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Seres Urbanos
Coordinado por Fernando Casado
Desarrollo Urbano

Las ciudades fantasma que crecen como setas en África

Un nuevo modelo de desarrollo urbanístico perpetúa las desigualdades y la exclusión espacial en las periferias metropolitanas africanas

El boom de la construcción en Etiopía está contribuyendo a impulsar una de las economías de más rápido crecimiento de África, no sin suscitar grandes dudas sobre las disparidades de acceso a la vivienda como derecho fundamental.
El boom de la construcción en Etiopía está contribuyendo a impulsar una de las economías de más rápido crecimiento de África, no sin suscitar grandes dudas sobre las disparidades de acceso a la vivienda como derecho fundamental. Departamento de Desarrollo Internacional del Reino Unido (DFID) (Creative Commons)
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En 1991 Abuja se convertía en la capital de Nigeria. Se trataba de una estrategia para aliviar las presiones demográficas de la megaciudad de Lagos, así como para neutralizar el componente étnico con una capitalidad situada en el centro del país que pudiera representar a todo el mundo. La ciudad pasó, así, de 15.000 habitantes en 1987 a sus actuales más de 3 millones de residentes. Se trata de una maniobra táctica a nivel urbanístico que se está adoptando en los últimos años en todo el continente africano. La agenda de la nueva construcción impulsada por varios gobiernos junto a una amplia gama de empresas extranjeras del sector constructor y, a menudo, de las nuevas tecnologías aplicadas a las llamadas ciudades inteligentes, están propulsando una ola de nuevas ciudades africanas que provocan tantos aplausos como críticas. 

BuraNEST, en la región de Amhara, en el norte de Etiopía, es un claro ejemplo. Promocionado como un proyecto de ciudad sostenible, fue fundado en 2010 por Franz Oswald del Grupo Nestown y expertos de la universidad ETH de Zurich, como un experimento urbano que cuenta con casas que almacenan el agua de lluvia, talleres para la industria ligera y la artesanía, eucaliptos locales que suministran madera para la construcción y campos de regadío para los cultivos. Sin embargo, el pueblo permanece medio vacío una década después de su construcción. 

Otro ejemplo de nueva ciudad sin prácticamente habitantes lo brinda Kilamba, una urbe angoleña apodada la ciudad fantasma. La ciudad satélite más grande construida por la cooperación china, es un proyecto de 3.5 mil millones de dólares situado a 20 km del centro de Luanda que nació con el objetivo de descongestionar la capital del país. Inaugurada en 2011 como un modelo urbanístico basado en la vivienda social y apoyado por préstamos estatales del gobierno —respondiendo a la economía de posguerra nutrida de la venta de petróleo—, la urbe ha conseguido alojar a 80.000 de las 500.000 personas a las que se esperaba poder cobijar inicialmente. Los investigadores argumentan que la principal baza en la construcción de esta urbe ha sido el precio de las supuestas viviendas sociales, que han sido adquiridos por la clase media, que actualmente, representa una parte mucho menos cuantiosa de la población de la que se proyectaba hace una década. 

Buranest y Kilamba, así como otras "nuevas ciudades" como la tanzana Kigamboni, son solo algunas de las nuevas ciudades africanas estudiadas por las investigadores neerlandesas Michelle Provoost y Rachel Keeton en su ensayo To Build a City in Africa: A History and a Manual. En él, analizan cómo su diseño configura nuevas formas de vida y de pertenencia para sus residentes, más allá de las ambiciones de sus desarrolladores. Siguiendo un primer ensayo de 2011 en el que indagaban en nuevas ciudades asiáticas, los expertos ponen de manifiesto cómo estos proyectos urbanísticos son parte de modelos de desarrollo económico importados de países como Corea del Sur o Arabia Saudí.

La ciudad satélite más grande construida por la cooperación china es un proyecto de 3.5 mil millones de dólares a 20 km de Luanda que nació para descongestionar la capital

Con esta nueva y flamante edición dedicada a ocho nuevas ciudades africanas erigidas cerca de megaurbes como Cairo o Luanda, se intenta mostrar como el modelo económico neoliberal y las dinámicas neocoloniales están introduciendo una nueva tipología urbana importada, no solo desde Asia u Oriente Medio, sino también impulsada por Estados Unidos y Europa. Así, con una arquitectura de rascacielos, nuevas tecnologías aplicadas a entornos urbanos y sistemas de eficiencia energética con ejemplos como Dubai como arquetipos de sostenibilidad urbana, este modelo urbanístico se erige como una auténtica distopía.

La inversión total en las nuevas ciudades africanas es de casi 115 mil millones de dólares, la mayoría de los cuales provienen del sector privado. Además, por lo menos el 75% de las nuevas ciudades de África cuentan con fondos privados de inversión, como ocurre con la urbe nigeriana de Eko Atlantic City.

Conviene subrayar que, más allá de las aspiraciones y anhelos de los residentes que pueden adquirir viviendas en este tipo de ciudades, más del 55% de los residentes urbanos en África siguen viviendo en barrios informales en muy malas condiciones. No en balde, Provoost y Keeton señalan que el paradigma de las últimas dos décadas en África ha dejado atrás a los más pobres para poner las necesidades del mercado inmobiliario delante de los derechos humanos. Por ello, en su manual sobre nuevas ciudades africanas, concluyen: "abogamos por una consideración cuidadosa de la asequibilidad, disponibilidad y accesibilidad al planificar nuevas ciudades como una forma de garantizar el acceso a una vivienda adecuada para los pobres".

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