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He Jiankui, un fracasado buscador de gloria

El investigador que asegura haber creado los primeros bebés modificados genéticamente sacude la ciencia con un experimento condenado

En vídeo, He Jiankui, durante su intervención en la Conferencia de Edición del Genoma Humano celebrada este miércoles en Hong Kong.Vídeo: Kin Cheung
Macarena Vidal Liy

Quizá He Jiankui, el genetista chino que esta semana anunció el nacimiento de los primeros niños modificados genéticamente, se imagine a sí mismo como un nuevo Robert Edwards, el padre de la fertilización in vitro. Él mismo ha comparado la reacción a sus trabajos con las duras críticas que los pioneros de la reproducción asistida tuvieron que soportar cuando en 1978 anunciaron el nacimiento de Louise Brown, la primera “bebé probeta”. Pero sin someter su investigación a la revisión de otros científicos, sin revelar la verdad a algunos de sus colaboradores y saltándose el consenso internacional contra la edición genética en bebés, su experimento ha generado una repulsa tan inmediata como generalizada. Y su reputación, más que la de un aspirante a premio Nobel, parece la de un charlatán de feria, destinado no a los laureles, sino al oprobio.

No es que parezca lamentarlo. Este miércoles, ante un auditorio abarrotado por 700 personas, y una audiencia de miles más conectada online, He compareció con paso firme para dar explicaciones ante un congreso en Hong Kong. “Estoy orgulloso. Estoy orgullosísimo”, declaró este joven científico, desconocido casi por completo hasta el domingo pasado y con pocas publicaciones en su haber, mientras replicaba con aplomo pero sin grandes detalles a toda una batería de preguntas de los moderadores, de los medios y del público especializado.

Era el momento que llevaba por lo menos dos años esperando. Había entrado al entarimado como una estrella de cine. Haciéndose esperar unos segundos, cruzando con pasos decididos al atril. Una cartera de mano como concesión a la imagen de científico. Comenzó su intervención con una sonrisa: “Disculpas por la filtración de los resultados antes de una revisión científica”.

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Fueron audibles las exclamaciones ahogadas del público. La filtración fue muy intencionada y había corrido de su parte: había contratado un agente de relaciones públicas; ya un mes antes se había puesto en contacto con periodistas; había grabado vídeos en YouTube para anunciar su logro el día que comenzaba este importante congreso.

Su petición de perdón ahondaba las contradicciones, y las cortinas de humo, en torno a este investigador, en el que se mezclan en una proporción poco clara los papeles de científico, promotor publicitario y hombre de negocios. Y cuyas declaraciones tanto contienen omisiones, como medias verdades, vaguedades o incorrecciones.

Relaciones públicas, vídeos y reporteros

Si no dudó en contactar con reporteros, a lo largo de dos años no juzgó necesario presentar un artículo sobre su investigación a alguna publicación científica, donde hubiera debido someterse a la revisión de otros especialistas. Tampoco pedir permiso a las autoridades científicas chinas, o a su universidad, a la que según admitió en su intervención, mantuvo en la inopia sobre sus intenciones. Ni siquiera a algunos de sus colaboradores, ante el riesgo, según ha comentado, de que no quisieran trabajar con voluntarios infectados con el virus del sida. Y aunque asegura que informó exhaustivamente a las parejas, el documento de autorización alude como propósito de la investigación no la manipulación genética, sino la búsqueda de una vacuna contra el síndrome.

Él asegura que no busca alteraciones eugenésicas. Que le mueve el interés por ayudar a familias con enfermedades incurables. Que él también es padre. Que el sida es un mal para el cual aún no existe vacuna, y que ha conocido pueblos en China donde el 80% de sus habitantes estaba infectado y los padres tuvieron que entregar a sus hijos a otras personas para que los cuidaran. Pero lo cierto es que hay otros métodos mucho más sencillos para impedir el contagio en recién nacidos.

