Los mejores destinos para viajar con niños de enero a diciembre
Empezar el año en Canarias y terminarlo en los Dolomitas, escapadas en familia y los mejores momentos del año para disfrutarlas

Planificar un viaje con niños no tiene nada que ver con organizar una escapada para adultos. Hace falta mucha paciencia y mucha más organización previa. Además de los aspectos prácticos, como optimizar las maletas o conseguir que los paseos largos no se hagan eternos, hay que elegir muy bien el destino y el plan de viaje… Pero si acertamos, no hay nada tan gratificante como ver a los niños disfrutar siguiendo las huellas de los dinosaurios en La Rioja, visitando a Papá Noel en Finlandia, recorriendo los parques temáticos de Orlando o contemplando animales salvajes en Kenia.
Estas son algunas ideas para acertar dónde y cuándo viajar con niños.
Enero: lanzarse en trineo por las pistas de Courchevel o buscar el invierno cálido de Canarias
A principios de año, con el frío, hay dos buenas opciones: o aprovechar la nieve para disfrutar de las mejores pistas del mundo o buscar destinos cálidos, como las islas Canarias.
En Europa, un buen plan son las pistas nevadas de Courchevel (Francia). No todo el mundo domina el esquí, así que lanzarse en trineo es más fácil, seguro y accesible para los más pequeños. Es uno de los mejores lugares para hacerlo, con zonas infantiles especiales en Courchevel 1850 y Courchevel La Tania —ideal para novatos—. Cuando los niños ya han aprendido a girar y frenar, se les puede llevar a pistas más difíciles, como la de dos kilómetros que va de Courchevel 1850 al pueblo homónimo. Con adolescentes, se puede apostar por la pista de competición de tres kilómetros en Courchevel Moriond. La estación está llena de escuelas de esquí para niños, servicios de canguro y alojamientos y restaurantes familiares.

Más información en la guía Adónde y cuando con niños de Lonely Planet y en la web lonelyplanet.es.
Para escapadas cálidas en invierno la mejor opción son las islas Canarias, que en estas fechas aseguran tiempo de playa, deportes acuáticos y excursiones por campos de lava. Cada isla tiene su idiosincrasia, unas con más turistas que otras, pero si lo que buscamos es playa, Fuerteventura tiene las mejores. En el extremo sur, el parque natural de Jandía es un desierto dorado cuyas dunas se deshacen según avanzan hacia el mar y se allanan al llegar a la playa peinada por el Atlántico. En la esquina noreste, el parque natural de Corralejo protege las Grandes Playas de Corralejo, que se conservan intactas.
El ferri tarda solo 45 minutos de Fuerteventura a la vecina Lanzarote, donde los conos volcánicos y los inquietantes campos de lava negra crean un paisaje surreal. Podremos trepar a las calderas volcánicas en los márgenes del parque nacional de Timanfaya, moldeado por la lava, con vistas de toda Lanzarote. Su litoral ancho y abierto es ideal para practicar buceo, kayak, surf de remo, windsurf y kitesurf.

Febrero, hacer el vikingo en York o viajar al espacio en Orlando
A los niños les puede encantar meterse de lleno en el mundo vikingo y, a mediados de febrero, las pintorescas calles de la ciudad de York, al norte de Inglaterra, celebran el divertido Festival Vikingo de Jorvik. Al deambular por las retorcidas callejas del centro es normal que dos de cada tres personas tengan barba y porten hacha o espada, pero tanto las armas y los escudos como las intimidatorias expresiones son parte del espectáculo: es la mayor cita de temática vikinga de Gran Bretaña, con muchos eventos y recreaciones de las batallas entre anglosajones y beligerantes nórdicos.

