José Selgas y Lucía Cano: “La del siglo XXI es una arquitectura burocratizada”
Los creadores del estudio Selgascano nos reciben en casa.
LOS ÚNICOS ESPAÑOLES que han participado en la construcción del pabellón anual de la Serpentine en Londres, José Selgas (San Sebastián, 1965) y Lucía Cano (Madrid, 1965), demostraron el tipo de arquitectos que querían ser con su primer trabajo. El auditorio de Badajoz parece flotar envuelto en un polímero —ETFE— entonces desconocido, mucho más ligero, duradero y económico que el vidrio. Desde entonces, Selgascano firman edificios frescos y atrevidos que trabajan materiales industriales con mano artesana. Tan radical fue aquel auditorio que ganaron los concursos para levantar los de Cartagena y Plasencia. Hoy, tres lustros después, han construido en Londres, Los Ángeles, Kenia, Brujas y Cognac (Francia). En sus hormigones está el legado de arquitectos históricos como Miguel Fisac. Sin miedo al color, tienen la ambición de interpretar la naturaleza. La entrevista es en su casa, donde viven hace 13 años. Les ha servido de laboratorio para probar materiales. Pero su origen remite a la tradición: la casa de Julio Cano Lasso, envuelta por la naturaleza, en la que crecieron Lucía y sus ocho hermanos.
¿A sus hijos siempre les gustó esta casa?
Selgas: Los niños son nuestros mejores clientes. Llegan y empiezan a correr, a tocar. Saben relacionarse con la arquitectura porque no tienen prejuicios y se atreven a usarla.
¿Y la arquitectura resiste?
Selgas: Salvo excepciones. El pabellón para la Serpentine se financia con su venta cuando se desmonta. El nuestro ahora está en Los Ángeles. Y en Estados Unidos —donde está mal visto decirles a los niños que no toquen o que no molesten y no hay forma de parar a esas bestias— han tenido que poner un guardia de seguridad. Les gustaba tanto que lo rompían.
Adolf Loos escribió, en su libro Ornamento y delito, que la casa es conservadora, y el arte, revolucionario. No parece su caso.
Cano: La casa debe cambiar con su tiempo. Si no lo hace de manera planificada, acabará haciéndolo por necesidad.
Puede parecer que sus edificios están más cerca de los objetivos del arte que de los de la arquitectura.
Selgas: La libertad nos interesa, pero no nos interesa nada trasladar problemas personales o preocupaciones propias a la arquitectura. No es nuestro medio de expresión. Un proyecto tiene un presupuesto, un programa y un lugar. Y la arquitectura más interesante es la que mejor resuelve esas cuestiones básicas.
Lo básico no define sus edificios.
Selgas: Resolvemos lo mejor posible con el programa, el lugar y el presupuesto que tenemos, que además siempre ha sido bajo.
Definan un presupuesto bajo.
Selgas: Hemos acabado unas oficinas de 7.500 metros cuadrados en Los Ángeles por 20 millones de dólares [18,2 millones de euros] cuando la ampliación del LACMA [Los Angeles County Museum of Art, de Peter Zumthor] cuesta 200.
Cano: Hay aspectos del arte, como la libertad o la apertura mental, que tratamos de llevar a la arquitectura. Ver hasta dónde puedes llegar debería ser parte de la arquitectura. Pero la base es cumplir una función. Si la arquitectura no sirve para eso, fracasa. Precisa de un cliente que sepa lo que quiere.
“La casa debe cambiar con su tiempo. Si no lo hace de manera planificada, lo hará por necesidad” (Lucía Cano)
Trabajan en China y en Los Ángeles. ¿Cómo les llegan esos clientes?
Selgas: El cliente chino nos llamó. El de Los Ángeles lo conocimos porque se estaba ligando a nuestra sobrina. El caso es que ella le hablaba de sus tíos arquitectos. Y él no le hacía caso. Hasta que un día, en una librería, él le enseñó un libro nuestro y dijo: “Esta es la arquitectura que quiero”. Y ella: “¡Pero si son mis tíos!”.
¿Su arquitectura puede dar miedo?
Cano: Hombre… Es cierto que genera o rechazo, o entrega. Pero creemos que el rechazo se produce cuando no han estado en los edificios.
¿Les pasa lo mismo con su casa?
Cano: La casa sorprende a quien ha visto poca arquitectura. Les gusta la luz, la cercanía con la naturaleza, la sencillez, el color.
¿El usuario de sus edificios tiene que ser de una determinada manera?
Selgas: No hay arquitecto, escritor ni músico que trabaje para contentar a todo el mundo. Pero haciendo algo con convencimiento, a veces se gusta a todos. Hay películas, poemas, edificios o canciones que lo consiguen.
¿Es posible repetir una casa?
Selgas: Es imposible, la ubicación es determinante, y la implicación de un cliente, también.
El color distingue sus edificios.
Selgas: El que domina la arquitectura es el gris. Eso es una autolimitación equivalente a escribir con dos vocales en lugar de utilizarlas todas.
