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Sueños blancos: ¿por qué no podemos recodarlos?

Si te despertasen cada media hora, probablemente dirías que no estabas soñando solo alrededor del 20% de las veces. ¿Es porque habrías olvidado que sí lo estabas o hay algo más?

Están los sueños que describimos con multitud de detalles, los que se desfiguran al tratar de evocarlos y algunos que, directamente, desaparecen de nuestra cabeza como si no hubiesen existido nunca. Pies descalzos, sueños blancos, cantaba Shakira. Precisamente, es como los científicos conocen a los del último tipo, cuya naturaleza es todo un rompecabezas para ellos. ¿Cómo es posible ser capaz de rememorar algunas de nuestras aventuras oníricas y ni siquiera ser conscientes de otras? ¿Por qué olvidamos precisamente esos episodios, y no otros? ¿Y si los sueños blancos son algo más que un extraño olvido?

Los seres humanos se han esforzado en dar un sentido a esta desconcertante situación con todo tipo de explicaciones. Una muy famosa es la que hizo Sigmund Freud en su libro La interpretación de los sueños, publicado en 1899. El texto, en el que el neurólogo sentó las bases del psicoanálisis, expone la idea de que los sueños son expresiones del subconsciente que escapan a la censura de la mente despierta, pero que, una vez abrimos los ojos, la tijera de la vigilia reprime los deseos y las ansiedades ocultas. Sería como si el cerebro borrase todo lo que es culturalmente inconveniente mostrar a la mente consciente -aunque es posible recuperar esa información mediante el psicoanálisis-. Su teoría ha sido superada hace tiempo, pero eso no quiere decir que los científicos no sigan preguntándose qué hay exactamente detrás de los sueños blancos, sino todo lo contrario.

Según una investigación que analizó cuántas veces recordamos las experiencias oníricas, a base de despertar a siete personas sanas en periodos no más largos de 30 minutos y, a continuación, preguntarles si recordaban lo que habían soñado, la mitad de las veces somos capaces de recordar con todo lujo de detalles el mundo que se ha desplegado bajo nuestros párpados. La sensación de haber tenido un sueño impregna nuestra consciencia un 30% de las ocasiones y solo en el 20% restante pensamos que no hemos soñado en absoluto. Comprender qué ocurre en esa pequeña fracción puede ser mucho más que una satisfacción para la curiosidad.

Olvidar para recordar mejor, irónica explicación

Para arrojar un poco de luz sobre los oscuros matices del mundo onírico, el psicólogo José Antonio García Higuera explica qué ocurre exactamente durante el sueño. "En el cerebro se produce una revisión de las conexiones neuronales que se hicieron durante el día. Unas se refuerzan y las recordaremos a largo plazo, otras desaparecen y las olvidamos. Esta relación entre el sueño y la memoria está bastante documentada y se ha demostrado que, si duermes menos, te acuerdas peor de las cosas que ocurrieron ese día".

El cerebro no se apaga por la noche, pero muestra curiosos procesos exclusivos del momento del día que dedicamos a dormir. Por ejemplo, las neuronas piramidales del tronco cerebral, responsables de la transmisión del movimiento, están inhibidas. "Por eso podemos tener la sensación de correr, pero nos estamos quietos", explica García Higuera. También es diferente la actividad en el área que se encarga de la lógica, lo que hace que los sueños suelan ser caóticos. "Aparecen sensaciones e imágenes de la vida diaria sin orden ni concierto", indica García Higuera.

Al despertar, elaboramos un relato con el material que recordamos. "Como nuestro cerebro no admite el caos puro ni en sueños, sobre esa actividad desordenada elaboramos una historia a la que damos sentido. Si no desarrollamos una justo en los instantes que estamos despertando, olvidamos lo que hemos soñado. Es algo frecuente, igual que eliminamos de forma inmediata las cosas que carecen de sentido para nosotros", concluye el psicólogo.

¿Es posible no haber soñado nada?