Jorvik es el nombre escandinavo de esta ciudad amurallada, escenario de multitud de dramas históricos (de la ocupación romana a la guerra de las Dos Rosas) y en la que se produjeron varios acontecimientos trascendentales en la época vikinga. Por eso en estas celebraciones no faltan personajes con nombres como Sigurd Ojo de Serpiente, Ivar el Deshuesado, Sweyn Barba de Horquilla o Erik Hacha Sangrienta. En definitiva, tipos rudos de cabellera rubia que se batieron aquí mil años atrás.
Como mejor se explora la ciudad de York es recorriendo a pie la muralla medieval que la rodea; no hay que perderse el castillo (torre de Clifford) ni las inquietantes gárgolas de la catedral (York Minster). Eso sí: el frío del norte de Inglaterra en febrero obliga a llevar gorro (no cascos con cuernos; los vikingos no los usaban).
Quienes prefieran destinos más cálidos pueden hacer un “viaje al espacio” en el Space Coast de Florida, la puerta de embarque a la galaxia. Allí, en febrero, se puede disfrutar de lo mejor del llamado “Estado del sol” de EE UU sin multitudes ni tornados. Ver un puerto espacial es una experiencia alucinante para los más jóvenes. En Cabo Cañaveral se lanzaban transbordadores espaciales y hoy siguen despegando cohetes dirigidos al infinito. Emplazado en Merritt Island, el Centro Espacial Kennedy de la NASA contiene tecnología espacial y brinda la oportunidad de charlar con un astronauta antes de entrar en un puerto espacial y embarcarse en una aventura inmersiva (virtual) a planetas lejanos. En la Estación de la Fuerza Espacial de Cabo Cañaveral se lanzan los vehículos espaciales; muchos vuelos pioneros han partido de aquí y también se puede visitar libremente (y gratis) el fascinante Sands Space History Center.

Marzo: seguir las huellas de los dinosaurios en La Rioja o viajar en trineo en Laponia
Ir tras la pista de huellas fosilizadas (icnitas) por el montañoso paisaje riojano es una idea genial para una escapada en familia. Los científicos han identificado miles de ellas repartidas por más de 110 emplazamientos en esta región del norte de España (atribuidas por la leyenda a las pisadas del caballo del apóstol Santiago), realizadas por diferentes especies de dinosaurios hace 140-110 millones de años, en el Jurásico Superior y el Cretácico.

Podemos empezar el recorrido en Munilla, explorando el Barranco de la Canal, con una huella de iguanodonte de 27 centímetros de largo, y en Peña Portillo, con huellas de dinosaurios carnívoros y de estegosáuridos. En Enciso, al sur, se pueden ver réplicas a tamaño real de dinosaurios y miles de huellas más, y visitar el informativo Centro Paleontológico. Los niños también podrán explorar aquí el Barranco Perdido, un parque temático paleontológico cuyas didácticas muestras se acompañan de actividades: de senderismo a escalada y tiro con arco; en su Playa Cretácica se hallarán toboganes, géiseres y un solárium. Se puede seguir viaje por Poyales y La Cuesta de Andorra, antes de recalar en una extraordinaria conífera fosilizada de 11 metros cerca de la capilla de la Virgen de Villar, en Igea.
Si preferimos viajar fuera de España, Laponia es un destino que encanta a los niños, aunque Papá Noel ya descansa en marzo y las colas para verle en su casa han desaparecido. Es un paisaje ideal para subirse a un trineo de perros y ver luces bailando en el campo nevado. Y es que, en marzo, el Círculo Polar Ártico es pura magia en forma de silencio que resuena en los páramos helados, en la taiga cubierta de nieve y en los recónditos lavvu (tipis) de los samis. De aumentar este encanto se encargan las auroras boreales, que, según el Instituto Meteorológico de Finlandia, son más proclives a desplegar su danza de febrero a marzo y de septiembre a octubre.

Pese al frío todavía reinante, las temperaturas empiezan a subir y muchos alojamientos ofrecen toda clase de actividades, por ejemplo, en el parque nacional de Pallas-Yllästunturi, en las lindes occidentales de Laponia, un lugar lleno de encanto donde se proponen salidas en trineos tirados por huskies o renos, rutas en motos de nieve o con raquetas y pesca en el hielo.
Abril: un paseo en camello junto a las pirámides de Egipto y una escapada a Holanda para pedalear entre tulipanes
El mundo de los faraones y los antiguos egipcios siempre fascina a los más pequeños, y bien planificado puede resultar un viaje inolvidable: abril es un buen momento para viajar con niños a Egipto, antes del sofocante calor del verano. Llegar al amanecer para evitar aglomeraciones y pasear en camello por la Gran Pirámide de Keops (o Jufu) y la Esfinge es solo el principio. También se puede remar en tabla de surf por el Nilo o regatear en el bazar Jan el-Jalili.

