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Por qué no te funcionan las recetas de los vídeos de YouTube

Y, si a veces nos las dan con queso, ¿por qué repetimos en vez de quejarnos?

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Quien nunca se haya maravillado en las redes sociales con una receta de cocinaque parecía casi mágica se ha perdido el espectáculo. En cuestión de segundos, con unos pocos ingredientes y en solo un par de pasos se consigue un resultado tan espectacular que resulta imposible resistirse a compartir las elaboraciones, no dejar constancia de que nos han gustado mediante un grande y colorido like (o lo que se tercie). El problema está en que muchos de estos vídeos son, en esencia, falsos. Y en algunos casos, pasar de la fascinación a la emulación doméstica puede hasta llegar a ser peligroso.

El chasco, para quien no lo haya saboreado en su propia cocina, llega con una investigación de la BBC que ha demostrado que estos populares vídeos, conocidos como food hacks ("trucos de cocina", en inglés), muestran recetas irreproducibles. Para demostrarlo, los periodistas de la cadena británica intentaron recrear algunas que prometían postres tan fabulosos como un flan que se hace en el cartón de la leche (cuando uno se fija, ve claramente que han recortado el envase convenientemente para que quepa en el microondas), una imposible gelatina para postres a base de calentar ositos de gominola y un "nido" de caramelo que supuestamente se forma tras echarlo hirviendo sobre una varilla que rota sobre sí misma… Los periodistas no solo fueron incapaces de obtener el goloso resultado prometido de uno solo de los vídeos, sino que podrían haber sufrido serios daños personales, mucho más allá de perder el tiempo, sin la protección que usaron para llevar a cabo la última prueba: el caramelo fundido, que salió disparado en todas direcciones, está más caliente que el agua hirviendo.

"Son las fake news del mundo de la repostería", dice en el documental la especialista en ciencia de los alimentos Ann Reardon, quien ha dedicado varios vídeos en YouTube a analizar estos contenidos virales y a demostrar por qué no funcionan. Pero entonces, ¿por qué acumulan millones reproducciones sin igual número de quejas del público? ¿Cuál es la receta infalible?

Espejismo de la cocina, espejo de la sociedad

Probablemente conectamos con los vídeos de recetas "mágicas" porque funcionan como un espejismo de la cocina. Como apunta por correo electrónico Benedict Nicholson, responsable de investigación y editorial en la compañía de monitorización de contenido NewsWhip, la audiencia los consume porque muestran cosas que uno puede probar en casa. "Sin embargo, si alguien realmente hace el esfuerzo de hacerlos, es algo completamente diferente", señala. Nicholson califica este tipo de contenido de "inspiracional", lo que puede traducirse como algo muy útil para dejar volar la imaginación pero para poco más.

A un nivel antropológicamente más profundo, estos vídeos, más que espejismos, son auténticos espejos de una realidad incómoda: cada vez nos interesa más lo que pasa en las cocinas cuando, paradójicamente, cocinamos menos que nunca. Es una evolución del "nuevo orden alimentario" que surgió en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, en el que, según explica Rafael Cuesta, antropólogo y profesor en la Universidad Miguel Hernández, se produjo una reducción del tiempo que se dedica a la preparación de las comidas. Un estudio de 2016 ya advertía de que los consumidores pasan más tiempo viendo recetas y fotos de comida en diferentes soportes audiovisuales que cocinando.

O sea, ¿que los miles de likes que coronan estos vídeos son de personas que han visto las recetas sin ninguna intención de probar a hacerlas? Es una conclusión extraña, pero tiene sentido cuando se comprende hasta qué punto la relación con la comida también ha mutado. Se ha pasado de un modelo en el que comer marcaba los horarios a otro en el que ya no define momentos clave del día. "En el pasado teníamos cuatro tiempos de acceso a la comida a lo largo del día", indica Julián López, antropólogo y profesor en la UNED, quien señala que eran momentos de "socialización fuerte". Ahora, dedicamos menos tiempo a cocinar y a comer, y también a compartir ese tiempo. Además, también ha ido apareciendo una cultura visual de la alimentación. "Se habla de cocina, pero no se hace cocina", indica Rafael Cuesta en referencia a los programas de cocina de la televisión. "Esto es como el fútbol, que la gente ve mucho fútbol pero luego no juega", ejemplifica.

Internet y los paradigmas de comportamiento de las redes sociales también han cambiado el epicentro de lo que nos conecta con los alimentos. "Siempre hemos dicho que la comida entra por los ojos, pero nunca como actualmente", señala López. Antes los sentidos que dominaban eran el gusto y el olfato, ahora la vista está casi al mismo nivel, opina el antropólogo. Ya no solo queremos que las cosas sepan bien, también que luzcan en la foto, algo que sabe de sobra cualquiera que tenga una cuenta en Instagram.

Finalmente, el éxito de los food hacks no se explicaría sin tener en cuenta cómo se comparten los contenidos en la red y la influencia de los algoritmos que gestionan qué contenido le llega a cada usuario. Los vídeos son unos de los contenidos que logran, en general, mejores resultados. En Instagram, por ejemplo, tienen un 49% más de interacciones que los demás contenidos, según un estudio de Quintly. Y los algoritmos parten de los datos acumulados para decidir qué servir: prestar atención a un tipo de contenido asegura que se le otorgue prioridad a productos parecidos en el futuro, lo que ayuda a que estén cada vez más presentes.

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