Aragonès cambia a sus consejeros más polémicos para insuflar oxígeno a ERC ante el 23-J
El ‘president’ reemplaza a Juli Fernández y a Josep Gonzàlez-Cambray con la idea de completar la legislatura hasta 2025
Los Ejecutivos monocolor impiden generalmente separar la estrategia de gobierno de la de partido. Si es que la hay. Los cambios en el Gobierno de la Generalitat anunciados este lunes por su presidente, Pere Aragonès, son un ejemplo de la dificultad para encontrar qué se corresponde con qué. Con el adelanto de las elecciones generales al caer y las siglas de ERC arrastrando un mal resultado en las pasados comicios municipales, el republicano no ha dudado en usar la ventana de oportunidad que brinda el diseño de las listas electorales para reemplazar a los dos consejeros de su gabinete que más polémicas arrastraban, Juli Fernández (Territorio) y Josep Gonzàlez-Cambray (Eduación). Aragonès ha aceptado que esos cambios, junto con el de la titular de Acción Climática, Teresa Jordà, buscan darle un empujón a un Govern que quiere que dure hasta 2025 pero a nadie se le escapa que envía guiños a un votante de ERC desmovilizado.
“Este Gobierno tiene la voluntad de cumplir la legislatura hasta 2025″, ha asegurado Aragonès en una comparencia en la galería gótica del Palau de la Generalitat. “Estos nombramientos nos permitirán afrontar con energías renovadas los retos que tenemos delante”, ha apostillado. La lectura desde la dirección del partido ha sido la misma. Las modificaciones, según la portavoz Marta Vilalta, permiten “enfocar la segunda etapa de la legislatura”.
La suerte de Jordà había quedado clara cuando el pasado sábado, en el Consejo Nacional del partido, Junqueras la propuso como tándem de Gabriel Rufián para la lista de ERC por Barcelona el 23-J. Su listón está muy alto: 13 diputados. La ya exconsejera de Acción Climática, del ala más combativamente independentista del partido y exalcaldesa de Ripoll había logrado surfear la crisis derivada de la sequía, con el sector agrícola controlado y avanzando en proyectos de implantación de energías renovables que antes su partido había criticado. Su designación como candidata abría un hueco en el Ejecutivo que era necesario llenar. De hecho, que sea David Mascort el elegido para reemplazarla muestra que se trata de un cambio meramente instrumental: él ha sido su número dos toda la legislatura y su carrera se forjó en la política municipal en Girona.
El movimiento coincidía con voces dentro de la formación que pedían hacer retoques en el Govern para garantizar una mejor sintonía. Sobre la mesa estaban los titulares de Educación y de Territorio. Joan Ignasi Elena, el responsable de Interior, ya había sido reprobado por el Parlament pero ni eso lo hacía entrar en esa lista de posibles cambios. Con Gonzàlez-Cambray el problema era de serio desgaste: su maltrecha relación con profesores y sindicatos alejaba además al votante republicano de la comunidad educativa, un público anteriormente muy mimado por el partido.
Dentro de ERC se le reconoce al ahora exconsejero —propuesto en su día por Aragonès— como quien ha dado la cara en cambios tan trascendentes como la universalización de la educación 0-3, prácticamente revertir los recortes que se arrastraban desde 2011 o el cambio en el calendario escolar. Pero el grado de conflictividad con los sindicatos habían llegado a un punto de no retorno. Que su relevo, la exconsejera de Bienestar en el primer Ejecutivo tripartito Anna Simó, haya sido hasta hace poco presidenta del Consell Educatiu de Catalunya muestra la intención de alinear a los diferentes actores y abrir una etapa que rentabilice los avances alcanzados. Simó vuelve a la primera línea después de que se acabara su condena de inhabilitación: estaba en la mesa del Parlament que aprobó las llamadas leyes de desconexión en 2017.
Necesidad de cambio
Aunque en el Govern se aceptaba la necesidad del cambio, no veían la manera de encuadrarlo sin dar la imagen de debilidad. Se dejó pasar el tiempo. Mientras que el desgaste de Gonzàlez-Cambray era de fondo, el de Juli Fernández en Territori se podría definir de sprint. El exalcalde de Sabadell llegó al Govern en octubre pasado, después de la salida de Junts del Ejecutivo. Su perfil propio tanto en lo político con lo personal terminó convirtiéndose en problema cuando Esquerra terminó aceptando construir un tramo de la vía orbital de Barcelona B-40 a cambio del sí de los socialistas a las cuentas de la Generalitat. Fernández, cuando fue alcalde, había liderado de una manera muy personalista el ‘no’ a esa infraestructura. El convenio con el Gobierno central sobre esa vía sigue sin cristalizarse y será su relevo, Ester Capella, quien se encargue de llevarlo a feliz término. En Sabadell, ERC se dejó más 8 puntos porcentuales de voto si se comparan las elecciones municipales de 2015 y 2019.
El movimiento de Capella tiene, por su parte, dos derivadas adicionales. Era la número tres de la lista de Ernest Maragall en Barcelona y, como no pedirá el acta, deja puesto a Jordi Coronas, el concejal que hasta ahora era el fontanero del grupo municipal. Por otro, la curtida consejera era hasta ahora la delegada de la Generalitat en Madrid, un puesto que Aragonès ha explicado que dejará vacante hasta que se se forme el nuevo Gobierno central. ERC lee que la capacidad negociadora y de contacto de Capella es ahora más útil en Territorio, con la B-40 o la ley de vivienda pendientes de avances, que en un diálogo congelado en Madrid.
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