Abril también es un buen mes para pedalear por los campos de flores multicolor en Duin-En Bollenstreek, que en holandés significa “región de dunas y bulbos”, un nombre poco poético para ser una zona con preciosas playas acotadas por jardines. Países Bajos es un país completamente plano, perfecto para pedalear, incluso los más pequeños; solo hay que instalarse —por ejemplo, en Lisse y Noordwijk— e iniciar la exploración a golpe de pedal. Los carriles-bici recorren localidades de playa y campos de tulipanes, narcisos y jacintos que tapizan el paisaje con franjas de colores arcoíris cada primavera. Alquilar bicicletas resulta facilísimo en todo el país. Un consejo: si la visita cuadra con la fiesta Bloemencorso Bollenstreek, a finales de abril, podremos ver las llamativas carrozas de flores que desfilan de Noordwijk a Haarlem.

Pero no todo son flores: los barcos navegan por los canales, los deportes acuáticos abundan en los lagos de Kaag, y Linnaeushof, cerca de Heemstede, es el mayor parque infantil al aire libre de Europa.
Mayo: una escapada a Nueva York y un viaje al mundo de Lego en Dinamarca
Mayo puede ser buena época para visitar Nueva York, una ciudad con un montón de atractivos para disfrutar en familia. Podemos comenzar en Central Park, con sus excelentes parques infantiles y cascadas, y la pista de patinaje cerca de Strawberry Fields. A los pequeños les encantarán los esqueletos de dinosaurios y el planetario del American Museum of Natural History; y a los interesados en el arte hay que llevarlos al Metropolitan Museum of Art. Luego toca ver el resplandor luminoso del centro: en Times Square hay que probar los típicos tentempiés callejeros: pretzels, pizzas o perritos calientes (inevitable también ir a templos de las chuches y dulces como M&M’s, Hershey’s Chocolate World o la tienda de dónuts Krispy Kreme). Tras comprar entradas para un espectáculo de Broadway el mismo día en TKTS Times Square, se puede ir al Rockefeller Plaza y visitar los NBC Studios entre bastidores. Y al día siguiente, ir a la estatua de la libertad en el ferri que sale de Battery Park. Una ventaja: en Nueva York podemos movernos perfectamente en metro, donde los niños que miden menos de 112 centímetros viajan gratis.

Mayo es también un buen momento para disfrutar de un lugar mágico: el Legoland Billund, en Dinamarca. Pocos juguetes han deleitado a tantas generaciones como Lego, que triunfa con sus ladrillos de plástico desde 1949. Construido al lado de la fábrica original, el parque tiene muchas zonas temáticas (Salvaje Oeste, Reino de Caballeros, Tierra de Piratas) con atracciones y experiencias, además del asombroso Miniland, con ciudades famosas y escenas de películas hechas con 20 millones de ladrillos. Cerca, en el centro de Billund, esta Lego House, un centro de experiencias de varias plantas que es como una pila de 21 enormes ladrillos de Lego, construido alrededor del impresionante Árbol de la Creatividad de 15 metros, hecho con 6,3 millones de ladrillos. En las distintas zonas hay otros 25 millones de ladrillos más para que los niños creen lo que quieran.
También se pueden ver exposiciones sobre la historia y la filosofía de educar mientras se juega; comer en sus restaurantes o terraza; o en el vecino Aquadome es posible lanzarse por toboganes de agua y flotar por un río.
Junio: un viaje al mundo de Astérix y en bicicleta en la isla de Ré
Puede que Disneyland Paris sea más grande, pero para disfrutar de un buen parque temático genuinamente francés hay que dedicar un día al Parc Asterix, 35 kilómetros al norte de la capital, donde todas las atracciones están inspiradas en las hazañas de Astérix, los cómics de Uderzo y Goscinny ambientados en una aldea de la Galia. Probablemente disfruten tanto los mayores como los niños. El parque ofrece un recorrido por una imaginativa versión de la Francia de la Edad del Bronce y de la época romana a través de atracciones variopintas y atractivas, como Toutatis, la montaña rusa más alta y rápida del país.
Sin salir de Francia, otra opción de vacaciones es la Île de Ré, una isla costera situada en el Atlántico, frente a La Rochelle, que invita a unas vacaciones relajadas. Aquí hay que olvidarse del coche y ponerse a pedalear en sencillos modelos con cestas de mimbre, sin necesidad de mucho equipamiento. Se ven familias pedaleando por todas partes.

