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Angola o la maldición del petróleo

El dinero del crudo no se refleja en una mejora de las condiciones de vida del país

Una barcaza cargada de grúas anclada frente a una playa de Luanda
Una barcaza cargada de grúas anclada frente a una playa de LuandaSIMON DAWSON (BLOOMBERG)

En los últimos años, Angola ha recibido una avalancha de dinero procedente del petróleo. El país, uno de los más pobres de África en los años 90 del siglo XX, tiene un PIB de 131.000 millones de dólares (2014), lo que le sitúa como la quinta economía de África, y una renta per capita de 5.935 dólares, la cuarta del continente; unas cifras que, además, no han parado de crecer. El año pasado su PIB era un 60% superior al del 2010 y su renta per capita un 41% más. ¿Dónde está yendo toda esa riqueza? A juzgar por los rankings sobre desarrollo, no parece que haya sido bien utilizada. Según el Banco Mundial, Angola ocupa el puesto 169, de un total de 175 países, en igualdad económica, y el 148, de un total de 187, en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU. El 68% de sus ciudadanos viven bajo el umbral de la pobreza, y el 37% en “pobreza extrema”. “Un estudio de 2008-2209”, dice Luis Padilla, experto en África de la OCDE, “indicaba que el 10% de los receptores controla un tercio de los ingresos”.

La falta de equipamientos es total. En las zonas rurales solo el 34% de la población tiene agua canalizada (el 52% en Camerún, el 55% en Kenia) y solo el 37% de la población tiene acceso a la red eléctrica (el 55% en Senegal o Costa de Marfil). Angola tiene uno de los índices más altos de incidencia de la tuberculosis en África, 320 personas por cada 100.000 (66 en Ghana o 73 en Togo) y una tasa de mortalidad de los bebés de 102 por cada mil nacidos, una de las más altas del mundo, por encima de los 36 del Congo o de los 61 de Camerún.

Poco gasto social

La explicación para esto es que, después de casi 30 años de guerra (1975-2002), la prioridad era reconstruir las infraestructuras básicas, algo que el gobierno del presidente José Eduardo dos Santos —Movimiento Popular de Liberación de Angola o MPLA— sí ha hecho. Se han modernizado carreteras, puertos y ferrocarriles mientras los temas sociales quedaban en un segundo plano. El Gobierno sigue invirtiendo poco en sanidad, educación o energía. Angola solo gasta un 3,5% del PIB en educación, menos que otros países más pobres: Kenia gasta el 5,5% y Senegal el 5,6. En salud, el país invierte el 3,8%, por debajo del 5,1% de Camerún o el 6% de Marruecos. Otras partidas si son generosamente financiadas. Con una de las fuerzas armadas mejor pertrechadas de África, el país se gasta el 13,8% del presupuesto en Defensa y el presidente tiene un presupuesto anual de 1.800 millones de dólares (superior a Sanidad, 1.500 millones).

Los grandes beneficiarios han sido los nuevos miembros de la alta clase media, compuesta por funcionarios y políticos ligados al partido en el poder desde hace 40 años, el MPLA, con salarios y privilegios desmesurados. Cuando Isabel dos Santos, la hija del presidente se casó en el 2003, “el coro que cantó en la boda” según The Guardian, “fue traído de Bélgica en un avión y las viandas llegaron de Francia en otros dos aeronaves”. El evento costó unos cuatro millones de dólares. Nick Kristof escribía en The New York Times, que “solo con el dinero que los líderes gastan en Don Pérignon se podría evitar la muerte de 150.000 niños al año en el país”.

Angola es la quinta economía africana, pero está a la cola en igualdad y desarrollo

La prensa y los comentaristas internacionales no han dudado en calificar al régimen de “sistema de transmisión de dinero público a los bolsillos privados”. En 2013, The Guardian nombró a Dos Santos como “un autócrata acusado de enriquecer a su familia a expensas de los angoleños”. Resulta insólito que su hija, Isabel, 41 años, sea la mujer más rica de África, con una fortuna de 3.300 millones de dólares, según Forbes. Algo que se debe, dicen los críticos, a que “el presidente transfirió a su hija paquetes en grandes compañías del país”. Su patrimonio incluye el 25% de Unitel, la primera operadora de móviles, y un paquete en el BIC, un banco local: tiene el 28% de Zon, un conglomerado portugués de medios de comunicación, un paquete en Amorim Energía (dueño del 33,3% de Galp) y el 19,5% del banco luso BPI. Los hijos del presidente están en puestos destacados. Filomeno de Sousa dos Santos es uno de los tres directores del fondo soberano, FSDEA, con 3.500 millones de dólares.