Almudena Reneses, psiquiatra del Grupo Doctor Oliveros, habla de un cambio neuroquímico cerebral en ese paso de la vigilia al sueño y del sueño a la vigilia. "Antiguamente -dice- se creía que el sueño consistía simplemente en la disminución de la actividad cerebral. Hoy en día sabemos que no". Reneses tiene claro es que soñar, soñamos siempre, lo recordemos o no. "Pero para tener un recuerdo primero necesitamos formarlo en el hipocampo y después llevarlo a la corteza prefrontal [un área cerebral donde residen capacidades humanas tan importantes como la planificación y la habilidad para emitir juicios]. En la fase REM, el hecho de no estar activada la corteza prefrontal dificulta la consolidación del recuerdo. Por tanto, el paso del estado de sueño al de vigilia conlleva que nuestro cerebro debe modificar el ambiente neuroquímico cerebral y el cambio en la activación de las partes del órgano anteriormente desactivadas. Todo ello dificulta el recuerdo de las imágenes oníricas. Por lo general recordamos aquello que tiene un significado emocional más intenso", dice.

La psiquiatra menciona investigaciones que muestran que el 80% o 90% de los individuos que se despiertan en la fase REM recuerdan haber tenido sueños. Si se les despierta en otra fase del sueño lento apenas un 10% son capaces, y en esos otros periodos son comunes las ensoñaciones más desorganizadas. "Suelen ser secuencias en relación con los aconteceres de la vida cotidiana y las preocupaciones más cercanas. Los sueños de estas fases carecen de imágenes y suelen aparecer en forma de pensamiento", añade Reneses. Sin embargo, hay personas que sí consiguen recordar, aunque solo sean sutiles percepciones, los sueños blancos, mientras que otras no son conscientes de haber tenido ninguna actividad. Como señala el título de un artículo científico publicado este año en la revista Sleep Medicine Reviews, los sueños blancos están hechos de colores, se refieren a una multitud de vivencias diferentes, y pueden ser mucho más que un reto para la capacidad de fabricar recuerdos.

El texto propone un cambio de paradigma en el que los sueños blancos dejan de ser solo aventuras olvidadas para convertirse en una experiencia que toma formas diversas y que está relacionada con cierta forma de funcionamiento cerebral. En ella, es como si los sueños se emitieran en una televisión sin sonido y con una imagen completamente difuminada, como si su percepción no fuera más allá que la de ver pasar el tiempo. La señal es tan débil que poco de ella queda registrado, y quizá sea la más básica que puede tener la conciencia humana, lo que la convertiría en una útil herramienta para la neurociencia, un campo de estudio en el que cada avance debe ser contrastado minuciosamente antes de ser considerado como tal.

Una conciencia básica de lo que somos

Esta teoría no sería más que eso, una teoría más, si no fuera porque tiene una interesante consecuencia. Si fuera cierta, es posible que los sueños blancos dejaran de ser una realidad nocturna generalmente ignorada para convertirse en una vía al estudio de la conciencia humana. Porque, si suceden cuando estamos en el estado menos activo de la conciencia, ¿no podrían ayudar a comprender la naturaleza del momento en el que solo está conectada la esencia misma de ella?

Mientras otros científicos recogen el guante de la nueva hipótesis (o no), nos quedan explicaciones como la de Tore Nielsen, de la Universidad de Montreal, en Canadá, quien piensa que quizá olvidar sea sencillamente una parte natural de la función de soñar, y que los sueños desempeñen un papel importante en, por ejemplo, el procesamiento de las emociones del día. Los contenidos se olvidarían para evitar atascar nuestros recuerdos con eventos ficticios. Pero lo cierto es que los sueños blancos abarcan todo un espectro de experiencias y para la ciencia es un fenómeno con infinitas posibilidades por explorar.

Así se hará con toda seguridad, pues desde que en la antigüedad los hombres creían que se comunicaban con los dioses a través de los sueños, hay pocas cosas tan fascinantes como recordar esas secuencias que solo han existido en nuestra mente. Pero admitamos también que hay también pocas cosas tan desalentadoras como una mente que se queda en blanco cuando trata de evocar un sueño.

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