Esta elegante y fotogénica isla apenas mide 30 kilómetros de largo por 5 de ancho, pero tiene 100 kilómetros de rutas ciclistas bien mantenidas, casi todas fuera de carretera o separadas. Podremos pasear por salinas y criaderos de ostras, viendo un faro y un fuerte histórico. Cruzaremos pinares, viñedos y humedales, además de varios pueblos de pescadores. En los mercadillos hay que aprovisionarse de pan, queso, charcutería y frutas para hacer pícnics que podemos completar en el pequeño pueblo portuario de St-Martin-de-Ré, que tiene la mejor heladería de la isla, perfecta para que recarguen pilas los pequeños ciclistas.
Julio: en Escocia con el monstruo del lago Ness o en la isla de Star Wars en Irlanda
En junio los días son largos y soleados en Escocia. Así hay más probabilidades de dar con Nessie, el famoso monstruo del lago Ness. Es una de las leyendas más famosas del mundo. Muchos aseguran ver allí una enorme criatura, otros dicen que puede ser una especie de dinosaurio que sobrevivió a su extinción, o tal vez un animal acuático sin identificar. Es lo de menos, real o no, la excusa es buenísima para hacer un viaje a las Tierras Altas escocesas y asomarse a este inmenso lago (la mayor masa de agua dulce de Gran Bretaña), profundo y oscuro. Lo mejor es dejarse llevar por la imaginación, visitar el excelente The Loch Ness Centre, donde se explica todo lo relativo a la leyenda y al lago, e incluso se ayuda a buscar al monstruo en un crucero a bordo de una embarcación con sonar. Los chavales más atrevidos podrán bañarse y remar en sus aguas.
Siguiendo con los mundos imaginarios, otra posibilidad es ir a Skellig Michael, la isla de Star Wars, en Irlanda, para encontrar el jedi interior que todos llevamos dentro. Las Skellig son dos diminutas islas frente a la costa de Kerry, en el indómito oeste de Irlanda. La mayor de ellas, Skellig Michael, tuvo un papel protagonista en las últimas películas de la saga de La guerra de las galaxias (El despertar de la Fuerza y Los últimos Jedi), y a ella peregrinan muchos niños y no tan jóvenes en busca de los escenarios: como el encrespado Atlántico azotando infatigable las rocas, los dos abruptos picos que horadan las nubes y la cacofónica sinfonía de 27.000 parejas de alcatraces. Que la fuerza acompañe durante el ascenso de unos inclinados 618 escalones que llevan allá arriba a pintorescos refugios de piedra, las ruinas de una iglesia y un camposanto; y más arriba aún, debajo del pico sur, una ermita que, en verdad, son los vestigios de un monasterio habitado entre los siglos VI y XII, que sufrió varios ataques vikingos.

Para llegar, los barcos zarpan (solo en verano) de Portmagee, 77 kilómetros al suroeste de Kerry, y llegan a Skellig Michae (si el tiempo lo permite) en unos 50 minutos.
Agosto: un safari en África o una ruta de cuento en Alemania
Los safaris fotográficos, bien planificados, pueden ser un viaje inolvidable para cualquier niño (preferible que tengan ya una edad, para que disfruten más). Agosto es un buen momento para contemplar el mayor de los espectáculos animales de África: la gran migración del parque nacional del Serengueti que llega a la reserva nacional Masái Mara de Kenia, con miles de ñus atravesando la sabana. Las llanuras sembradas de acacias se pueden explorar en todoterreno, a caballo, en globo y a pie con guías masáis. A los niños les encanta ver la sabana a través de los ojos de los que la habitan, hallar plantas comestibles y medicinales, y un sinfín de criaturas menores —aves saltarinas, escarabajos peloteros, mangostas, lagartos, tortugas leopardo— junto a los llamados “cinco grandes” (elefantes, leones, leopardos, rinocerontes y búfalos africanos). Alojarse en un campamento para despertarse en compañía, más que probable, de elefantes y antílopes que merodean entre las tiendas es una aventura inolvidable.

