflicto". En septiembre, durante la anterior fase de la guerra civil, renunció el ministro druso de Hacienda.
Más grave es aún para el presidente Amín Gemayel, que se enfrenta con la peor crisis desde su acceso a la jefatura del Estado, en septiembre de 1982. Los soldados de los cuarteles Iblah, en la llanura de la Bekaa, y Henry Chehab, en el mismo Beirut, se reintegraron ayer a. sus acuartelamientos para no tener que combatir, según aseguró el propio Berri ante la Prensa.
Numerosos proyectiles disparados por la artillería gubernamental contra los populosos barrios chiitas no llegaron a estallar, según observaron los artificieros del contingente italiano de la fuerza multinacional, porque probablemente habían sido previamente desactivados por los artilleros musulmanes del Ejército, deseosos de limitar los daños causados al enemigo de la misma confesión religiosa.
Por este motivo, la ofensiva del Ejército tuvo que ser respaldada por los cañones de las fuerzas libanesas (milicias cristianas unificadas), que lanzaron incluso bombas de fósforo, y hubo que lamentar numerosas víctimas entre los cerca de 400.000 chiitas residentes en los suburbios meridionales de la capital. Un primer balance provisional situaba el número de muertos civiles en 58, y el de heridos, en 154.
Berri, abogado, de 46 años de edad, que se había, hasta ahora, caracterizado por su predisposición al diálogo, adoptó ayer un tono casi tan radical como el de su aliado druso, Walid Jumblat, al rechazar tajantemente cualquier "alto el fuego o la reanudación del diálogo con el Estado antes de que sean juzgados los responsables del sangriento ataque contra la periferia sur e indemnizada su población".
El máximo dirigente chiita, sucesor del desaparecido imán Musa Sadr, exigió asimismo la supresión de la censura de Prensa, instaurada el pasado verano, y pidió a los periodistas de la televisión que se nieguen a presentar el "telediario partidista".
El Gobierno del presidente Amín Gemayel contraatacó a través de la radio, acusando por primera vez al Ejército sirio, que controla un tercio del territorio libanés, de intervenir directamente en la contienda bombardeando zonas cristianas, y la emisora cristiana La Voz de Líbano difundía una grabación militar en la que un oficial sirio orientaba a distancia el tiro de los cañones de la milicia drusa.
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