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Sin miedo a las pantallas, pero con las ideas claras

El coronavirus está cambiando la educación de los niños y su relación con la tecnología por lo que conviene convertirla en una aliada y no en una enemiga.

Se avecina un otoño complicado para quienes tenemos hijos en edad escolar. Más allá de las dificultades propias de la pandemia o de la situación económica, nos vamos a enfrentar a otro gran desafío: acompañar a nuestros vástagos en una educación cada vez más virtual, incluso para los más pequeños. Todo resulta más difícil si tenemos que compatibilizarlo con nuestro trabajo y, mucho más, si somos sensibles al impacto negativo que pueden tener los dispositivos digitales en el desarrollo cerebral de los menores.

Diversas investigaciones han demostrado las consecuencias perjudiciales que producen el uso excesivo de pantallas digitales en el desarrollo cognitivo de los más jóvenes. Sin embargo, la covid-19 nos ha obligado a incorporar estos dispositivos como herramienta de comunicación y de enseñanza. Para muchos padres y educadores no va a ser un plato de buen gusto, pero debemos aceptar también esta nueva normalidad en las familias y encontrar claves prácticas para vivirlas de la mejor manera posible, tanto para el desarrollo de los niños como para la serenidad de los padres. Si queremos convertir los dispositivos en aliados, y no en enemigos, podemos seguir las recomendaciones de dos grandes expertos en la materia como Álvaro Bilbao, neuropsicólogo y autor de diversos libros, como El cerebro del niño explicado a los padres (Plataforma Editorial), y Pilar Sanz, psicóloga y autora de Enseña a tus hijos a digerir sus emociones (Plataforma Editorial).

Estos autores defienden que cada edad tiene su tiempo recomendado de uso de dispositivos para el aprendizaje. Por ejemplo, los menores de dos años deberían evitar cualquier contacto con las pantallas. De dos a seis años el uso de la tecnología convendría que fuese exclusivamente para relacionarse con los familiares y amigos que no están presentes. O para compartir una película, pero nunca debe utilizarse para jugar. En este tramo de edad el cerebro de los niños no tolera bien las clases virtuales, lo que les impide estar quietos frente a una pantalla. Lo recomendable sería tener contacto por videoconferencia una vez a la semana con el tutor y realizar una clase grupal con un máximo de cinco o seis alumnos para que puedan verse. Eso sí, siempre acompañados de alguno de los padres y procurando que el niño lo disfrute y conecte emocionalmente con la actividad, propone Bilbao.

De seis a nueve años debería existir un máximo de dos horas de videoconferencia al día y ejercicios pautados para hacer en casa. El alumno debería complementarlo con el uso del libro y del cuaderno de papel. Si quieren relacionarse con sus amigos a través de los dispositivos, hay que establecer tiempos. Y si comienzan a utilizar la tableta para jugar, es recomendable que sea en presencia de los padres y que estos se interesen en todo momento por lo que están haciendo.

Entre los 9 y los 12 años, el máximo tiempo de clases virtuales que deberían recibir es de tres horas. Conforme se acercan a los 12 años van a querer utilizar los dispositivos a solas para hablar con los amigos o jugar. Debemos intentar ser parte de su mundo, saludar si están conectados con los amigos del cole o los primos. “Es una nueva versión de tener a los amigos en casa”, reflexiona una madre. Se han de dictar también instrucciones firmes sobre redes sociales y sobre los tiempos de conexión y de desconexión. A partir de los 12 años se acentúa todo lo de la etapa anterior y es importante que establezcamos una conexión entre su mundo virtual, nosotros y el mundo que nosotros llamamos real.

Consejos para padres y madres

Álvaro Bilbao y Pilar Sanz realizan las siguientes recomendaciones para los padres con hijos en esta franja de edad:

  • Cuanta menos televisión y pantallas, mejor. Dejan de dedicar ese tiempo al juego, que es lo que realmente necesitan los niños.
  • Si ambos progenitores están en casa, es importante que se organicen por turnos para que siempre haya uno de los dos con los niños.
  • Evitar la televisión antes y durante la hora de comer, ya que por la mañana los niños pueden entretenerse solos con mayor facilidad porque no están cansados.
  • Establecer rutinas y horarios tanto del uso de la tecnología como del tiempo de desconexión para favorecer la vida en familia.
  • Asociar el uso de los dispositivos a estímulos externos (se estudia en el escritorio, se juega en otra ­habitación…).
  • Si estamos estresados con el teletrabajo y no podemos hacer turnos para vigilar a nuestros hijos, hay que atender los deberes. Si estamos muy cansados, encender la tele al niño puede ser un mal menor, ya que es la mejor manera de evitar gritos y conflictos.
  • Es importante interesarse y formar parte de la realidad virtual de los niños y de los adolescentes: saber a qué juegan, con quién se relacionan, que están aprendiendo…

Pilar Jericó es coordinadora del blog Laboratorio de felicidad de EL PAÍS.

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