Sin salir de Europa, en Alemania encontramos la Ruta de los Cuentos de Hadas (Marchenstrasse), un fantástico paseo por el poco visitado interior del país. Esta ruta en realidad no es una carretera, sino un conjunto de lugares vinculados (supuestamente) con las obras de los hermanos Grimm, Jacob (1785-1863) y Wilhelm (1786-1859). En sus 600 kilómetros pasa por ciudades, pueblos y aldeas de cuatro Estados alemanes (Hesse, Baja Sajonia, Renania del Norte-Westfalia y Bremen), atravesando bosques hasta aldeas con casas de vigas entramadas.
Las fábulas que escribieron los Grimm, oscuras y a veces aterradoras, han sido endulzadas por Disney, pero los bosques de la ruta invitan a un bonito y evocador paseo. Aunque los más pequeños quizá se pierdan muchas referencias, seguro que se entusiasman con la trenza de Rapunzel que cuelga de un balcón en Trendelburg, el castillo medieval de la Bella Durmiente en Sababurg, el castillo de Cenicienta en Marburgo (con su gigantesco zapato de cristal) y el musical semanal de ratas en Hamelin.
La ruta empieza en Hanau y recorre más de 50 lugares relacionados con los Grimm y sus cuentos hasta Bremen. Eso sí, lo ideal es dedicarle, mínimo, cuatro días.
Septiembre: ver delfines en las Azores o conocer la mitología griega en sus islas
En septiembre llegan los delfines a las Azores, y es fácil verlos frente a las costas de estas islas portuguesas en medio del Atlántico Norte. Esta zona del océano, en torno a los volcanes submarinos, es un refugio de aguas profundas para muchos cetáceos, como delfines comunes, mulares, listados y calderones grises. Si vamos a finales de verano a São Miguel —la mayor de todas— podremos ver delfines y acercarnos a grandes manadas. Los niños se emocionarán cuando vean las crías tuteladas por sus compañeros antes de salir a aguas profundas. En tierra, hay volcanes, faros y pueblos históricos por descubrir, con playas limpias y plácidas, y salidas en kayak por lagos y lagunas volcánicas. A todo el mundo le encanta bañarse en los manantiales termales y en la cascada de la Caldeira Velha.

Si preferimos aguas más cálidas, en el Mediterráneo las temperaturas en septiembre ya aflojan. Grecia no necesita presentación para los adolescentes que han estudiado Historia. Se puede iniciar el viaje en Atenas y después abordar las islas, empezando por Mikonos, con un recorrido a pie o en bicicleta eléctrica por panorámicas carreteras secundarias hasta lugares de interés histórico y playas remotas. Después podemos ir a Paros para cruzar en barco hasta la playa de Marcello, bordear la costa en tabla de surf de remo y explorar las cuevas y calas del Parque de Paros. Naxos es una de las mejores islas para las familias, con playas y calles tranquilas; se recomienda hacer un circuito a caballo y caminar hasta las ruinas de Portara (el templo de Apolo), encarado al mar. Hay más yacimientos en Santorini, donde las cenizas volcánicas conservaron la ciudad minoica de Akrotiri; los adolescentes en forma y bien calzados pueden explorar la isla costera de Nea Kameni. Se termina en Milos disfrutando de las vistas desde la cimera Plaka y la vieja fortaleza veneciana, más apartada.

Octubre: del castillo de Drácula en Transilvania a cosechar manzanas en Nueva Inglaterra
En otoño, las hojas se cubren de rojo sangre. ¿Qué mejor momento para visitar el castillo de Drácula, en Transilvania? Hay pocos personajes que hayan hincado más profundamente sus colmillos en la conciencia de los chavales que Drácula. La presentación del vampiro ha oscilado del terror al humor desde que Bram Stoker publicara Drácula en 1897, sin olvidarse de versiones aptas para toda la familia, como Hotel Transylvania. Aunque Stoker jamás pisó Rumanía, se sabe que su relato está inspirado en el folclore transilvano y en un príncipe de Valaquia (Vlad el Empalador) que sí existió. Su ciudadela de Poenari está en ruinas, pero el cercano castillo de Bran —una espectacular fortaleza en las estribaciones de los Cárpatos— es el que parece estar ligado a la historia. Se le conoce como el castillo de Drácula, y encierra elementos tan espeluznantes como fascinantes para adultos y menores, incluida una sala de tortura, un túnel del tiempo que transporta a los visitantes al atroz mundo medieval de Vlad y una pavorosa exposición que ahonda en los mitos locales en torno a los strigoi (vampiros), iele (espíritus nocturnos), sântoaderi (hombres con zarpas) y solomonari (hechiceros).

