Lanzada con éxito ‘Hera’, la primera misión europea de defensa planetaria

La misión europea de defensa espacial Hera despegó de Cabo Cañaveral con éxito este lunes a las 10:52 (16:52, hora peninsular española) a bordo de un cohete Falcon9 de la empresa privada SpaceX. Muy pocos confiaban en que el lanzamiento cumpliera con su programa previsto: la aproximación a las costas de Florida del huracán Milton ―que adquirió categoría 5, la máxima, hacia mediodía, y que se espera que toque tierra este miércoles en la parte occidental del Estado del sur de Estados Unidos― puso en serias dudas los planes de la Agencia Espacial Europea (ESA). Al final, casi se diría que contra todo pronóstico (meteorológico), los rayos respetaron a los científicos e ingenieros del proyecto, que habían pasado las horas previas mordiéndose las uñas y preparándose para la decepción.

El estruendo de los motores, ensordecedor desde un punto de observación a cuatro kilómetros de distancia, y la limpia estela del cohete sirvieron para fijar un momento histórico para la astronáutica europea y el inicio del viaje de Hera, un viaje que está previsto que llegue a término en octubre de 2026. Será entonces cuando la nave se encuentre a 181 millones de kilómetros de la Tierra con el asteroide Dimorphos para estudiar las consecuencias del impacto deliberado del cohete de la NASA DART en septiembre de 2022.

Juntos, DART y Hera, forman parte de un proyecto de cooperación entre la agencias estadounidense y europea en materia de defensa espacial llamado AIDA (siglas en inglés Evaluación del impacto y la desviación de asteroides). Se trata de averiguar cómo alterar la órbita de un cuerpo rocoso para tener recursos llegado el improbable caso de el que la Humanidad necesitara hacerlo para evitar la fatal colisión de un asteroide contra su superficie. Hace 66 millones de años, un evento de esas características llevó a los dinosaurios a su extinción.

“Este es un magnífico momento para la ESA, para la industria europea y para Europa misma”, sentenció triunfante Ian Carnelli, director del proyecto Hera, que tuvo que contener las lágrimas de la emoción en un encuentro con los periodistas que cubrieron el lanzamiento. Describió la sensación de “terror” cuando poco antes del despegue una pequeña tormenta pasó de largo y definió el estado de la cápsula al inicio de su largo viaje como “muy saludable”.

El día había amanecido lluvioso, pero fue despejándose a medida que transcurría la mañana y aumentaban las probabilidades de éxito del lanzamiento, calculadas por SpaceX, compañía propiedad de Elon Musk. Unos veinte minutos antes de la eyección, ese porcentaje alcanzaba ya el 80%, y los negros nubarrones que se cernían sobre la plataforma de lanzamiento SLC40 se abrieron como por arte de magia dibujando un anillo de cielos despejados sobre Hera. Luego, cuando el Falcon9 salió a la hora prevista rumbo al espacio profundo (era su última misión, tras 22 viajes de ida y vuelta), bastaron 30 segundos para que la aeronave, que ascendió grácilmente, se perdiera en el interior de las nubes. “Más o menos una hora después, alcanzó la órbita de su viaje”, explicó la ingeniera de la ESA Heli Greus. Pasado el mediodía, “a una hora y 16 minutos del despegue”, según Greus, el Falcon9 terminó su trabajo al soltar la sonda, de 1,1 toneladas, que llevaba a bordo.

El propósito de ese viaje es analizar qué pasó tras el impacto cinético de la misión DART, la nave de la NASA, contra Dimorphos, un pequeño cuerpo rocoso de 150 metros de diámetro y un tamaño similar al de la pirámide de Guiza con capacidad para llevarse por delante un país o provocar un descomunal tsunami si cayera sobre la Tierra. ¿Abrió el choque un cráter en su superficie o más bien alteró la forma del asteroide? Las muestras recogidas por Hera y por los dos pequeños satélites que lleva consigo (cubesats, los llaman los ingenieros, por su forma de paralelípedo rectangular parecido a una caja de zapatos) servirán para resolver enigmas relativos a la masa, la estructura, la composición, las características térmicas o el comportamiento gravitatorio del maltrecho asteroide.

Dos años de viaje, seis meses de estudio

Para ello, la misión estudiará el cuerpo espacial durante unos seis meses que empezarán, si nada se tuerce, en octubre de 2026. Para ello, la nave principal y los dos cubesats, que se liberarán al llegar a su destino, cuentan con cámaras térmicas infrarrojas y de encuadre, así como espectrómetros o un altímetro láser que permitirá a los científicos dibujar un mapa topográfico. Uno de los cubesats lleva además un radar de bajas frecuencias. El otro incorpora una cámara hiperespectral.

Dimorphos forma parte de un sistema binario de cuerpos rocosos; es la luna pequeña que orbita en torno al asteroide principal, Didymos, de 780 metros de diámetro. El golpetazo de DART, que chocó contra su objetivo a una velocidad de 6 kilómetros por segundo, lo sacó de su órbita 32 minutos. Estos días los científicos europeos que se encuentran en Cabo Cañaveral para asistir al lanzamiento de un proyecto de cuatro años que ha costado 363 millones de euros y ha involucrado a 18 países, recurrían a un símil criminológico para definir la misión de Hera, bautizada así en honor a la diosa griega del matrimonio: según esa comparación, esta sería el detective que acude a la escena de un siniestro para tratar de entender qué pasó y sacar conclusiones para replicar en el futuro esa novedosa táctica de defensa militar.

Un retraso en el lanzamiento habría sido ciertamente problemático. Las condiciones se anunciaban algo mejores para este martes, pero la llegada de Milton, unida a la previsión del lanzamiento de otra misión de la NASA, Clipper, hacían presagiar un aplazamiento de días. La ESA contaba con una ventana orbital para Hera que se abría este lunes y se cerrará el 27 de octubre. Después de eso, habría tocado esperar hasta 2025 o hasta 2026 para retomar la misión.

Mientras contemplaba este lunes cómo el cohete recién lanzado se perdía entre las nubes, una empleada de la agencia espacial europea seguía sin creerse que el lanzamiento se hubiera producido. “¡Entre dos huracanes!”, exclamó, en referencia al que viene, y a Helene, el más mortífero de la historia de Estados Unidos desde Katrina. Pasó hace un par de semanas por Florida y dejó tras de sí una estela de destrucción que se cebó especialmente con Carolina del Norte.