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Adiós a la escuela centenaria de la abuela

El centro concertado de Barcelona echa el cierre castigado por la pandemia y los problemas económicos

Escola Carme Barcelona
La directora de la escuela El Carme de Barcelona, se despide este jueves de los alumnos, antes de cerrar definitivamente.Gianluca Battista

A la escuela del Carme de Barcelona le quedan cuatro años para cumplir los 100 años. Y ya no lo hará. Este jueves ha sido el último día en que los alumnos pisaban sus aulas, correteaban por los pasillos o jugaban en el patio. La escuela -concertada- cierra definitivamente, ahogada por los problemas económicos, con el lamento de que se pierde un legado familiar de tres generaciones. “Cerrar una escuela no es agradable, pero es triste cerrar la de tu abuela, la que ha formado a medio barrio, aquí han venido hijos y nietos de antiguos alumnos, ha sido un gran impacto para el barrio”, lamenta la directora Montserrat Pinyol, nieta de la fundadora.

La escuela fue creada en 1927 por Elena Girol, una maestra llegada de Ronda (Málaga), que acogió las primeras alumnas en su propia vivienda. Sí, alumnas, porque al principio solo aceptaba niñas. “Iba familia por familia para convencerlas que dejaran estudiar a las niñas, intentaba sacarlas de las fábricas. Ella creía que todas las niñas tenían que saber leer y estudiar”, relata Pinyol.

Con los años, la escuela creció, se hizo mixta y amplió instalaciones. Pero en 2020 el confinamiento les dio una estocada mortal. “Íbamos bien, pero la pandemia fue un varapalo difícil de superar. Teníamos mucha comunidad china que se marchó a su país, y la mayoría no han vuelto”, tercia Pinyol. A ello se suma el gran número de alumnos vulnerables que tienen matriculados. “Estos alumnos están ocupando una plaza, pero no la pagan, y el dinero que llega de la Generalitat no cubre los gastos”, añade. Como medida de lucha contra la segregación escolar, Educación estableció desde este curso una reserva de plazas para que las escuelas concertadas también asuman parte de este alumnado, con una compensación de 988 euros anuales por alumno, un importe lejano de lo que habitualmente pagan las familias de la concertada.

Escuela Barcelona
Una profesora con sus alumnos en la escuela El Carme de Barcelona, el 12 de junio.Gianluca Battista

Además de este, la escuela también debe asumir parte del coste del comedor escolar de este alumnado, ya que las becas cubren un importe máximo -6,54 euros-, pero el precio del menú en la concertada acostumbra a ser superior, así que la diferencia corre a cargo del centro si la familia no puede pagar.

Todo ello, sumado al descenso de la natalidad, que también está castigando a las concertadas, ha dado la puntilla final al centro. “No somos ni la primera ni la última escuela que cerrará”, avisa Pinyol. ¿Y por qué cierra El Carme es la única que cierra? Muchos centros de titularidad privada con este perfil de alumnado arrastran los mismos problemas, pero en este caso es una escuela familiar, sin una gran orden religiosa detrás que les auxilie.

Antes del fatídico intentaron negociar con el Consorcio de Educación de Barcelona el paso a la red pública, pero no lo lograron: “Buscan edificios para hacer institutos escuelas, pero nosotros estamos dispersos en cuatro edificios, y no interesa. Además, en el distrito no faltan plazas en la pública. Nos han puesto una alfombra roja y todas las facilidades para que cerremos. En ningún momento nos han preguntado si nos podían ayudar en algo”, lamenta la directora.

A pesar del trastorno que comporta el cierre, el anuncio se hizo con antelación suficiente -se avisó a la Administración en octubre y a las familias en febrero- y se ha podido recolocar a los casi 200 alumnos en las opciones deseadas: el 60% irán a los Maristas, que ha ampliado líneas, y la mayoría del resto a otros centros concertados. “Es triste irse de aquí porque ha durado muchos años”, lamenta Marc, que cursa 5º de primaria y es nieto de la directora, durante una pausa del recreo. Sus compañeros asienten, y aseguran que echarán de menos a compañeros y maestras. Otros, como Emma, también muestran optimismo. “Llevo muchos años aquí y no me quiero marchar, pero también tenemos que ir cambiando”, apunta. No tan fácil lo tendrán casi la veintena de profesores del centro, que deberán buscar trabajo.

Alumnos de primaria en la escuela El Carme de Barcelona.
Alumnos de primaria en la escuela El Carme de Barcelona.Gianluca Battista

Cambios y más cambios

El resto de alumnos y profesores de Cataluña cierran este jueves un curso, marcado por los cambios: empezó estrenando el nuevo calendario escolar, avanzando una semana el inicio de las clases e implantando una jornada intensiva en septiembre que se compensó con unas tardes de ocio educativo, con monitores, que fue un fiasco total y que costó casi 12 millones, con lo que Educación se vio obligada a no repetir la experiencia el curso próximo.

Pero las protestas que había generado el calendario escolar se desactivaron, después que el Departamento aceptara, cuatro días antes de empezar el curso, reducir una hora lectiva al profesorado, lo que implicó la incorporación de unos 3.500 profesores en enero. No obstante, lo que parecía una buena medida, no se libró de la polémica y las quejas de los docentes, porque ello obligaba a rehacer todos los horarios -especialmente tedioso en secundaria- solo tres meses después de iniciar el curso.

El año académico también ha estado marcado por otras novedades como la implantación progresiva de los nuevos currículos escolares -con aprendizajes más competenciales-, el descenso de las ratios en Infantil3 o la gratuidad en la etapa Infantil2 en las guarderías públicas, pero otras no han cambiado, a pesar de los esfuerzos del Departamento, como la aplicación del 25% de castellano en las aulas en las escuelas con sentencia judicial o la financiación a las escuelas del Opus Dei.

El curso no se ha librado de numerosas polémicas, desde los problemas de climatización de las aulas; la lentitud del proceso de matriculación en la FP, que hizo que miles de alumnos comenzaran las clases semanas más tarde; la falta de profesores especialistas en la secundaria y la FP; los malos resultados de los alumnos en ámbitos esenciales como las Matemáticas o la comprensión lectora; o los tropiezos en el gran proceso de conversión de interinos de larga durada en funcionarios.

Todo ello ha precipitado la caída de Josep Gonzàlez-Cambray después de dos años como consejero, y la entrada de Anna Simó, a la que esperan todas estas carpetas pendientes de cara al nuevo curso, y que se espera que desgrane sus prioridades en el pleno especial sobre Educación que tendrá lugar el martes próximo en el Parlament.

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