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Juicio del procés
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Fallo multiorgánico de las policías

Las fuerzas de seguridad fueron al 1-O en desorden, sin efectivos bastantes, sin coordinación, y con instrucciones (las reales, no las escritas) distintas

Xavier Vidal-Folch
Agentes de la policía nacional forman un cordón policial el 1-O en Tarragona.
Agentes de la policía nacional forman un cordón policial el 1-O en Tarragona.Jaume Sellart (EFE)

Esto no es una conclusión. Sino una hipótesis en el ecuador del juicio. No pretende la equidistancia, sino la ecuanimidad.

Lo que se produjo el día del referéndum del 1-O de 2017 fue un fallo multiorgánico de los tres cuerpos policiales. Fueron en desorden, sin efectivos bastantes, sin coordinación, y con instrucciones (las reales, no las escritas) distintas.

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Los tres se pasaron por el forro la instrucción de la juez Mercedes Armas (TSJC, 27 de septiembre) de impedir “la consecución del referéndum, sin afectar la normal convivencia ciudadana”. Y eso, de un modo muy preciso: “Actuar conjuntamente” y “prestándose en todo momento el auxilio y apoyo necesario”. El apoyo lo obviaron los Mossos, quizá no con la absoluta “pasividad” de la que se les acusa. Sino poniéndose de perfil. Ninguno sufrió una contusión (y sí cien de sus colegas). ¿Buscaban la exquisitez del bobby? Pero entonces ¿no promovían el laissez faire-laisser passer?

Sus 800 efectivos antidisturbios se concentraron en riesgos menores, manifas, el partido cerrado Barça-Las Palmas... Brimos y Arros no fueron a los colegios: “Eso era kafkiano, cuando se estaba produciendo una ruptura del orden constitucional”, dijo este miércoles el policía número 88009.

Los mandos de los Mossos fueron convincentes sobre su distancia del Govern y su plan para detener a Carles Puigdemont, lo que les insufla más credibilidad: fue así y hay testigos, pero nadie lo ha convocado.

A cambio, se contradijeron. Dijeron que alertaron al president el 26 y 28 de septiembre de una posible “escalada de violencia”. Y en su informe posterior del 13 de octubre aludieron solo a “resistencia pasiva”.

Tampoco Guardia Civil y Cuerpo Nacional de Policía demostraron voluntad de coordinación. Han aflorado aquí, en las Salesas, al menos 9 contradicciones entre sus mandos y agentes sobre la hora exacta de su “quiebra de la confianza” en la policía catalana, y pues, en la activación del plan b: actuar solos, sin los Mossos.

Y decenas de agentes dijeron ignorar que se les mandó coordinarse “en apoyo y previo requerimiento de los Mossos”; o “replegarse” en caso de riesgo cediéndoles plaza, como ordenaba la instrucción 4/2017 del secretario de Estado de Seguridad, José Antonio Nieto (29 de septiembre).

El interés judicial de estos episodios es doble: afianzar o desactivar la acusación de que los Mossos habrían apoyado una rebelión; y acreditar mejor que hubo violencia, policial y ciudadana. Pero ya lo sabíamos. La vimos. Y nadie ha impugnado los partes de lesiones de una u otra parte.

Los daños a los guardias fueron menores (contusiones, roturas de falanges, manos atrapadas, heridas), pero ironizar sobre su menor cuantía porque ya entra en los gajes del oficio es inmoral.

El debate judicial de fondo versará sobre si quienes se alzaron dispusieron el grado de violencia idóneo para lograr la secesión (acusación de rebelión). O si los tumultos bastaron para “impedir” (no solo obstaculizar o dificultar) la “aplicación de las leyes” (la acusación de sedición).

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