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Melonera: el renacimiento de una uva andaluza casi extinguida

Cinco cepas silvestres han permitido a un equipo de investigadores, bodegueros y enólogos a recuperar esta variedad andaluza en Ronda y la elaboración del primer vino monovarietal con ella en 150 años

Uva melonera
Racimo de uva melonera.WE ARE GOMA
Nacho Sánchez

Cepa grande. Sarmientos pocos, tendidos, cortos. Racimos algo apretados, casi cilíndricos. Frutos medianos, duros, con listas grises que se ensanchan en su vientre. Este es un resumen de la descripción que hizo en el año 1807 el botánico Simón de Rojas de la uva melonera. El texto formaba parte de su estudio sobre las variedades de vid que había entonces en Andalucía. Décadas después, la filoxera arrasó con la inmensa mayoría de viñedos a finales del siglo XIX y esta variedad quedó prácticamente extinguida. Desapareció del mapa hasta que en 2006 una bodega de Ronda (Málaga), La Melonera, junto a un grupo de investigadores y la enóloga Ana de Castro, se propuso recuperarla. El pasado diciembre, 18 años y mucho trabajo después, han conseguido producir un vino elaborado al cien por cien con esta uva. Es el primero en casi 150 años y solo hay 360 botellas. “El objetivo es consolidarla, producir más en próximos años y que sea una variedad local con fuerza”, asegura De Castro.

La aventura para esta recuperación arranca cuando cuatro socios —que prefieren mantenerse en el anonimato— decidieron poner en marcha un proyecto que mezclaba lo inmobiliario con la elaboración vinícola. Con la participación de bodegueros como Jorge Viladomiu y Javier Suqué encontraron el lugar ideal en una finca de 200 hectáreas a las afueras de Ronda, zona de gran tradición enológica desde la llegada de los fenicios hace más de 2.500 años. Entre encinas y un paisaje natural espectacular desplegaron las instalaciones de su propia bodega, La Melonera, donde ya elaboran unas 75.000 botellas al año. También hacen unas 500 —con coupages personalizados— para cada uno de los propietarios de las 30 fincas en las que se puede dividir el recinto —la mitad están vendidas— y que cuentan con pequeños viñedos propios. Es como una cooperativa de lujo que comparte cuadrillas, enóloga, depósitos y barricas: los residentes tienen su propia producción, pero sin las complicaciones burocráticas ni el jaleo que supone hacer buen vino. Se parece a La Zagaleta en cuanto a la exclusividad, pero aquí las normas son diferentes y las casas deben estar escondidas entre la vegetación, ser blancas y usar elementos constructivos tradicionales como las tejas. Todas, claro, tienen un sótano para mantener los vinos en las mejores condiciones posibles.

Ana de Castro, enóloga de la bodega La Melonera, comprobando un vino.
Ana de Castro, enóloga de la bodega La Melonera, comprobando un vino. Garcia-Santos (El Pais)

Uno de los objetivos iniciales del proyecto fue recuperar uvas autóctonas. Y la melonera fue la primera obsesión, que sirvió hasta para bautizar el proyecto. En la biblioteca del Castillo de Peralada se halló el Ensayo sobre las variedades de la vid común que vegetan en Andalucía de Simón de Rojas y su descripción de estas cepas, de las que solo se encontró una viva en el Jardín Botánico de Madrid. La bodega firmó entonces un convenio con el Rancho de la Merced —organismo de la Junta de Andalucía enfocado al I+D+i agrario, ubicado en Jerez— para hallar más. Y salieron al campo para buscar ejemplares silvestres. Batieron Málaga y Granada en zonas cercanas a los ríos, ya que la filoxera suele evitar zonas arenosas con mucha agua y se pensaba que ese entorno podrían haber sobrevivido algunas. Encontraron cinco, que fueron plantadas en el centro de investigación gaditano y, poco a poco, fueron reproducidas. De forma paralela, arrancó todo el papeleo y los procesos para que tanto los organismos españoles como europeos validaran esta variedad.

