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Detrás de un desfile en la era Covid

MORGAN O’DONOVAN
Carmen Mañana

Maria Grazia Chiuri, directora creativa de Dior, se ha rodeado de mujeres artistas para encontrar respuestas a esta época incierta a través de la moda. El resultado es una de las pocas y más significativas presentaciones con público de toda la temporada.

El coro Sequenza 9.3 —compuesto por 12 mujeres y dirigido por Catherine Simonpietri— rompe el silencio y comienza el último desfile de Dior hasta la fecha: el primero con público desde el confinamiento. Es 29 de septiembre y estamos en los jardines de las Tullerías de París. Sobre la pasarela, 86 propuestas para la temporada primavera-verano 2021, esa que nadie sabe aún si pasaremos con o sin mascarilla. Detrás, entre bambalinas, una historia que habla de cómo afronta esta época incierta una de las marcas más poderosas del sector, que, con una facturación cercana a los 50.000 millones de euros anuales antes del coronavirus, se erige en uno de los pilares de Louis Vuitton Moët Hennessy, el mayor conglomerado de empresas de lujo del mundo y propietario de enseñas como Givenchy, Fendi, Loewe o Dom Pérignon.

Este peso estructural convierte cualquier decisión de la maison en determinante dentro de la industria de la moda. Que Dior desfile a la antigua usanza en la Semana de la Moda de París, donde el 80% de las firmas mostraron sus colecciones a través de formatos online, lanza un mensaje de esperanza y continuismo, secundado por las otras casas francesas históricas como Hermès, Chanel y la propia Louis Vuitton. Aunque Maria Grazia Chiuri, directora creativa de la división femenina, es consciente de que la crisis que atraviesa el mundo está transformando radicalmente los comportamientos y hábitos de consumo; también las aptitudes corporales, tal y como explica en una nota de prensa, donde reconoce, además, que el concepto de moda contemporáneo ha sido puesto en cuestión.

Un modelo de la colección primavera-verano 2021 de Dior.
Un modelo de la colección primavera-verano 2021 de Dior.MORGAN O’DONOVAN

“Para poder afrontar esta colección, he tenido que interactuar con otras mujeres. El objetivo era encontrar juntas una respuesta adecuada a través de la moda a esta época incierta sin precedentes”, cuenta la directora creativa. Entre esas mujeres está Nanni Strada, famosa diseñadora textil italiana que ha colaborado con firmas como Ermenegildo Zegna, Max Mara o La Perla y que se enorgullece de ser la primera en haber producido unas sandalias de plástico en 1966. Su trabajo, que siempre giró en torno a la sensación de bienestar, inspiró a Chiuri para reinterpretar la silueta clásica de Dior desde la comodidad. “Creo que es lo que necesita la mujer actual”, asegura vía vídeo.

Maria Grazia Chiuri durante el fitting de la colección de Dior.
Maria Grazia Chiuri durante el fitting de la colección de Dior.SOPHIE CARRE

Esa idea hilvana toda su colección. La italiana versiona el abrigo paletó —una prenda formal— en forma de túnicas étnicas; reinterpreta la camisa masculina —una de sus favoritas— en piezas que recuerdan los emblemáticos vestidos camiseros de Dior, y propone prendas que fluyen sobre el cuerpo favoreciendo los juegos de superposiciones y que reproducen el patrón de unas chaquetas creadas por la maison específicamente para el mercado japonés en 1957.

Chiuri toma como referencia a escritoras, poetas e intelectuales que crean en la intimidad de su hogar. Desde Virginia Woolf, envuelta en prendas de color, hasta Susan Sontag, ataviada con una camisa blanca. Así busca conectar de una forma aspiracional con esos millones de profesionales que hoy teletrabajan, aunque frente a ellas se abra una hoja Excel y no precisamente en blanco. El chándal —al menos hoy— no forma parte del vocabulario de Dior.

Un momento del desfile de Dior.
Un momento del desfile de Dior.ADRIEN DIRAND

Algo mucho más artístico —el concepto de collage— sí resulta fundamental en el discurso de Maria Grazia Chiuri. Primero, referido a la combinación de tejidos. Porque en su propuesta para la próxima primavera, la diseñadora italiana utiliza el shibori y el ikat, dos técnicas textiles —la primera originaria de China; la segunda, muy desarrollada en la India— en las que se tiñe el hilo y luego se teje el motivo final. “Creo que mezclar elementos de distintas culturas pero que siguen la misma metodología de construcción es un modo de dar a conocer lo que hay más allá de la moda”, explica.

El collage protagoniza también la puesta en escena de la colección. Cada temporada, Chiuri invita a una artista a intervenir en la pasarela. En enero de 2020, por ejemplo, colaboró con la activista Judy Chicago, famosa por su obra The Dinner Party, una mesa triangular dispuesta para 39 figuras históricas femeninas que forma parte de la colección permanente del Museo de Brooklyn. Para el show de Dior, la estadounidense ideó unos enormes pendones bordados a mano en los que podían leerse frases como: “¿Qué pasaría si las mujeres gobernasen el mundo?” o “¿Serán algún día los padres y madres iguales?”.

Un detalle de la colección de Dior,
Un detalle de la colección de Dior,SOPHIE CARRE

En esta ocasión, Chiuri escogió a Lucia Marcucci, una creadora que analiza a través de su obra la influencia de los medios en la percepción que las mujeres tienen de sí mismas y que firma las vidrieras que enmarcaban el desfile de febrero. En ellas dialogan retazos de revistas de moda con obras de Piero della Francesca, Georges de La Tour o Claude Monet.

Al paso de las modelos, suenan voceri, canciones sicilianas del siglo XIX donde se mezclan palabras y sonidos y que eran entonadas por las mujeres ante la pérdida de un marido o un hijo. La atmósfera litúrgica resultaba innegable. La luz tenue, las vidrieras, los cánticos primitivos. Si la pasarela es un templo para Dior, la moda —continuando con el símil— constituye una suerte de religión o secta (según se mire). Y si ha sido puesta en cuestión, como reconoce la marca, quizá sea hora de un concilio.

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