Las cascadas más bellas de España: una excursión primaveral en cada comunidad
El deshielo y las lluvias primaverales hacen sonar con fuerza los ríos. Como la llegada del clima más templado invita a salir, estas son las mejores caminatas para ir al encuentro de hipnotizadores saltos de agua
Las cascadas que aquí proponemos son (quizá) las más bellas de España. De toda España. No solo de la lluviosa. Y lo mejor: para ir al encuentro de la mayoría de ellas no hay que ser un experto senderista. Un recorrido por todas las comunidades autónomas a través de los saltos de agua más espectaculares e imprescindibles, para disfrutar del verde, del aire puro y de la naturaleza a través de 17 cascadas.
Andalucía: cascadas del río Borosa, Santo Tomé (Jaén)
Es uno de los senderos más exigentes de la sierra de Cazorla, dura casi ocho horas (ida y vuelta). Y, aun así, está siempre a tope de gente. Por algo será. Nace en la piscifactoría del río Borosa y remonta este afluente del Guadalquivir enhebrando la garganta o cerrada de Elías, el vertiginoso salto de los Órganos y la laguna de Valdeazores, la cual está escondida en un paraje que recuerda más a los cañones pirenaicos que a los olivares de Jaén. Por el camino se ven cascadas, lagunas, remansos de color esmeralda y rápidos que tajan la roca caliza como si fuera mantequilla.
Aragón: cascada del Forau de Aiguallut, Benasque (Huesca)
Caminando desde Llanos del Hospital —a 13 kilómetros de Benasque, valle arriba— se llega en dos horas y cuarto ante el forau u hoyo, grande como un estadio, donde las aguas recién nacidas de los hielos montanos —arriba veremos cabrillear el glaciar del Aneto— se cuelan bajo tierra tras una estrepitosa cascada. Lo más curioso de este sumidero kárstico es que no devuelve las aguas al valle de Benasque, sino que las envía subterráneamente al vecino valle de Arán, en la vertiente atlántica, siendo las únicas del Pirineo aragonés que no van al Mediterráneo a través del Ebro. Parece cosa de magia.
Asturias: cascada de la Seimeira, Santa Eulalia de Oscos
Las Hurdes asturianas. Así se conoce a la comarca de Los Oscos, donde el Principado linda con Galicia, una de las tierras más abruptas de la cornisa cantábrica, de las más desamparadas por el progreso, de las más despobladas. Pero rica en agua. Nacederos, regatos, arroyos y ríos trazan sus cauces inquietos por todos los recovecos montanos. En ningún lugar es tan evidente esa riqueza como en la cascada de la Seimeira, donde el río Murias se desmelena por un cortado rocoso de 20 metros de altura, dando forma al mayor salto de agua de la comarca. En la aldea de Pumares, perteneciente al Ayuntamiento de Santa Eulalia de Oscos, nace el sendero PR AS-116, que en poco más de una hora lleva hasta él. El agua es también protagonista en el cercano concejo de Taramundi. Aquí hubo antaño seis mazos, gigantescos martillos —de hasta cuatro toneladas— accionados por la fuerza del agua de los ríos con los que se daba mil formas al hierro: cazos, sartenes, cubos, cuchillos, braseros… Uno de ellos puede verse en marcha en el conjunto etnográfico de Os Teixois, donde el arroyo das Mestas mueve, además, un molino, un batán, una rueda de afilar y una dinamo. Y por último, pero no menos importante, el arroyo sirve también para enfriar la sidra en la taberna.
Baleares: Salt des Freu, Bunyola (Mallorca)
En Mallorca, donde hay tantas cosas, no hay ríos. Lo que hay, en la sierra de Tramontana, son torrentes, barrancos secos que en épocas lluviosas albergan corrientes impetuosas y cascadas que nada tienen que envidiar a las más bellas de la Península. En uno de esos torrentes, el de Coanegra, cerca del precioso pueblo de Orient, a 411 metros sobre el nivel del mar, se encuentra el Salt des Freu, la cascada más famosa de la isla balear. Tanto que si se llega después de las once de la mañana al punto de partida del breve paseo que hay que dar para contemplarla no se encuentra sitio para aparcar. Dicho punto es el kilómetro 8,5 de la carretera PM-210 entre Bunyola y Orient, a 1,5 kilómetros de esta última localidad. Cinco o seis coches sí pueden estacionar en la cuneta, pero no más. Siguiendo a partir de aquí un antiguo camino de carboneros, bordearemos un hermoso prado rodeado de montañas, nos adentraremos en un sombrío bosque de pinos y encinas y, después de 20 minutos, llegaremos a la zona del salto, donde el torrente forma dos cascadas de 10 metros de altura y varias más chicas. No hay pérdida. El sitio es un imán de senderistas y barranquistas. En caso de duda, siempre hay a quien preguntar.
