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La oración de Baba Sy: cómo el dj senegalés rescata la memoria de los africanos que mueren tratando de llegar a Europa

El también productor musical y activista ha creado a un ‘alter ego’ llamado Pasaporteman, concebido como “el Superman de la diáspora africana”

El músico y activista senegalés Baba Sy, fotografiado en la nave industrial FOC, sede del centro cultural autogestionado donde tiene su cuartel general, en el barrio barcelonés de la Marina del Prat Vermell.
El músico y activista senegalés Baba Sy, fotografiado en la nave industrial FOC, sede del centro cultural autogestionado donde tiene su cuartel general, en el barrio barcelonés de la Marina del Prat Vermell.Dani Pujalte
Miquel Echarri

“Lo primero que pierde un africano en cuanto llega a Europa es su cultura”, nos cuenta Baba Sy, dj, productor musical y activista senegalés residente en Barcelona. A cambio, añade, “recibe un carrito de supermercado para que se dedique a recoger chatarra. Y eso es todo lo que la gente ve. El carro y al hombre de piel negra que lo empuja. El chatarrero que viene de muy lejos, el buscavidas, el extraño, la amenaza”. Sy insiste en que los que cruzan el Estrecho o el brazo de mar que separa Senegal, el Sáhara y Mauritania de las islas Canarias son individuos dignos, “con su identidad, sus valores, su inteligencia, sus cualidades y sus principios”. Gente, muy a menudo, bien formada, con inquietudes y, además, “auténticos guerreros, porque el salto a Europa es una terrible prueba, tanto física como psicológica, que te obliga a enfrentarte no solo al mar, sino también a múltiples peligros y a tus miedos”.

Él es un producto más de esa diáspora, pero también, según asume con naturalidad, “un privilegiado”. Después de todo, no tuvo que afrontar el atroz viaje iniciático a través de redes migratorias clandestinas, que cuesta la vida a alrededor de 1.300 africanos cada año. Sy, de etnia fulani, nacido en la ciudad industrial de Thiès en 1986 y criado en Dakar, llegó a Canarias a bordo de un avión con el cambio de siglo, poco después de cumplir 14 años. En el archipiélago se reunió con su madre, pudo completar sus estudios, jugó al fútbol con cierto éxito en varios clubes locales, trabajó en empresas de automoción, cafeterías y tiendas, y empezó a probar suerte en el mundo de la música.

En 2005, tras un corto periodo con sus hermanos en Mallorca, recaló en Barcelona. En su nueva ciudad de adopción conseguiría muy pronto abrirse paso como dj, con unas inquietas y desprejuiciadas sesiones en la sala Razzmatazz (a menudo, en compañía del selector Miquel Pàmies, primo de una de las estrellas de la escena local, DJ Buenri) que hoy recuerda como su auténtico bautismo de fuego en las cabinas. Por entonces, la escena electrónica de la capital catalana era un monocultivo de la electrónica gélida de inspiración alemana. Él se trajo en el zurrón el interés por el hip hop senegalés e internacional, el jungle, el drum and bass, el UK garage, la electrónica afrolatina y, en general, casi cualquier sonido que integrase una cierta dosis de polirritmia africana. Más que perforar tímpanos y dislocar caderas, se propuso desde el principio divulgar los sonidos del África urbana, mestiza y contemporánea, un ecosistema cultural y humano “que poco tiene que ver con esa África de postal exótica que muchos europeos imaginan”.

Sy, durante los ensayos de uno de sus espectáculos, en el espacio conocido como “La Playa”, una especie de hangar cultural en el espacio FOC, en una zona popular de Barcelona.
Sy, durante los ensayos de uno de sus espectáculos, en el espacio conocido como “La Playa”, una especie de hangar cultural en el espacio FOC, en una zona popular de Barcelona.Dani Pujalte

