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Otoño de bosque y forja en los Oscos

Senderos entre robledales, oficios tradicionales y rica gastronomía de cuchara aguardan en esta poco conocida comarca del occidente asturiano

Ruta de la Cascada Seimeira, en la comarca asturiana de los Oscos.
Ruta de la Cascada Seimeira, en la comarca asturiana de los Oscos. juanjo sierra

Serpentea el Eo en su viaje al Cantábrico. Una orilla baña a Lugo y la otra se abre paso por la comarca asturiana de los Oscos. Conformada por tres concejos que comparten apellido, Villanueva, San Martín y Santa Eulalia de Oscos, es un territorio boscoso y verde que dibuja mares de nubes cuando amanece; con casas de piedra y pizarra; fraguas y molinos de agua. Este tesoro natural está declarado reserva de la biosfera Oscos-Eo y Terras de Burón, junto a Castropol, San Tirso de Abres, Taramundi y Vegadeo.

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Aunque su lengua propia, la fala (eonaviego), sea un gallego-asturiano, y su más representativa construcción popular sean los hórreos y los cabazos, los oriundos de Oscos no son gallegos. Tampoco lo era el marqués de Sargadelos (1749-1809), que nació en Ferreirela de Baxo, donde se encuentra la casa museo de este comerciante ilustrado (visitas guiadas, 3 euros; +34 676 81 40 94), cuya cerámica azul y blanca tan suya sienten los gallegos.

Esta siempre fue una región de oficios. Sus reservas de pizarra, hierro, cinc y plomo trajeron prosperidad a la zona y a las civilizaciones que por allí pasaron. Desde los romanos, cuyas huellas se pueden ver en los castros de la sierra de San Martín (cerca de Bousoño), descubiertos en 1986, a los vándalos, alanos, celtas, íberos, celtíberos, fenicios, griegos, visigodos y árabes. El siglo XVIII trajo el esplendor por la metalurgia, pero la despoblación empezó a atacar un siglo más tarde, con la llegada de los altos hornos.

Taller de forja de Friedrich Bramsteidl, en Santa Eulalia de Oscos (Asturias).
Taller de forja de Friedrich Bramsteidl, en Santa Eulalia de Oscos (Asturias).gonzalo azumendi

Los pocos artesanos que quedan se salvaguardan como metales preciosos; atraen a aprendices y escultores que pasan temporadas o se quedan a vivir aquí. Al maestro ferreiro Friedrich Bramsteidl le invitaron a recuperar una fragua hidráulica en 2006 y desde entonces sus manos teñidas de negro forjan el hierro en el Conjunto Etnográfico Mazonovo, a cinco kilómetros de Santa Eulalia. La casita de al lado es el taller del navajero Antonio-García Verdugo, un madrileño que vino para quedarse. Igual que Jorge Toquero y Keiko Shimizu, padres de Hyottoko Artesanía, cuya casa es también taller. Shimizu, que aprendió español “para poder visitar las cuevas rupestres del norte de España”, domina el arte del forjado de espadas y es escultora de hierro. A pocos pasos está el telar de Irene Villar, que teje con fibras naturales como lino, algodón, seda y lana en uno de los pocos telares tradicionales que quedan.

Por la zona de Santa Eulalia (Santalla, en eonaviego) hay varias citas gastronómicas memorables. Como el hotel rural Casa Rodil, donde Lola Quintana Flores riega los platos con ribeiro casero. “Aquí todos pueden comer, vegetarianos incluidos”, dice señalando el huerto de la parte trasera. Hay que probar su el tradicional caldo de cimois (o grelos), que viene en puchero, y las patatas fritas con huevos. De postre, leche frita. Para comer en el cercano mesón L’Auga, con excelente producto de temporada, hay que reservar. Y no se puede dejar Santalla sin tomar un vino en el bar-tienda Casa Pérez, sobre todo el blanco Adega Panchín, de producción limitada, que se da en el municipio gallego de Negueira de Muñiz. Recomendarán maridarlo con queso de los Oscos, que también se puede comprar en la barra, donde aún hacen las cuentas en el cartón de envolver embutido.

