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La crisis del coronavirus
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Refugiados y migrantes de Venezuela: olvidados en medio de la pandemia

Empieza la Conferencia Internacional de Donantes en solidaridad con refugiados y migrantes de Venezuela, convocada por España y la UE. El confinamiento en América Latina los ha dejado varados en su huida, sin ingresos o servicios básicos, en una situación cada vez más adversa

Aranza Benavente, con un año, viaja con su madre Yenny Casadiego desde el estado de Cojedes, en Venezuela, a Ecuador.
Aranza Benavente, con un año, viaja con su madre Yenny Casadiego desde el estado de Cojedes, en Venezuela, a Ecuador. Moreno González (UNICEF)

El coronavirus nos ha afectado a todos, pero a algunos más que a otros. Para los más de cinco millones de venezolanos y venezolanas que dejaron su país y ahora viven en otros de América Latina y el Caribe, el golpe ha sido fortísimo. Ary, 17 años, salió de Venezuela hace 8 meses y vive en Ecuador con su hermana mayor. Allí, la niña limpiaba casas para enviar a su madre entre 15 y 20 dólares cada mes. Pero de la noche a la mañana, Ary perdió su ya precario medio de subsistencia.

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En América Latina, donde siguen aumentando los casos de coronavirus cada día, la pandemia y sus medidas de confinamiento dejaron a gran parte de los trabajadores refugiados y migrantes de la economía informal sin ingreso y sin acceso a servicios básicos. Salieron de su país en búsqueda de mejorar una situación que cada vez les resulta más adversa en tiempos de pandemia.

Ahora muchos están en las calles, padeciendo hambre y viviendo a la intemperie. Muchos también, especialmente niños, niñas y mujeres, corren riesgo de quedar expuestos a la explotación y el abuso. Con la atención puesta por los gobiernos de la región en la respuesta de salud pública ante la pandemia, las personas refugiadas y migrantes de Venezuela se están convirtiendo en los más vulnerables de los vulnerables del coronavirus. A causa de la covid-19, se estima que este año cerca de dos millones de niños refugiados y migrantes de Venezuela, y de las comunidades de acogida verán aún más afectada su ya difícil realidad. Esta cifra duplica a la de 2019. Casi una de cada tres personas que necesitan asistencia humanitaria es un menor de edad.

Desesperadas, miles de familias han optado por regresar a Venezuela. Debido a los cierres de frontera, han quedado separadas en la región, sin poder reunirse con sus seres queridos. Son muchos los niños a los que la pandemia les ha alcanzado solos.

No podemos olvidar que las medidas de aislamiento han puesto a niños, niñas y mujeres refugiadas y migrantes en un mayor riesgo de violencia doméstica. A medida que los países comienzan a reabrir, es primordial que ellos puedan acceder a servicios educativos y de protección, así como a oportunidades para obtener algún medio de subsistencia.

Desesperadas, miles de familias han optado por regresar a Venezuela.  Y han quedado separadas en la región, sin poder reunirse con sus seres queridos. Son muchos los niños a los que la pandemia les ha alcanzado solos

Muchos países vecinos han tomado, en los últimos años, encomiables medidas para incluir a la población venezolana en sus programas sociales. Pero las capacidades nacionales han llegado a un punto crítico. Ahora más que nunca se necesita el respaldo de la comunidad internacional para asegurar que estas poblaciones reciban el apoyo que requieren. La asistencia humanitaria y de desarrollo se debe reforzar. De otra manera, existe un alto riesgo de que los resultados alcanzados hasta el momento se reviertan y las pérdidas sean aún mayores, ya no solo en términos financieros sino de vidas humanas.

En 17 países de acogida en América Latina y el Caribe, Unicef, Acnur y la OIM trabajan con los gobiernos y la sociedad civil para apoyar a los refugiados y migrantes más expuestos a la pandemia, con especial atención en los niños, niñas y adolescentes. Para evitar la propagación del virus en el marco de la Plataforma Regional de Coordinación Interagencial R4V, hemos habilitado canales de atención remota, albergues seguros, distribuido mensajes de prevención e higiene, reforzado la atención en salud, y mejorado el acceso a agua potable y jabón. Nadie está protegido a menos que toda la población esté protegida.

Somos conscientes de que, tras la emergencia, será importante unir esfuerzos para la reconstrucción. Desde este momento, de la mano de los Estados receptores, estamos impulsando la inclusión de refugiados y migrantes en los sistemas sanitarios y sociales existentes. A esta población cualificada y dispuesta a ser parte de la reconstrucción necesaria, tras la pandemia también se les debe facilitar el acceso al mercado laboral en cada país.

Es imperativo que la comunidad internacional responda. Estamos ante una crisis humanitaria mayor que no se ve y que requiere del apoyo internacional. En los próximos días tendrá lugar la Conferencia Internacional de Donantes en solidaridad con los refugiados y migrantes de Venezuela, convocada por España y la Unión Europea, con el apoyo de Acnur y OIM. En este marco es fundamental que los países donantes encuentren el camino para seguir apoyando la respuesta humanitaria y de protección, en particular para los más vulnerables de este contexto.

A menos que la comunidad internacional respalde de manera más enérgica a los países de acogida, existe un alto riesgo de que se queden atrás millones de refugiados y migrantes venezolanos en América Latina y el Caribe, cada día más invisibilizados por el coronavirus.

José Samaniego es coordinador regional de ACNUR para la respuesta a refugiados y migrantes de Venezuela. Diego Beltrand es enviado especial del Director General de la OIM para la respuesta a refugiados y migrantes de Venezuela y Bernt Aasen es director regional de Unicef para América Latina y el Caribe.

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