Los testimonios de la población que supera los 100 años se apagan
En España, solo un 0,03% de la población supera los 100 años. Apenas quedan ya testimonios directos de quienes vivieron episodios clave del país como la dictadura de Primo de Rivera, la proclamación de la República o la Guerra Civil
La celebración el pasado 6 de junio del 80º aniversario del desembarco en Normandía evidenció un problema de cierto calado: ya apenas quedan supervivientes de aquella jornada decisiva que alteró el curso de la Segunda Guerra Mundial. Tres días antes, la BBC entrevistaba al veterano británico Cliff Dalton, integrante en su día del Segundo Batallón del Regimiento de East Yorkshire, en el que ingresó cuando acababa de cumplir 18.
Dalton, nacido en Hull en 1906, posó para el reportaje cargado de medallas y explicó que su travesía al otro lado del canal de la Mancha fue en realidad un acto de impaciencia juvenil: se hartó de la “tediosa” instrucción militar en el cuartel de Southend, junto al delta del Támesis, y se ofreció voluntario. El recluta, uno de los pocos del Reino Unido que se mantienen lúcidos y saludables 80 años después de batirse el cobre por su país en el litoral francés, había desembarcado en la playa normanda de Gold Beach el 10 de agosto de 1944, dos meses después del día D. Es decir, que formó parte de una remesa tardía, no de la épica incursión en la que 130.000 soldados británicos y estadounidenses consiguieron establecer una cabeza de puente en el territorio controlado por el Tercer Reich.
En España, solo alrededor de 16.000 personas (el 0,03% de la población) superan los 100 años. Eso supone que apenas queden ya testimonios directos de acontecimientos cruciales en el siglo XX español como la dictadura de Miguel Primo de Rivera (1923-1930) o la proclamación de la Segunda República (14 de abril de 1931). Los últimos combatientes de la Guerra Civil son ahora un puñado de centenarios cada vez más propensos al olvido y, ya en 2022, solo quedaban tres de los 45.000 soldados que prestaron armas en territorio soviético con la División Azul.
Óscar Rodríguez Barreira, profesor de la Universidad de Almería y coordinador del proyecto colectivo de historia oral El franquismo desde los márgenes, explica que la escasez de testimonios empieza a afectar a áreas de investigación sobre nuestro pasado colectivo, como “la inmediata posguerra, el primer franquismo y la larga etapa de aislamiento internacional y autarquía económica previa al Plan de Estabilización [1959]”. En palabras de Rodríguez, “en España disponemos de un parque de centenarios y nonagenarios que conservan memoria íntima de esos acontecimientos y que nunca, o muy rara vez, han sido consultados al respecto”. Se trata, en su opinión, “de un potencial tesoro historiográfico que se va extinguiendo gradualmente”.
Tal y como recuerda Rodríguez, cuando se entrevista a un centenario, “no se trata tanto de establecer verdades empíricas como de devolverle a la historia una dimensión humana fundamental: cómo se vivieron los acontecimientos, qué percepciones existían en la época, qué impacto causaron en sus testigos indirectos o en los que padecieron sus consecuencias”.
Fernando Hernández Holgado, profesor de la Universidad Complutense de Madrid y autor de libros como El pensamiento militarista o Morir en Madrid (1939-1944), denuncia “la relativa falta de interés de instituciones y centros académicos por crear repositorios de fuentes orales”. Destaca algunas iniciativas “muy valiosas”, como “el archivo de entrevistas con militantes de avanzada edad que ha realizado Comisiones Obreras o el extraordinario trabajo de las historiadoras vascas Miren Llona y Nerea Aresti”. Él mismo ha contribuido al rescate de esa memoria lejana en proceso de extinción con la coordinación de proyectos como una serie de entrevistas a reclusas de las prisiones franquistas en el que han participado sus alumnos: “Hablar con supervivientes es una auténtica autopista hacia el conocimiento. He comprobado hasta qué punto puede fomentar y consolidar vocaciones de historiador, porque muestra a los jóvenes que están trabajando con materia viva, con experiencias en primera persona, y esa intensidad y esa calidez emocional se transmiten”. Hernández Holgado exhorta a las administraciones a “combatir esa tendencia a la privatización de los archivos documentales financiando proyectos de historia oral, que son antídotos formidables contra el olvido selectivo”.
Claudio Hernández Burgos, profesor de la Universidad de Granada y autor de El franquismo se fue de fiesta. Ritos festivos y cultura popular durante la dictadura, añade: “Necesitamos una estrategia para acceder a ese tesoro que son los recuerdos de los entre 15.000 y 20.000 centenarios que viven ahora mismo en España”. Entre ellos, habrá al menos, dice, “unos pocos miles con algo sustancial y revelador que compartir, y ayudarlos a que lo hagan debería ser una prioridad académica y política”. A él le convirtieron en historiador las largas conversaciones con su abuelo: “Creo que ahí está la clave. Además de interrogar a las fuentes, debemos, siempre que sea posible, cotejar ese conocimiento libresco escuchando a nuestros mayores”. Recabar fuentes orales es un ejercicio “técnico” en el que se echa mano de una metodología rigurosa. Pero, en esencia, explica Hernández Burgos, es “un ejercicio de escucha perspicaz y empática”.
En contra del “pacto de silencio al que con frecuencia nos invitan las élites”, el profesor asegura que la mayoría de los testigos centenarios están “más que dispuestos a hablar, sobre todo si les dejas claro desde el principio que quieres escucharlos porque consideras que sus experiencias merecen ser preservadas del olvido”.
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