Sy nos recibe en la nave industrial de FOC, el centro cultural autogestionado del barrio barcelonés de la Marina del Prat Vermell, entre el mar, la montaña de Montjuïc y el polígono industrial y logístico de Zona Franca. En este espacio, compartido con la escuela experimental de artes Choro y la galería independiente Cordova, tiene su sede Jokkoo, el proyecto de dinamización y activismo antirracista que Sy y la dj catalana de origen senegalés Maguette Dieng fundaron en 2017. Hoy, el colectivo cuenta con seis miembros de perfiles complementarios, hijos todos del éxodo. Aquí organizan, según cuenta Baba, “talleres de producción musical y de eventos, conciertos y sesiones de dj experimentales y minoritarios (arte marginal, como nos gusta llamarlo), charlas, performances… De todo”. Han participado también en las fiestas del barrio, en actividades participativas orientadas a adolescentes, ancianos o recién llegados, así como en las jornadas de arte independiente que Choro organiza en el cercano centro juvenil La Bàscula. Sy muestra el amplio espacio central diáfano, conocido como “la Playa” y parecido a un hangar de aviación, en el que toman cuerpo sus iniciativas más audaces: “Cualquier idea que no tenga cabida en un club convencional, pero tal vez sí en galerías alternativas y espacios como el Macba o La Casa Encendida (en Madrid), con los que colaboramos habitualmente, pasa primero por este sitio, que es nuestro laboratorio y nuestra incubadora de proyectos. Nos gusta que esté en un barrio periférico, popular y con una oferta cultural más bien escasa. Mejor intentar crear comunidad en un entorno así que en un lugar en el que ya tienen de todo”.

Sy nos invita a compartir un agua de jengibre en el altillo en que ha instalado su despacho, una habitación donde el graznido de las gaviotas se mezcla con los temas del proyecto musical paralelo del que quiere hablarnos, su nuevo alter ego, Pasaporteman. Se trata, según cuenta, de “un concepto y un personaje” concebido como “el Superman de la diáspora africana”. Un redentor, un justiciero empeñado en preservar la memoria “de los que mueren casi a diario en el difícil tránsito a Europa”, y que van a parar a ese par de gigantescas fosas comunes en que se están convirtiendo el océano Atlántico y el desierto mauritano y saharaui. A Sy, un hombre cordial y empático, que se expresa en un más que correcto castellano con suave acento canario salpicado de palabras en francés, inglés y wolof, se le estrangula la voz cuando hace referencia a esta catástrofe cotidiana: “Si los cadáveres de nuestros predecesores, traídos por la fuerza en los siglos del comercio de esclavos o empujados a emigrar en los últimos años por la necesidad y el expolio que sigue padeciendo África, flotasen en ese tramo del Atlántico que separa Senegal de Canarias, formarían un puente que permitiría a los africanos entrar en la Unión Europea andando”.

Bajo el paraguas de Pasaporteman, la más comprometida de sus identidades artísticas alternativas (tiene alguna otra, como DEER, más centrada en la electrónica experimental de amplio espectro), ha dedicado sendos temas a los “cementerios del mar” y los “cementerios de arena” y un tercero al “cementerio de la cultura”, que condena a los que sobreviven a la travesía a perder su identidad y sus raíces. Parte de la música que escuchamos mientras su autor explica el concepto pertenece a esta última sesión, una poderosa letanía vanguardista que enlaza, sobre una tenue base rítmica y melódica, los sonidos captados por Sy durante sus últimas vacaciones en Dakar, empezando por la llamada a la plegaria de los muecines. Es una oración fúnebre dedicada tanto a los que mueren como a los que ven sepultadas sus ilusiones.

Europa, según concluye Baba, es un islote de prosperidad material en un mundo que agoniza. Y ha optado por blindarse para no compartir su opulencia y sus privilegios: “El de la inmigración masiva es un problema complejo, lo asumo. No sé cómo podría resolverse. Tal vez ayudaría a paliarlo una política seria de contratación en origen, porque Europa necesita y va a seguir necesitando inmigrantes. Y es muy egoísta y muy mezquino pretender que vengan jugándose la vida para ser tratados a continuación como ciudadanos de segunda, sin apenas derechos, padeciendo la explotación laboral y bajo riesgo de expulsión continua. Que los traigan aquí con un sueldo razonable, buenas condiciones laborales y un visado de seis meses que se pueda prorrogar en el caso de que todo vaya bien y ellos quieran quedarse. También considero necesaria una ayuda efectiva al desarrollo, no un simple pacto de intereses que enriquezca aún más a las élites africanas corruptas y perjudique a los ciudadanos, como ocurre, por ejemplo, con los acuerdos pesqueros entre mi país y la Unión Europea”.