En 2022 lo consiguieron. Para entonces ya habían plantado algunas cepas en apenas 1,5 hectáreas de la finca de Ronda. En verano de 2024 la uva melonera pasó a formar parte del Consejo Regulador de vinos de Málaga y, con su sello de Denominación de Origen Sierras de Málaga, se lanzaron las primeras 360 botellas bajo el nombre de Yo solo. Están elaboradas con levaduras autóctonas y poseen un clarificado natural. La fermentación es en barrica abierta, donde luego —ya cerrada— pasan doce meses. “Tienen un toque sutil, ligero y en nariz aires a sandía, aunque después evoluciona”, dice Ana de Castro. Con un precio de 80 euros la unidad, esta mínima producción se guarda hoy con mimo en cajas de madera individuales y bajo llave. Algunos pocos restaurantes la ofrecen, como Albacara en Ronda o Vertical Wines y Araboka en la capital malagueña.

Aceite, pan y vino

Bodegón de varias botellas de la bodega La Melonera.
Bodegón de varias botellas de la bodega La Melonera. Garcia-Santos (El Pais)

“Ha sido un trabajo en equipo, colectivo, que es extraordinario. Recuperar variedades autóctonas es muy positivo”, asegura José Manuel Moreno, uno de los responsables del Consejo Regulador malagueño que ha seguido desde cerca todo el proceso. La inclusión de la uva melonera en el organismo permite ahora que más productores puedan utilizarla. “Bienvenidos sean para conseguir la consolidación de la variedad en la zona, lo difícil es conseguir sarmientos”, añade Elena Martínez, directora general de La Melonera, en uno de los salones de la bodega. A su alrededor hay una chimenea encendida, un piano que pide unas manos y una gran cristalera con preciosas vistas a la Sierra de las Nieves. Cerca hay una cocina y una sala de catas para los grupos que acuden a visitarles, que también pueden probar aceite de elaboración propia.

Los visitantes escuchan allí el proceso recorrido para dar una nueva vida a esta uva, cuyas “listas grises” que señalaba el botánico hacen que su imagen sea muy singular, ya que realmente parece un pequeño melón. Es una de sus peculiaridades, como su baja producción —con suerte dan tres racimos, una cuarta o quinta parte que otras cepas— y que sus primeros cuatro sarmientos sean improductivos: solo dan uva a partir del quinto. Además, posee una cosecha tardía, que se realiza a finales de octubre o principios de noviembre, cuando en Málaga la vendimia empieza entre julio y agosto.

Vista de la bodega La Melonera.
Vista de la bodega La Melonera. Garcia-Santos (El Pais)

En la finca —donde el chef Benito Gómez tenía pensado trasladar Bardal en una iniciativa que finalmente se vino abajo por desacuerdos entre las partes— también han empezado a elaborar aceite con aceitunas locales y han arrancado un proyecto para cultivar de la variedad escaña en la localidad cercana de Cuevas del Becerro para fabricar pan para las catas. Sin embargo, la mayoría de recursos se centran en potenciar la uva melonera y hacer hueco a otras autóctonas: tintilla de Rota, vijiriega, blasco o moscatel morisco entre ellas. También romé, un tesoro de la comarca de la Axarquía de la que aquí cuentan con cuatro de las únicas ocho hectáreas que existen en la actualidad. Están plantadas en una treintena de pequeños viñedos repartidos por el terreno, protegidos por un viejo encinar y la suerte de contar con varios manantiales que aseguran el riego cuando es necesario porque la lluvia no llegue. Con ellas elaboran sus otros vinos: La encina del inglés (blanco y tinto), Payoya negra (tinto) y Yo solo, que también tiene una versión que fusiona la melonera con tintilla y blasco. Además, pronto sacarán al mercado un rosado con crianza y un naranja bajo la marca Salinete y en pequeñas ediciones de unas 3.000 botellas.


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