Canarias: cascada de Los Tilos, San Andrés y Sauces (La Palma)
El bosque de los Tilos, una selva virgen de laurisilva que fue declarada reserva de la biosfera en 1983, 19 años antes de que lo fuera toda La Palma, alberga uno de los mayores tesoros de esta isla canaria y, por tanto, uno de sus lugares más visitados. Conviene madrugar para ver la cascada de Los Tilos como Dios la trajo al mundo. En realidad, como el hombre la trajo al mundo, porque es artificial: el agua viene canalizada hasta el salto desde una central hidroeléctrica. Las nueve de la mañana es buena hora: veremos una persona (o dos) y un arcoíris coronando la cortina de agua. La cascada se halla en el municipio de San Andrés y Sauces, muy próxima al centro de visitantes de Los Tilos. En menos de 10 minutos, avanzando por un camino evidente (hay un letrero al principio) que atraviesa varios túneles bien iluminados, se llega. La descubriremos rodeada de una vegetación tremenda, que parece sacada de Parque jurásico: son tiles (variedad de laurisilva que aquí llaman tilos, de ahí el nombre del lugar), helechos gigantes, palo blanco, laureles, barbusanos, viñátigo, fayas, brezo… Y de una paz absoluta, porque aún es pronto (a las once de la mañana ya hay una multitud) y porque el turismo de La Palma es, en su mayoría, tranquilo y respetuoso.
Cantabria: nacimiento del Asón, Soba
Más de 4.000 cuevas hay en la cuenca alta del Asón. Por una de ellas, el río homónimo brota de sopetón de las entrañas de la roca en mitad de un acantilado de 70 metros de altura (como si alguien hubiera arrancado un grifo gigante de la pared) y da con sus aguas en un idílico valle salpicado de jugosos prados y hayas colosales. Mejor nacimiento, imposible. Desde el pueblo de Asón se tarda una hora y media en llegar andando al pie de la cascada. Pero sin dar un paso también se puede ver divinamente: desde el mirador que hay a cinco kilómetros de la población, subiendo por la carretera CA-265.
Castilla-La Mancha: salto de Poveda y el río Mundo, Guadalajara y Albacete
El salto de Poveda no es natural, sino originado por la rotura de una vieja presa hidroeléctrica, pero eso no aminora la sobrecogedora belleza del caudaloso río Tajo despeñándose desde 20 metros de altura con horrísono fragor. La que sí que es natural es la preciosa laguna de Taravilla, que forman las aguas de un manantial a 300 metros de la cascada y en cuyo fondo está escondido, según la leyenda, el tesoro del conde Don Julián. La ruta 8 del parque natural del Alto Tajo une ambas maravillas acuáticas en un paseo de dos horas.
Para escenario natural en Castilla-La Mancha, el de los chorros del río Mundo, en la provincia de Albacete. En España hay otros cauces que manan a chorros de un acantilado calizo, como el cántabro Asón o el navarro Urederra, pero ninguno que lo haga con la fuerza del Mundo, cuyo caudal se multiplica ciertos días hasta por mil (100.000 litros por segundo), una barbaridad de agua que, al precipitarse en cascada desde gran altura, ofrece un espectáculo niagaresco. A esta explosión acuática que ocurre sin previo aviso (tiene que llover antes mucho, eso sí) se la conoce como el reventón. A seis kilómetros de la localidad de Riópar, yendo hacia Siles por la CM-3204, está indicado el acceso a la cueva de los Chorros. Desde el aparcamiento, una sencilla senda señalizada de 800 metros conduce en un cuarto de hora hasta dos miradores, desde donde se ve al Mundo brotar de un cortado de 300 metros y caer formando varias cascadas consecutivas (la mayor, de 80 metros) y pozas que aquí llaman calderetas. Está prohibido salirse del camino, bañarse en las pozas de agua cristalina y comer en la zona, y hay un aforo máximo de 100 coches, por lo que en ciertas épocas (verano, sobre todo) suele haber cola para entrar.
Castilla y León: cascada de Orbaneja del Castillo y el nacimiento del Nervión, Burgos
Para verla no hay que andar ni mucho ni poco, sino nada en absoluto. Esta cascada la crea un torrente que surge de la cueva del Agua, justo encima de las casas de Orbaneja del Castillo. Un torrente que, nada más ver la luz, atraviesa el pueblo a toda pastilla y se precipita al Ebro en un salto de 25 metros, brincando y deshaciéndose en mil hilachas sobre la musgosa roca tobácea. Todo esto ocurre, para más maravilla, en un recodo del cañón del Ebro, el gigantesco y serpenteante foso de 200 metros de profundidad que ha excavado el gran río ibérico en los páramos calizos del norte burgalés.