Una vez más, admite que él tuvo suerte, ya que pudo regularizar su situación en España sin más peajes que un calvario burocrático de varios meses. Pero también le tocó padecer el reverso oscuro de la inmigración africana en el primer mundo: “Más que un rechazo racista violento, he sufrido el doble rasero de una sociedad que practica la exclusión sistemática. Cobrar un mísero sueldo de 30.000 pesetas mensuales cuando tus compañeros blancos cobran 75.000 por hacer el mismo trabajo, tener que quedarme a acabar la faena cuando todos los demás se habían ido porque mi situación era más precaria que la suya y se me exigía el doble de esfuerzo si quería conservar mi empleo. No me quejo, es lo que me tocó vivir y también he encontrado a personas honestas que me han dado oportunidades y me han tratado dignamente sin que les importase el color de mi piel. Otros lo han pasado mucho peor que yo. Pero lo que me parece inaceptable es que se diga que los que vinimos de fuera lo tenemos más fácil que la población nativa o que se nos eche la culpa de casi todo lo que va mal en España”.

Sy lidera, junto a la 'dj' catalana de origen senegalés Maguette Dieng, el proyecto de dinamización y activismo antirracista Jokkoo, fundado por ambos en 2017.
Sy lidera, junto a la 'dj' catalana de origen senegalés Maguette Dieng, el proyecto de dinamización y activismo antirracista Jokkoo, fundado por ambos en 2017.Dani Pujalte

Pasaporteman es un proyecto que Sy define como “radical y muy político”, porque resulta imposible, en su opinión, refugiarse en la moderación y la asepsia ideológica cuando la materia prima de la que te nutres es un problema urgente y candente. En el tema dedicado a los cementerios del mar, Sy recoge testimonios de “madres, hermanas y esposas” de los que se dejaron la vida en la travesía atlántica y hoy “alimentan a los peces”. Más cruda aún es su visión de los cementerios de arena. De ese desierto al que van a parar algunos de los migrantes en pleno tránsito detenidos por la policía de Marruecos o el resto de cancerberos a sueldo que se están encargando de proteger los accesos a la fortaleza de la Europa comunitaria: “Ya ni siquiera los devuelven a sus países de origen. Los abandonan en el desierto sin alimentos ni recursos de ningún tipo. Muchos de ellos mueren. En ese tema se explica cómo las víctimas de esta terrible injusticia acaban envueltas en mortajas de granos de arena. Y cómo algunas partículas de su carne y sus huesos descompuestos acaban llegando a Europa cuando sopla el viento del Sáhara, de manera que a los europeos les acaban entrando por la boca. Ningún europeo es vegano. Todos se han alimentado en alguna ocasión de la carne de los migrantes africanos abandonados en el desierto”.

La pista que recoge las oraciones de los que están a punto de perder su cultura dio pie a una performance realizada en colaboración con Cordova y presentada por vez primera en Sâlmon, Festival de Artes Vivas de Barcelona. Para la ocasión, Sy invitó a “dos profesionales de la lucha senegalesa, un deporte tradicional muy popular en el país y bastante similar a la lucha canaria”. Iluminados por un único foco, procedente de un carro de supermercado suspendido en el aire, los luchadores se enzarzaron en un combate ritual que consiste en unos pases de baile, una fase de tanteo y, por fin, ese duelo que Sy concibió como una metáfora visual del enfrentamiento con la naturaleza y el azar de los que deciden emprender la gran travesía: “Partí de esa imagen, dos cuerpos entrelazados, dos hombres realizando un esfuerzo físico muy intenso, en estrecha conexión con sus cuerpos, sus mentes y su cultura, y lo convertí en un concepto visual que creo que ilustra esa idea de tránsito de un mundo a otro, con su esperanza y sus riesgos”.

Un esfuerzo hercúleo que puede conducir a una vida tal vez mejor, pero también a una cierta melancolía: “Siento que los africanos que nos hemos instalado en Europa tenemos la responsabilidad de tejer redes de intercambio. Conservar el contacto con nuestras raíces, darlas a conocer, contribuir a que mejore la imagen del continente. Y también compartir con nuestras comunidades de origen la experiencia de haber vivido aquí y aprendido a hacer las cosas de otra manera. Esa es la esencia de Jokkoo, de Pasaporteman y de casi todo lo que hago”.

Sobre la firma

Miquel Echarri
Periodista especializado en cultura, ocio y tendencias. Empezó a colaborar con EL PAÍS en 2004. Ha sido director de las revistas Primera Línea, Cinevisión y PC Juegos y jugadores y coordinador de la edición española de PORT Magazine. También es profesor de Historia del cine y análisis fílmico.
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