Corrupción

El país figura, además, en los últimos puestos de los rankings sobre transparencia y corrupción. El Gobierno trata de contrarrestar estas críticas. Este año, en un discurso, el presidente aseguró que el número de angoleños que viven con menos de dos dólares al día ha bajado desde el 92% en 2000 al 54% en el 2014. Padilla, sin embargo, considera que, pese a todo, la situación ha mejorado. “Han logrado”, dice, “reducir el índice de pobreza extrema, que en el 2000 era del 68%, al 36,6%”.

No obstante, todo indica que las cosas van a empeorar. La caída de los precio del crudo ha sido un terremoto. “Los efectos están siendo demoledores: un mayor déficit fiscal, un deterioro de la balanza comercial, una disminución de la inversión, un aumento de la inflación y la depreciación abrupta de la divisa”, advierte Tomás Guerrero, experto de EsadeGeo. Mientras que en 2013 el Estado financiaba el 70% de su gasto con los ingresos del petróleo, este año solo lo hará con el 37%. De ahí que el Gobierno haya tenido que recortar su presupuesto del 2015 en un 26%, lo que ha echado por tierra los planes de Dos Santos para reducir la pobreza a la mitad en los próximos años. Los 10.000 millones de dólares que se iban a invertir en educación en los próximos tres años se han alargado a diez. Proyectos como un nuevo aeropuerto internacional en Luanda, una refinería por valor de 6.000 millones de dólares y un nuevo parlamento han tenido que ser aplazados.

El país necesita 25.000 millones de dólares para cubrir el agujero y ha empezado a pedir préstamos. El Banco Mundial le concedió un crédito de 650 millones. Angola solicitó también a China nuevos créditos y una moratoria de dos años en el pago de su deuda. Desde el final de la guerra, China le ha prestado 20.000 millones. Los chinos han aprovechado esos créditos para aumentar su presencia en el país. Sus empresas construyen carreteras, ferrocarriles y hospitales. En febrero abrieron al tráfico una nueva línea de ferrocarril entre la costa y la frontera con el Congo.

El desplome del precio del crudo supone un desafío para el Gobierno de Dos Santos

El problema es que Angola depende totalmente del crudo, que le proporciona el 70% de los ingresos fiscales y el 95% de las divisas extranjeras. Para sortear la bajada del crudo, el Gobierno está licitando nuevos campos. Este año producirá 1,83 millones de barriles al día, pero espera superar los dos millones en el 2016. Al igual que en otros países petroleros, también ahora se empieza a hablar de diversificación. “Hace años que han empezado a trabajar en esa dirección”, apunta Guerrero. Pero estas iniciativas no acaban de funcionar ya que el país carece de mano de obra cualificada, ventajas competitivas y motivación para producir artículos que puede adquirir con el dinero del crudo. Este ha provocado una sobrevaloración de la moneda local, el Kwanza, que dificulta las exportaciones y ha generado una inflación altísima. Los últimos cinco años los precios han subido un 60%. Luanda, la capital, es una de las ciudades más caras del mundo: un litro de leche cuesta 3,9 dólares (1,2 en Nueva York).

El desplome del crudo empieza a pasarle factura a Eduardo dos Santos, un ingeniero petrolífero y uno de los dictadores que más tiempo lleva en el poder, 36 años. Las condiciones de vida de la población se han agravado: su poder de compra ha caído un 30% entre el 2014 y el 2015. El resultado es que están surgiendo movimientos de protesta contra el régimen, reprimidos sin contemplaciones. De modo que Dos Santos, que tenía la intención de no presentarse a las elecciones del 2017 —para dar paso a un sucesor— ha dado a entender que, ante estas circunstancias, sería ‘poco sensato’ marcharse.

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