En esta provincia hay otro paisaje acuático imperdible. Nada más nacer en Berberana, el río Nervión se despeña por el precipicio de más de 200 metros que separa Burgos de Álava, Castilla y León del País Vasco. Desde la Casa del Parque de Monte Santiago, a seis kilómetros de Berberana, un sencillo paseo de poco más de media hora conduce hasta el mirador del Salto, donde ver al Nervión formar la mayor cascada de España. Bien, lo que se dice bien, lo veremos si vamos después de varios días de intensas lluvias o durante el deshielo primaveral. El resto del año solo se aprecia un hilillo de agua o nada.
Cataluña: Salt de Sallent, Rupit (Barcelona)
A Rupit le han propuesto formar parte de la asociación Los Pueblos más Bonitos de España y no ha querido. A esta villa de la comarca de Osona le sobran los visitantes. No solo es un precioso enclave de piedra y hechuras medievales, al que se accede por un puente peatonal colgante. Además, es el punto de partida de un sencillo paseo a pie que lleva, en algo menos de una hora, hasta el Salt de Sallent, la mayor cascada de Cataluña, de unos 115 metros de altura. El itinerario, bien señalizado, recorre toda la Riera de Rupit mostrando una sucesión de saltos y cascadas, muchos de ellos aprovechados en su día para mover molinos. Junto al salto hay un mirador bien sombreado por una encina, ideal para contemplarlo y embobarse ante el anfiteatro montañoso que se abre a los pies del observador. Al mirador también se accede caminando 20 minutos desde un cercano aparcamiento, pero no es lo mismo. Andar por el pueblo, y del pueblo a la cascada, mola más.
Comunidad de Madrid: chorro de Somosierra
Bajando a pie desde el puerto de Somosierra por la antigua N-I, dirección Segovia, se llega en media hora a esta cascada (también conocida como Chorrera de los Litueros), donde el arroyo de la Peña del Chorro se lanza al vacío en varios saltos rugientes y vaporosos, el mayor de los cuales frisa en los 50 metros. Curiosamente, el arroyo de la Peña del Chorro es una de las primeras fuentes del Duratón, río famoso por sus hoces abarrotadas de buitres. Un río de altos vuelos que, ya desde la cuna, apunta maneras.
Comunidad Valenciana: cascada del Brazal o salto de la Novia, Navajas (Castellón)
Larga, blanca y radiante, como la cola de un traje de novia, la cascada del Brazal se descuelga desde una cornisa a más de 30 metros de altura y se estrella contra la orilla rocosa del río Palancia formando uno de los parajes acuáticos más hipnotizadores de España. Lo de llamarle al lugar el Salto de la Novia, sin embargo, no es por la cascada, sino porque antiguamente las novias debían saltar el río aquí si querían asegurarse un matrimonio feliz y fecundo. La leyenda habla de una que, al ir a saltar, resbaló y se llevó al fondo del río al novio que la quiso ayudar. No hubo boda, claro. El Salto de la Novia está al ladito de Navajas, un pueblo rebosante de fuentes (muchas de ellas, mineromedicinales) y con un olmo monumental, plantado en 1636. Paseando desde Navajas hasta la cascada se ven las fuentes del Lugar, de la Peña, de la Virgen de la Luz, del Hierro… De sed no morirá el caminante, desde luego. En la calle de Bajada de las Fuentes hay un centro de visitantes donde de abril a octubre se cobra dos euros a los muchos bañistas que frecuentan este paraje (el resto del año es gratis). Allí arranca el camino que, siguiendo el río Palancia, lleva en 10 minutos hasta el salto de agua.
Extremadura: chorro de la Meancera, Nuñomoral (Cáceres)
El Chorro de la Meancera es una hermosa cola de caballo, de aguas limpias y cristalinas, que se despeña entre oscuras pizarras en un salto de más de 100 metros, salpicando a todo el que se arrima desde El Gasco, una aldea que se esconde, como la propia cascada, en el abrupto y enrevesado corazón de Las Hurdes, cerca del nacimiento del río Malvellido. Dos horas lleva ir y volver por un sendero bien señalizado, pero vale la pena alargar la marcha un poco (otros 45 minutos) para conocer el volcán de El Gasco. En realidad, no es un volcán, sino el cráter de un meteorito que cayó aquí hace uno o dos millones de años. El enorme socavón, de 50 metros de diámetro, hoy no sirve más que para hacerse frotar los ojos a los forasteros, pero en los años ochenta del pasado siglo se usaba la piedra pómez de la zona para lavar y envejecer vaqueros o para fabricar pipas de fumar.
