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Las almas errantes del ‘Titanic’ senegalés

Hace ahora 20 años, el 26 de septiembre de 2002, se produjo frente a la costa de Gambia uno de los peores naufragios de la historia. Un barco se hundió con unas 2.000 personas a bordo. Solo sobrevivieron 64. Los familiares de los fallecidos siguen reclamando justicia.

Una mujer observa, el 29 de septiembre de 2002, tres días después del accidente del Joola, fotos de cadáveres encontrados.
Una mujer observa, el 29 de septiembre de 2002, tres días después del accidente del Joola, fotos de cadáveres encontrados.Seyllou (Epa / Efe)
José Naranjo

Todo salió mal aquel 26 de septiembre de 2002. La noche, el aguacero, un barco sobrecargado y con problemas técnicos, la escasez de botes salvavidas, la lentitud del rescate. A las once de la noche, el ferri Le Joola, que hacía la travesía entre las ciudades senegalesas de Ziguinchor y Dakar, se hundía frente a las costas de Gambia con unas 2.000 personas a bordo. Sobrevivieron 64, lo que la convierte en una de las peores tragedias marítimas de la historia, con más muertos que el Titanic. Veinte años después, los familiares de las víctimas siguen reclamando justicia y que los restos del barco sean reflotados para tener un lugar donde llorar a sus muertos. “Ellos nos visitan en sueños y visiones, quieren descansar”, asegura Eli Diatta, hermano de una de las víctimas. La herida sigue abierta.

Aquella mañana de septiembre, la casa del entrenador y exjugador de la selección senegalesa de fútbol Michel Diatta, hermano de Eli, era un hervidero de niños de entre 10 y 15 años. Los 26 chavales, emocionados, impacientes, se disponían a viajar con su preparador hasta Fatick para jugar un torneo. “Aquel salón estaba lleno de vida”, recuerda su hermano. “Al día siguiente, mi madre me dice que había escuchado en la radio que Le Joola había naufragado. Fui al puerto a recabar información y me encontré de frente con la catástrofe: todo el mundo lloraba y gritaba, muchos de ellos desplomados en el suelo”, recuerda. Las noticias iban llegando a cuentagotas. Todos los niños y el propio Michel Diatta murieron tragados por el mar.

El barco, construido en unos astilleros alemanes y comprado por el Estado de Senegal, tenía una capacidad de 550 personas. Aquel día se apiñaban a bordo unas 2.000. Cuando una tormenta les sorprendió a la altura de las costas de Gambia, muchos pasajeros corrieron a protegerse de la lluvia en la zona de babor y el ferri se escoró por el peso y acabó dándose la vuelta. Cientos quedaron atrapados en su interior. Mariama Diouf, de 38 años y embarazada de cuatro meses, logró nadar, salir a la superficie y encaramarse a la quilla junto a una veintena de supervivientes, desde donde se escuchaban los gritos y llantos desesperados de quienes estaban debajo. Los servicios de rescate tardaron más de 12 horas en llegar hasta el lugar del accidente.

La lista oficial habla de 1.863 fallecidos —entre ellos, una madre y sus dos hijos españoles que hacían turismo en Senegal—, pero un recuento posterior, elaborado por las asociaciones de víctimas que incluyó a quienes viajaban sin título de transporte, eleva la cifra a 1.953. En los días siguientes aparecieron 651 cadáveres, de los que apenas 50 se pudieron identificar. Los familiares piden que los restos del barco, donde quedaron muchos cuerpos, sean reflotados y llevados a un memorial que se construye en recuerdo de la tragedia. “No hemos podido hacer el duelo. Hasta que el barco no sea reflotado no descansarán y nosotros no podremos liberarnos de la carga del Joola”, asegura Eli Diatta.

El terremoto de una tragedia llena de irregularidades se llevó por delante a todo el Gobierno, pero las víctimas siguen reclamando justicia. La Fiscalía atribuyó toda la responsabilidad al capitán del barco, el comandante Issa Diarra, también fallecido, y ordenó el cierre del caso. Nadie ha pedido perdón. Y las indemnizaciones y becas escolares para un millar de huérfanos no han llegado a todos ni han logrado cerrar la herida.

El actual presidente senegalés, Macky Sall, tiene previsto presidir este 26 de septiembre en Ziguinchor las actividades conmemorativas, con un acto en el cementerio de Kanténe y el lanzamiento de ramos de flores a las aguas del puerto de la ciudad. También intervendrán el presidente de la asociación de familiares y víctimas, Boubacar Ba, y se presentará el libro Naufragio del Joola en África: causas y consecuencias de un desastre humanitario, de la estadounidense Karen Samantha Barton, profesora de Geografía de la Universidad de Colorado del Norte.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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