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Tribuna
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El día después

Es esencial un planteamiento estratégico y prudente contra la pandemia

Una mujer teletrabaja en su casa de Burgos, el pasado martes.
Una mujer teletrabaja en su casa de Burgos, el pasado martes. Samuel de Roman (Getty Images)

Seguro que algunos lectores recordarán la simulación que publicaba The Wall Street Journal para explicar el “problema” del confinamiento. En el momento en el que “cierras compuertas” evitas nuevos contagios y muchas personas superan la enfermedad. Sin embargo, cuando vuelves a abrirlas y se “normaliza” la actividad, mientras quede un solo portador del virus, la dinámica exponencial de contagios se puede volver a reproducir con facilidad.

Las medidas radicales y necesarias de confinamiento social impuestas por el Gobierno están empezando a tener efecto. El confinamiento está sirviendo para “aplanar la curva de contagios” y ganar tiempo para prepararnos para un largo (¿quizás permanente?) periodo de transición hacia el mundo que viene. Pero, no para extinguir la pandemia.

Para vencer definitivamente al virus hoy tenemos dos opciones: o lograr una vacuna, o llegar a un punto en el que una buena parte de la población ya no sea susceptible de ser contagiada. En los modelos sencillos que usan los epidemiólogos, la capacidad de contagio del virus va disminuyendo a medida que avanza la pandemia. Con cada nuevo contagio, quedan menos personas por contagiar (ya sea porque han fallecido o porque ya han pasado la enfermedad), hasta que llega un momento en el que la tasa reproductiva del virus es inferior a uno y puedes cantar victoria.

Las medidas radicales y necesarias de confinamiento social impuestas por el Gobierno están empezando a tener efecto

En España, a pesar de la gigantesca incertidumbre, lo que indican las diferentes estimaciones es que es probable que tengamos un número suficientemente alto de portadores como para que sea difícil evitar un rebrote de contagios, y, al mismo tiempo, un número suficientemente pequeño de contagiados como para que todavía quede mucho camino por recorrer en la evolución de la pandemia.

Si eso es cierto, cuando “abramos las compuertas”, habremos salvado muchas vidas temporalmente, pero nos encontraremos en una situación similar a la del día en que las cerramos: seguirá habiendo un número similar de personas susceptibles de ser contagiadas como antes del cierre.

Es esencial un planteamiento estratégico y prudente contra la pandemia. Debemos estar preparados para un escenario —ojalá pesimista— en el que más que a un pico, nos enfrentamos a una cordillera de contagios. En ese mundo, los retos para alcanzar un nuevo equilibrio en el que se “normalice” la actividad serán enormes, requiriendo la utilización masiva de datos, una alta efectividad en la planificación social y, probablemente, parones intermitentes de la actividad.

Evidentemente, ese escenario tiene importantes implicaciones económicas. El consenso en las proyecciones a día de hoy —incluido el FMI que estima una caída del PIB del 8% para España, aunque considera escenarios peores— es que esto es una cuestión de muy pocos meses, con un impacto brutal, pero acotado en el tiempo y por tanto manejable. En cuanto se levanten las restricciones más radicales, la recuperación comenzaría a principios del verano.

Sin embargo, existe un escenario alternativo que no debemos ignorar. Las diferentes estimaciones en España, Reino Unido, Alemania o Estados Unidos, dicen que durante el periodo de confinamiento se va a perder entre el 30 y el 40% de la actividad. Eso significa que cada mes que pasamos en confinamiento, el PIB se contrae entre un 2.5 y 3.5%.

Los esfuerzos que hagamos ahora para adaptarnos lo mejor posible a una “economía de bajo contacto” serán claves

En un escenario en el que nos pasamos dos meses (marzo y abril) al 70% de actividad, dos meses más al 80% (mayo y junio) y dos meses más al 90% (julio y agosto) la caída del PIB de 2020 sería cercana del 10%. Eso es asumiendo que en verano —donde la principal actividad económica es el turismo— funcionamos casi a pleno rendimiento y que a partir de septiembre estaríamos cerca del 100% de actividad.

Ese no parece un escenario particularmente pesimista, si pensamos en cómo serán nuestras decisiones de consumo o inversión (piensen en compras de automóviles, neveras o transacciones inmobiliarias) o cómo puede afectar la evolución tardía de la pandemia en EE UU a la economía global hasta que logremos tener la vacuna. De hecho, el consenso epidemiológico considera que el distanciamiento continuará muy probablemente al menos hasta final de año. En ese escenario la normalización de la actividad económica no llegaría hasta 2021 y la caída del PIB estaría más cerca del -15% que del -10% .

En términos de política económica no es lo mismo prepararse para un escenario de recesión del -6 o -8% que a una caída mucho más pronunciada de casi el doble. Hasta ahora la estrategia de los gobiernos ha sido ofrecer avales para que los bancos siguieran prestando a las empresas y asumir una parte del coste salarial de los empleados y de los colectivos más vulnerables. Sin embargo, si se prolonga el distanciamiento social y un nivel de actividad deprimida, algunas empresas que al principio tenían un problema de liquidez, con la enorme deuda acumulada, empezarán a tener problemas de viabilidad. En ese mundo será inevitable también pensar en planificar una reasignación significativa de trabajadores hacia nuevos sectores, más compatibles con una “economía de bajo contacto”.

La probabilidad de que terminemos más cerca de un escenario con daños temporales u otro donde se destruye mucho más capital físico y humano será función de los esfuerzos que hagamos ahora para adaptarnos lo mejor posible a una “economía de bajo contacto”.

Eso implicará, por una parte, acceder a mucha más información sobre los contagios de la que tenemos ahora, con tests masivos, geolocalización y trazabilidad de los contactos, como explicábamos recientemente, en una publicación de EsadeEcPol. Y también, grandes dosis de ingeniería social y de políticas micro en muchos ámbitos; desde las frecuencias de transporte, a los horarios de trabajo, o hasta los espacios necesarios para poder seguir yendo a restaurantes sin contagiarnos. La concienciación de la ciudadanía, será clave para tener éxito. Y también el rol del Gobierno en manejar las expectativas para el día después.

Toni Roldán es director de EsadeEcPol, Center for Economic Policy and Political Economy.

Jorge Galindo es director de Economía política en EsadeEcPol.

Antonio García Pascual es miembro del International Board, EsadeEcPo.

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