Galicia: cascada de Ézaro, Dumbría (A Coruña)
Pocos ríos en el mundo, y ningún otro en España, hacen lo que el Xallas: desembocar en el mar dando un salto. Y no un salto cualquiera. Porque el Xallas se precipita al océano Atlántico por una brecha del granítico monte Pindo, el Olimpo Celta, creando una hermosa cola de caballo de 40 metros de altura. En unos cinco minutos se llega al pie de la cascada desde el puerto deportivo de la localidad coruñesa de Ézaro, avanzando por una pasarela peatonal de madera de 300 metros justos, ancha, segura y bien tratada para que no resbale. Si se quiere ver el salto de otra manera, se puede alquilar un kayak allí mismo.
La Rioja: cascadas de Puente Ra, Villoslada de Cameros
Dicen que los riojanos, cuando aún hablaban latín, se referían a la sierra de Cebollera como Lumbus Aureus, por el color dorado que en los atardeceres cobran sus laderas nevadas. De ahí vendría el nombre que aún recibe su lugar más antiguo y sagrado, la ermita de Lomos de Orios (siglo XVII), que está a más de 1.400 metros de altura, en Villoslada de Cameros. En la ermita empieza y termina la Senda de las Cascadas, que lleva atravesando un hayedo precioso hasta los saltos de más de cuatro metros de altura que da el arroyo de Puente Ra, afluente del Iregua. Se trata de una ruta circular señalizada de 6,6 kilómetros y dos horas de duración. Dificultad: mínima. Satisfacción: máxima. Viendo correr y brincar al arroyo de Puente Ra recordaremos las carreras y los saltos de Lino Martínez, un pastor de la zona que, según la leyenda, un día de 1824 fue perseguido por un lagarto gigantesco al que había dado de comer cuando era una cría. Ahora la bestia se disponía a devorar a su benefactor cuando, huyendo, este alcanzó la ermita y la Virgen le abrió la puerta y la cerró en el momento en que el lagarto entraba, partiendo en dos al animal. Por eso, en la entrada de la ermita hay un lagarto grandecito tallado en cuerno de vaca cuyo corpachón está cortado en dos.
Navarra: nacedero del Urederra, Baquedano
Cientos de cascadas y pozas cristalinas forma el río Urederra nada más nacer en un cortado calizo de la sierra de Urbasa. Urederra, en euskera, significa “agua hermosa”. Y vaya si lo es. Por eso, porque todo el mundo quiere ver algo tan bonito, para evitar aglomeraciones hay que reservar con antelación vía web y abonar cinco euros por vehículo estacionado en el aparcamiento del pueblo de Baquedano, donde comienza el sendero de 6,2 kilómetros (ida y vuelta) que lleva hasta el nacedero.
Región de Murcia: salto del Usero, Bullas
El del Usero es un salto de agua de apenas dos metros y medio de altura en la cabecera del río Mula. Se trata, pues, de una cascada modesta. Lo que hace extraordinario a este paraje, situado a 1,5 kilómetros del casco urbano de Bullas, es el formidable encajonamiento del cauce: la erosión ha esculpido las areniscas y los travertinos del terreno hasta formar una inmensa bóveda, bajo la cual brinca el río y se precipita a una poza o vaera de cinco metros de profundidad. No es una cascada subterránea, pero casi. No es una piscina natural cubierta, pero casi. Lo que es, sin casi, es un oasis, un rincón húmedo, fresco y sombrío en mitad de una tierra con uno de los índices de pluviosidad más escasos de la península Ibérica. Es tan insólito y atractivo que miles de bañistas vienen a disfrutar de él en verano. O venían, porque, para protegerlo, el acceso está ahora restringido a un aforo máximo de 50 personas, que solo pueden permanecer en el paraje un total de dos horas y media. El resto del año, el acceso es libre.
País Vasco: cascada de Goiuri-Gujuli, Urkabustaiz (Álava)
Un kilómetro antes de llegar al pueblecito de Goiuri-Gujuli por la carretera A-2521 hay un mirador que domina una de las cascadas más altas de España: ¡105 metros! El impresionante salto de agua lo forma el cauce del río Oiardo, un afluente del Altube que, a su vez, lo es del Nervión, al precipitarse por un acantilado de las estribaciones del monte Gorbea. Justo encima de la cascada se encuentra la casa rural Ugarzabal, gobernada por una familia alegre y amorosa a más no poder. Así que allí se disfruta de dos cascadas: una de agua y otra de cariño.
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