¿Por qué se le tiene miedo al color?
Cano: Es muy difícil. Nosotros a veces hemos metido la pata. En nuestra propia casa pusimos un suelo azul oscuro y siempre tenía pisadas. Y oscurecía la casa. Era bonito, pero resultaba incómodo. Y acabamos rectificando.
Selgas: El color es un recurso barato con un resultado notable. Y es obligatorio, hay que decidir un color. Puede ser blanco, que siempre suele tener sentido porque es el que más luz aporta; o puede ser gris, que tiene fama de ser el color más seguro, y hay un montón de opciones más. El color te tapa errores de acabados, imperfecciones, pobreza. Lina Bo Bardi pintaba de rojo por eso. La arquitectura popular está llena de color usado de manera sabia: los verdes en las ventanas al lado de la naturaleza…
A pesar de ser marcadamente coloristas, sus edificios son materialmente ligeros.
Selgas: Siempre nos ha dado terror utilizar mucha masa, mucho material. Ahora se habla ya de lo contaminante que es el hormigón. La madera puede ser más sostenible, pero, si todos la usáramos, no quedarían bosques. Lo único ecológico es no usar nada. Cuanto menos, mejor: más fácil transportarlo, menos energía al fabricarlo…
Su casa puede parecer un platillo volante, una casa pop o una vivienda del futuro…
Cano: Es nuestro laboratorio de pruebas. Al principio no encontrábamos quien nos hiciera las ventanas que queríamos ni las claraboyas que habíamos dibujado.
¿Son el tipo de arquitecto que querían ser?
Cano: Sí.
Selgas: No sé yo.
Cano: Hombre, hemos podido vivir de lo que nos gusta.
Selgas: Esto es una montaña rusa. Pagar sueldos te convierte en empresario. Hemos metido en nuestro trabajo lo que teníamos. Y… vamos, hemos estado a cero.
“La economía controla la arquitectura, pero hoy hay comités sin cultura arquitectónica” (J. Selgas)
Los arquitectos españoles más rompedores, a cero.
Selgas: Fue un momento. Bueno, han sido varios.
¿Qué hicieron?
Cano: Nos fuimos a Boston con los niños a dar clase. Pero la vida que teníamos era de cruzarnos en el aeropuerto. Uno se quedaba con los niños y el otro volvía a llevar el estudio. Era poco humana.
¿Cómo llegaron a la arquitectura?
Cano: Yo siempre estuve muy cerca de mi padre [Julio Cano Lasso]. Para él, descansar era ponerse a dibujar y escribir. Lo vimos disfrutar tanto que quise eso para mí.
¿Qué le enseñó?
Cano: Vivíamos en una casa sencilla en la que lo más importante era el jardín, que la hacía parecer infinita. Un día, que era mi cumpleaños, me dijo que no acudiría al colegio e iríamos a comprar un regalo. De camino, paramos en un edificio que estaba construyendo. Vi cómo corregía. Aprendí que las cosas se pueden cambiar hasta hacerlas bien.
En la familia de José no había ningún arquitecto.
Selgas: Mi padre era ingeniero de caminos. Hacía autopistas. Vivimos un año en Barcelona, otro en Vitoria, cinco en San Sebastián…, hasta que regresamos a Madrid y empezó a viajar solo. Somos cuatro y soy el segundo, pero era el único chico, o sea, siempre el pequeño. Si volviera a nacer, no sería arquitecto.
Que diga eso usted, que ha conseguido hacer la arquitectura que le gusta en varios países del mundo, es demoledor. ¿Por qué lo piensa?
Cano: ¡Yo contesto!: por su manera de ser. Porque no se conforma con nada. Esa exigencia es buena, pero le hace sufrir.
Selgas: En la arquitectura, el control sobre lo que haces no está en tus manos. Está en las de personas con menos experiencia y conocimiento. Tengo la sensación de que nunca sabré hasta dónde hubiera podido llegar.
¿Qué sería hoy?
Cano: Siempre dice que le gustaría ser músico.
¿Qué música le gusta?
Selgas: De Mozart a Radiohead. De la actual española no me interesa nada.
¿Nada?
Selgas: No conoceré a los interesantes. A mí gusta el origen, lo que rompe. Lo que hizo Massive Attack en los noventa. Hoy miles de músicos viven de eso.
¿Sus edificios contribuyen a construir la ciudad?
Cano: El auditorio de Badajoz se adaptó a la huella de un edificio anterior. Pero la base de nuestra arquitectura es disfrutar de la naturaleza que la rodea.
No todo el mundo puede permitírselo.
Cano: Nosotros vivíamos en un bajo. Para ver verde, pedimos permiso para poner árboles en un patio al que no teníamos acceso. Los regábamos desde la ventana. En la naturaleza es donde se encuentra la mayor belleza. Lo que hacemos con la arquitectura es tratar de acercarnos a ella, tomar prestados valores, interpretarla. La arquitectura que emociona lo hace por la relación que establece con la naturaleza.
