Anacronismos españoles
El tiempo en debates estériles y torpedeo jurídico, lo estamos perdiendo por quienes se oponen o arrastran los pies en un asunto que la mayoría de las democracias ha resuelto hace mucho tiempo
Los españoles nos reconciliamos en 1978 cuando aprobamos una Constitución que establecía las nuevas reglas del juego en una democracia. Y que nos convertía a todos en iguales ante la ley. Igualdad que se había vulnerado durante 40 años con los perdedores de la Guerra Civil. Con los vivos y con los muertos. Y a la democracia le tocaba repararlo.
Han tenido que pasar cuatro décadas para que empiece a hacerse oficialmente y resulta inexplicable, desde cualquier punto de vista, que todos los partidos democráticos no participen y colaboren activamente en esa reparación. O que no se atrevan a negarse en el Congreso de los Diputados —ni PP ni Cs votaron sí, pero se abstuvieron—, y después arrastren los pies y las declaraciones en momentos como este, cuando el Tribunal Supremo avala por unanimidad la decisión parlamentaria de sacar los restos de Franco del Valle de los Caídos. Las primeras declaraciones ayer desde el PP comentaban la sentencia como valoran las condenas que les caen a los suyos por corrupción: “Respeto a las decisiones de la justicia”. Solo faltaba, pero ¿y políticamente no tienen nada que decir cuando la justicia falla que los restos de un dictador no pueden estar en el espacio que él mismo erigió en su memoria con la sangre y la vida de otros?
Todos los argumentos que se esgrimen contra esta decisión abundan en la pérdida de tiempo y en la división que genera. Efectivamente, el tiempo en debates estériles y torpedeo jurídico lo estamos perdiendo por quienes se oponen o arrastran los pies en un asunto que la mayoría de las democracias —Alemania, Italia o Portugal— ha resuelto hace mucho tiempo y sin ningún ruido. Y no hay nada más divisorio que pretender normalizar la herida abierta que suponen los muertos en las cunetas y un dictador compartiendo sepultura con sus víctimas. Este anacronismo de nuestra derecha democrática pide a gritos que algún dirigente, sin complejos, les pida a los suyos marcar distancias claras, rotundas, sin matices, con quienes creen que las heridas se cierran obligando a ignorarlas. Como en el franquismo.
Hablar de la necesidad de reconciliación 41 años después de aprobar la Constitución, y tras 41 años seguidos de convivencia democrática, obliga a formular a los descontentos dos preguntas. ¿Con quién quieren que nos reconciliemos ahora? ¿Con Franco? @PepaBueno
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