El maestro ferreiro Friedrich Bramsteidl forja el hierro desde 2006 en el Conjunto Etnográfico Mazonovo

Hay que llamar para asegurarse plaza si se quiere pasar la noche en los Oscos. Cuenta la dueña de A Casoa que algunas reservas para verano entran en febrero. En este coqueto hotel rural el desayuno, con bizcocho casero incluido, se sirve en una gran mesa con mantel bordado a mano. Suelen colgar el cartel de completo los apartamentos rurales La Quintana de Zarauza, en Salgueiras (Villanueva de Oscos). Desde aquí parten varias rutas de senderismo como la del Carbayal de Salgueiras (un impresionante bosque de robles), de siete kilómetros, que pasa por Carbayal y Xestoso.

Hay más itinerarios señalizados para conocer la comarca a pie o en bici de montaña. Como la ruta del Silencio, que parte del pueblo semiabandonado de San Cristóbal e invita, en Villanueva, a detenerse en el Ecomuseo del Pan y el monasterio de Santa María. El templo, que tuvo y tiene también uso no religioso, da testimonio de la desamortización de Mendizábal. En el siglo XII el emplazamiento servía de cenobio para los monjes benedictinos. Ahora se visitan la capilla, el patio interior y el aula de interpretación. Del monasterio, construido en el XVII, el claustro se conserva como ruina. Es bonito atravesar sus vanos, recovecos y escaleras rodeadas de huertas con un riachuelo junto a sus muros. A pocos pasos queda Casa Perales y sus ricas fabas (+34 985 62 60 72), servidas con carne o con pescado según el día.

cova fdez.

Caminata y cachopo

También puede acabar con parada gastronómica la ruta de la Cascada de Seimeira. Concretamente en el mesón sidrería Veredas (+34 662 51 84 93), famoso por su cachopo, a la entrada del pueblo de Santa Eulalia, desde donde arranca y finaliza la caminata. En la cercana Pumares un bosque autóctono mira al río Agüeira y da paso a una aldea en ruinas. Se conoce como el valle del Desterrado, pues, según la leyenda, allí exiliaron a un joven criado que, obedeciendo las órdenes de su amo, mató al párroco de Santalla. A pocos metros sale una indicación a la izquierda para continuar hacia la capilla de San Pedro, en Busqueimado, buen plan tras contemplar los 30 metros del acuático salto de Seimeira.

Los senderos también llevan a las minas. A Carmina, recién rehabilitada, se llega desde San Martín (atravesando Villarín de Trasmonte) o desde Santalla. Hasta los años sesenta de ella se extraían blenda y galena, que se fundían en el puerto de Ribadeo. Se puede comenzar el camino en el área recreativa de Ferreira, con zonas de canoas y baño. Hay que cruzar un puente y seguir una senda empedrada flanqueada por manzanos hasta una aldea semiderruida, As Talladas. También están habilitadas las minas de Pena Teixeira y Arruñada, accesible desde San Pedro d’Ío, y la Excomulgada, antes de la sierra de La Bobia.

Una semana sirve para empaparse de este rincón poco conocido de Asturias. Un refugio de tranquilidad que preserva con mimo los oficios y ayuda a reconectar con la naturaleza, y sirve, además, de disparadero para otros destinos cercanos. Se puede continuar ruta —el trayecto es precioso— hacia la desembocadura del Eo y hacer parada en Vegadeo (Asturias) y en Ribadeo (Lugo). Y, en ese punto, decidir si se continúa hacia el Principado (previa parada en Tapia de Casariego) o se redescubre la Mariña Lucense, uno de los secretos mejor guardados de Galicia. El norte va de eso, de rincones y secretos.

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