Más amable y relajado es el plan de viaje para recorrer los paisajes otoñales de Nueva Inglaterra y disfrutar de sus bosques y de la cosecha de las manzanas y calabazas. Las zonas rurales de estos Estados del noreste de EE UU son pura magia en octubre, cuando sus colinas —cubiertas de arces y robles— alcanzan unos tonos insuperables, entre el dorado y el rojizo. Es cuando las familias visitan los campos de manzanas donde, además de llenar bolsas de fruta, los niños pueden trepar por los árboles y disfrutar de paseos en carros de heno, ver zoológicos interactivos y probar rosquillas de sidra. También se cosechan calabazas y abundan las fiestas en la región en torno a este producto: del coqueto Pumpkintown de East Hampton, en Connecticut, al Pumpkin Chuckin’ Festival de Stowe, en Vermont.

Noviembre: dos islas con nombres de animales para disfrutar de la fauna salvaje
En noviembre el tiempo es cálido en las Galápagos y el mar está calmado, pero hay muchos menos visitantes que en otras épocas. Estas islas, tan importantes en la teoría de la evolución de Charles Darwin, harán que los pequeños perciban el mundo de modo distinto. Algunas de las criaturas que las habitan (incluidas las iguanas marinas, el único lagarto oceánico del planeta) no se encuentran en ningún otro lugar de la Tierra. También abundan los lobos marinos y bellezas como el cangrejo rojo de roca.

Se pueden visitar en un crucero, pero también subiendo a bordo de los barcos que conectan las islas y alojándose en hoteles o pensiones de Santa Cruz, San Cristóbal o Isabela. Dormir en tierra firme e ir de una isla a otra es una experiencia flexible apta para familias. Hay que explorar playas, comer donde los lugareños y hacer excursiones de un día, sin olvidar que el 95% del archipiélago es superficie protegida; los turistas solo pueden visitar lugares específicos y en compañía de un guía naturalista oficial.
Otras islas con nombre de animal, pero en pleno Caribe, son las Caimán. Allí los niños podrán jugar a ser piratas en una isla paradisíaca y sacar el Jack Sparrow que llevan dentro durante la Semana de los Piratas. En Gran Caimán, los actos empiezan con la teatral ceremonia del desembarco, en la que el Capitán Morgan lidera una flotilla de barcos pirata hacia el puerto de George Town. Sigue un desfile de carrozas temáticas y bandas de música por las calles. La semana de diversión filibustera incluye un desfile de perritos disfrazados de corsarios, una regata de barcos de cartón y el mágico Illuminated Parade (con luces de colores), además de música en vivo, comida callejera y fuegos artificiales: suficiente para querer cambiar de vida. Concluye con un juicio público en el que los piratas son condenados a… ¡caminar por el tablón!

Diciembre: luces y mercados navideños en Copenhague y días de nieve en los Dolomitas
Copenhague es más bonita todavía con luces navideñas. Los daneses son expertos en vivir confortablemente en el frío: practican el hygge —la búsqueda de la comodidad y la serenidad—, una filosofía de vida que impregna la capital danesa, sobre todo en época de fiestas. Se puede odemos comprobar visitando los animados mercados navideños para luego retirarse con una humeante taza de chocolate caliente o de glogg (vino especiado para los adultos) en un acogedor café de Nørrebro. O patinar por la pista de hielo Broens o disfrutar en el parque de atracciones de los Jardines Tivoli, del siglo XIX, engalanado para la ocasión (subir a la montaña rusa Rutschebanen, de madera, en funcionamiento desde 1914, no tiene precio). Como fuera hace frío, hay que pensar en lugares al interior como el castillo de Rosenborg, lleno de tesoros, el enorme acuario Den Bla Planet y la tienda insignia de Lego en Vimmelskaftet.

Diciembre también es un mes perfecto para ir pensando en la nieve. En las Dolomitas italianas llega el momento de esquiar, lanzarse en trineo y demás diversiones de entre montañas nevadas majestuosas. La carta de pasatiempos es infinita: esquí y snowboarding, pero además hay pistas de trineo en las montañas, patinaje sobre hielo en lagos bucólicos y paseos en trineo de caballos. Ciudades y pueblos montan mercados y fiestas navideñas donde se vende deliciosa comida, bebidas calientes y artesanías. El más grande, en Bolzano, tiene una pista de patinaje y otros entretenimientos para niños; en las bucólicas aldeas de montaña hay mercados medievales, como el de Chiusa (Klausen), con tragafuegos y bufones animando las calles, y en lago di Carezza (Karersee) se celebra una fiesta de luces, con farolillos, hogueras y obras de arte alrededor del lago a la luz de la luna.

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