¿Hay una arquitectura del siglo XXI?
Selgas: La del siglo XXI es una arquitectura burocratizada. Hoy el diseño es el trabajo menor de un arquitecto. La economía siempre ha controlado la arquitectura. Pero ahora hay comités que hablan sin cultura arquitectónica. Defiendes el diseño bajando el coste, pero es un proceso agotador.
Pero acaban de inaugurar en Los Ángeles unas oficinas, que además son parque.
Selgas: Gracias a un cliente tan chiflado como nosotros. En Estados Unidos funciona lo que existe en el catálogo. Se llama diseño seguro. Pero lo mismo sucede con la música y el cine. ¿Qué cine de autor hay? Nos tendríamos que preguntar si queremos una cultura diseñada por un algoritmo.
¿Piensan su arquitectura para que dure?
Cano: ¡Claro! Pero lo más difícil para la arquitectura es cómo acercarte o interpretar la naturaleza.
Selgas: En Cartagena plantamos 1.000 palmeras. Y en Los Ángeles, 9.000 plantas. Para el auditorio de Plasencia compramos encinas. Y en Badajoz plantamos taludes verdes. Alguna lumbrera apagó el riego y murieron. La naturaleza se adueña de los edificios y los abriga o les da sombra. Pero hay que cuidarla. Que la ciudad crezca como oposición a la naturaleza es un error. El tema vegetal es nuestra mayor batalla. La gente quiere el verde, pero no quiere las hormigas. Y van juntos.
En el auditorio de Badajoz emplearon una membrana plástica, ETFE, que no se había usado en España. ¿De dónde sacaron la idea?
Selgas: De un tipo que es marino y hacía velas. El mundo náutico va por delante en temas de resistencia. Buscábamos materiales ligeros, resistentes, de fácil montaje, y el ETFE se autolimpia y no se degrada.
¿Sus edificios no necesitan mantenimiento?
Selgas: El mayor mantenimiento lo necesita la vegetación que plantamos. Y eso lo han descuidado siempre. Mira que lo hemos intentado. Mira que dedicamos parte del presupuesto a la vegetación.
¿Y por qué insisten con la vegetación si saben que no la van a cuidar?
Cano: Es nuestro manifiesto: no puede haber arquitectura sin vegetación.
¿Cómo envejecen los plásticos que utilizan?
Selgas: De maravilla. ¿Por qué nos gusta la pátina sobre la piedra y no el cambio de tono del metacrilato?
Muchos arquitectos se quejan de que ya no hay vidrieros o metalistas que sepan realizar los oficios tradicionales. Ustedes se quejan de que todavía no hay operarios capaces de trabajar artesanalmente los nuevos materiales.
“Los arquitectos somos cada vez más prescindibles. Hay más construcción que arquitectura” (J. Selgas)
Cano: Cuando construimos nuestra casa no había nadie capaz de ponernos las ventanas de metacrilato.
¿Creen que la arquitectura es política?
Selgas: No. Creo que cada vez es más políticamente correcta. Y eso la ahoga. Lo políticamente correcto ahoga el pensamiento y la creatividad. El miedo está paralizando muchos cambios urbanos.
Políticamente, ¿dónde están?
Selgas: Hartos.
¿Dónde han estado?
Selgas: Está claro que somos progresistas. Pero voto en blanco. Creo que no hay políticos que merezcan el voto, y si el voto en blanco ganase, deberían cambiar a los políticos. Por fin entenderían que no sirven para el trabajo que pretenden hacer. Ahora no se está gestionando el país ni siquiera como una empresa porque las empresas buscan funcionar.
¿Creen en los procesos participativos?
Selgas: Todos los que hemos conocido han sido una pantomima. Los activistas organizan acciones y acciones y al final paran las iniciativas. Lo hemos vivido en el diseño de un parque en Los Ángeles. No podíamos utilizar azul porque se lo había apropiado una banda, rojo porque se refería a un solo equipo… Lo que quieren los vecinos podríamos solucionarlo hablando. Pero no, ellos organizan reuniones y reuniones. Al final han hecho de ese proceso su trabajo y los resultados son nefastos. No consigues hacer nada.
Los arquitectos suelen decir que el 95% de los edificios del planeta son construcción y no arquitectura. ¿Qué se puede hacer?
Selgas: Los arquitectos nos estamos haciendo cada vez más prescindibles, justamente porque hay más construcción que arquitectura. Eso supone una gran pérdida cultural para la ciudad y para la calidad de vida de las personas. La arquitectura se ha juzgado por la vista. Y eso es como juzgar un libro por la cubierta. Hay que visitar buenos edificios para crear una mínima educación arquitectónica. Esa educación ayudaría a tener mejores ciudades. No podemos seguir pensando que las matemáticas son más necesarias que la música. Todo conocimiento mejora la vida, y algunos, la buena música o la arquitectura, hacen posible la buena vida.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.