La metrópolis y sus estados de ánimo
En Los Soprano hay un gánster que tiene dolores de espalda de origen psicosomático debido al sentimiento de culpa que le produce ser confidente de la policía. Todo nos lo echamos a la espalda: no solo los sacos de cemento y las mochilas y hasta los bebés de siete u ocho meses, que ya pesan lo suyo, sino las frustraciones, las penas, los secretos vergonzosos, las pérdidas inconfesables… Las consultas médicas están llenas de pacientes con “dolores de espalda”, que se dividen en dorsalgias, cervicalgias y lumbalgias. Las más misteriosas, para mí, son estas últimas, pues el hecho de que sucedan en la “región lumbar” les proporciona un carácter, digamos, misterioso. De hecho, el término “región” resulta un poco inespecífico o así nos lo parece cuando nos hablan de la región ártica o de las regiones amazónicas. No acaba uno de ver mentalmente sus fronteras.
Con la región lumbar sucede algo parecido: sabemos que se encuentra allá, lejos, nada menos que entre el final de la espalda y el principio de la pelvis. Un espacio un poco vacío e indeterminado, pero que cuando se pone a doler te amarga el día o las semanas. La propia medicina se muestra algo impotente ante las patologías de esta comarca anatómica que bombardeamos con analgésicos y antiinflamatorios que no siempre funcionan.
—¿Es aquí donde duele? —parece preguntar la doctora.
—Más bien aquí —da la impresión de indicarle la enferma con la mano.
La Región Lumbar, en fin, es una especie de Siberia alejada de los centros de poder, pero a la que le afectan los estados de ánimo de la metrópolis.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.