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3.500 Millones
Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

Romper el ciclo de la pobreza

La discontinuidad del trabajo y la precariedad siguen siendo limitantes para alcanzar una vida digna

Una persona sin hogar recoge sus pertenencias tras haber pasado la noche en la puerta de una entidad bancaria en pleno centro de Sevilla.
Una persona sin hogar recoge sus pertenencias tras haber pasado la noche en la puerta de una entidad bancaria en pleno centro de Sevilla.Julio Muñoz (EFE)

"Para poder trabajar tienes que tener techo. Y tener alimentación. Si no estás descansado y no has comido, no tienes ni energía", explica Manuel, un madrileño que no cumple los 40 y que malvivió unas semanas en la calle. Cuenta también que él solo durmió tres semanas en un parque. Ahora vive en un albergue. "Lo que yo quiero es tener un trabajo estable. Eso significaría tener una economía estable y techo y mesa para todos los días. Eso quiero: quiero vivir. Esa será mi victoria", señala.

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A Manuel, como a tantos otros, se les condena a sobrevivir. Él repite que se cae en el sinhogarismo y que en tres días, ese viaje puede no tener retorno. "Depende de la época. En verano, con ropa más ligera, es menos duro. Pero imagínate en invierno, con frío y… tienes lo puesto; nada más."

Su relato habla de la realidad de la pobreza, viaje de cuyo ciclo resulta más que difícil salir. "Día 1 sin casa. Empieza el día, empiezas a caminar, consigues comida en algún comedor social… Caminas, caminas, cae la noche y buscas un sitio para dormir. Te pringas entero y al día siguiente, te levantas y... ¿dónde te aseas? ¿En un bar? Mal: te miran mal y empiezas, sin querer, a perder la higiene y el ánimo. Y te vas quedando solo, cada vez más solo. Entonces, hablas con alguien y te relacionas más que con otras personas sin casa y creas un círculo cerrado de amistad. Y otro día. Y otro. Y otro. Y más aislado y ves que no tienes nada, solo la realidad, que dice que de ahí no sales fácilmente", asevera.

Él acaba de terminar un trabajo como mozo de almacén y espera le llamen para la campaña de Navidad. La discontinuidad en el trabajo y la precariedad siguen siendo, junto a la falta de acceso a vivienda, el principal limitante para que Manuel alcance "su victoria".

Miguel Ángel, de 51 años, también de la capital, vive con una familia a la que le paga el alquiler de una habitación: 250 euros al mes. Ahora trabaja como limpiador. Es casi 'mileurista', comenta, pero cuando no tiene ese fijo sabe sobrevivir con 380 euros, los de un subsidio que recibe por una discapacidad del 60%; un dinero que cuenta que pierde cuando limpia.

Traigo sus historias aquí para hablar de desigualdad y pobreza incluso para quienes trabajan. Los dos hoy tienen unas mínimas necesidades cubiertas, pero "la pobreza, –subraya Naciones Unidas– es un problema de derechos humanos urgente y es a la vez causa y consecuencia de violaciones de los derechos humanos, pues se caracteriza por vulneraciones múltiples e interconexas de los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales". Reducir la pobreza y erradicarla es por tanto una obligación de todas las sociedades.

Y no hay que irse a sitios remotos: la desigualdad en España crece, como lo hacen el número de usuarios que cada día acuden a nuestros centros (comedores, pisos y centros de empleabilidad para quienes más la sufren). En España, según publicaba en enero Oxfam Intermón en su informe Desigualdad 1, Igualdad de Oportunidades 0, "el año pasado aumentaron en 16.500 los hogares en los que no entraba ningún tipo de ingreso, alcanzando los 617.000." Y ahí, como siempre, quienes más sufren son los segmentos de la población más vulnerable: mujeres, migrantes y niños.

Según Oxfam Intermón, el año pasado aumentaron en 16.500 los hogares en los que no entraba ningún tipo de ingreso, alcanzando los 617.000 en España.

En este punto de nuevo es importante acudir y buscar la perspectiva de género. Porque ellas están más invisibilizadas, pero no dejan de ser pobres y la exclusión se ceba especialmente en ellas (con hogar o sin él). Así lo demuestran los datos publicados recientemente por el INE. En ellos se muestra que casi un tercio de las mujeres de entre 16 y 30 años está en riesgo de pobreza en España.

Por eso son necesarias políticas que rompan ese ciclo de desigualdad y brinden las oportunidades necesarias para la igualdad. Es necesario que el trabajo no se precarice y sea garantía de una vida digna. Necesitamos que la Estrategia Nacional de Erradicación de la Pobreza esté de manera permanente en la agenda política, se dote de presupuestos para su desarrollo y constituya un compromiso político al que se sumen también las entidades sociales. Desde Luz Casanova buscamos que situaciones como la de Manuel y Miguel Ángel se reviertan, a través del alojamiento y el programa de empleo, que acompaña en el acceso al trabajo y la capacitación para mejorar las oportunidades.

Julia Almansa es directora de la Fundación Luz Casanova, que trabaja principalmente con personas sin hogar y mujeres y menores víctimas de la violencia de género.

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