También dice que ha hecho todo como debía. Que las parejas voluntarias recibieron abundante información sobre lo que conllevaba el experimento, y los riesgos, antes de aceptar participar. Que fue comentando sus investigaciones con otros colegas, chinos y extranjeros. Que presentó sus experimentos con ratones, monos y embriones humanos en reuniones de expertos, una de ellas el año pasado en Nueva York.

Qiu Renzong, ex vice presidente del comité ético del Ministerio Chino de Salud, durante la Conferencia de Edición del Genoma Humano.
Qiu Renzong, ex vice presidente del comité ético del Ministerio Chino de Salud, durante la Conferencia de Edición del Genoma Humano.ISAAC LAWRENCE (AFP)

Pero los científicos con los que fue hablando este último par de años aseguran que en ningún momento He les comentara que trabajaba con vistas a implantar embriones y conseguir un embarazo con éxito. Feng Zhang, uno de los padres de la tecnología CRISPR, empleada por el genetista chino, recuerda que “estaba claro que tenía los mismos problemas que otros investigadores sobre la falta de eficiencia y de precisión” de este método. “Le dije que la tecnología no es lo suficientemente eficiente ni precisa para su aplicación en embriones en el mundo real, incluidas las aplicaciones de fertilización in vitro en humanos”, ha declarado a la publicación especializada SLAT.

Omisiones

En China, aparentemente, tampoco dejó entrever sus planes. Aunque el experimento se condujo en Shenzhen, en el sur, donde él cuenta con su laboratorio, reclutó a las parejas de voluntarios a través de una organización humanitaria contra el sida en Pekín. Obtuvo una excedencia de su Universidad, SUST (Universidad del Sur de Ciencia y Tecnología de China) y, aunque este centro costeó una parte del experimento mediante fondos para start-ups, He asegura que los gastos de los voluntarios corrieron de su cuenta. Y que, aunque él tiene dos empresas especializadas en investigación genética, no puso dinero de ninguna de las compañías.

 La Universidad se ha distanciado de él. También el hospital con el que supuestamente colaboró, que denuncia falsificación de firmas.

¿Cómo pudo proceder? En China, las leyes que regulan la investigación son vagas y su aplicación, relativamente laxa. La rigurosidad de los comités éticos es altamente variable. La gran mayoría de los académicos y expertos desarrollan su trabajo dentro de parámetros éticos y científicos rigurosos; pero la presión por innovar a marchas forzadas y la abundante disponibilidad de fondos también han hecho posible iniciar proyectos descabellados que acaban quedando en nada. En 2016, dos científicos en el norte de China, Sergio Canavero y Ren Xiaoping, anunciaban su intención de probar trasplantes de cuerpo entero; un laboratorio en Tianjin (este de China) se proponía clonar un millón de vacas.

No está claro, dada la opacidad de la investigación, si el experimento de He pertenece a este último grupo o, realmente y pese a su falta de detalles, es serio.

Los especialistas consideran perfectamente posible que lo haya logrado. Según destacan, CRISPR es una tecnología relativamente sencilla de usar. Y He cuenta con los conocimientos necesarios.

Talento regresado

Este hijo de campesinos, nacido en el sur de su país en 1984, cursó Física en la Universidad de Ciencia y Tecnología de China. Continuó sus estudios en Estados Unidos: un doctorado en Biofísica en la Universidad de Rice y un postdoctorado entre 2010 y 2012 en Stanford, en el laboratorio del profesor Stephen Quake, donde investigó sobre secuenciación genética.

En 2012 regresó a China, alentado en parte por el programa “Mil Talentos”, que recompensa a los profesionales altamente formados que quieran trabajar en este país, y obtuvo un puesto como profesor asociado en SUST, creada un año antes en Shenzhen. Allí su trabajo se centró en la investigación con monos, ratones y embriones no viables.

O eso decía. Como ha quedado claro ahora, su principal trabajo era buscar la gloria. O, como apunta José Pastor, director de laboratorio en la Universidad Tsinghua, “casi seguro que en realidad a este investigador no le anima otra cosa que ser el primero en hacer algo así”.

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Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.

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