_
_
_
_
NAVEGAR AL DESVÍO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La noche transfigurada

Manuel Rivas

En la Conferencia de Wannsee, una vez acordada la “solución final a la cuestión judía”, los gerifaltes nazis se deleitaron con música clásica

AHORA SUENA Diminuendo In Blue And Crescendo In Blue, de la banda de Duke Ellington, y parece que nada se caerá en el mundo mientras dure el solo de saxo de Paul Gonsalves. Otra vez. Y otra vez. En la cronología de las maravillas, debería estar incluida esta fecha: 7 de julio de 1956, en Newport. El jazz genera un tiempo de apoyo mutuo y libertad personal. Y su naturaleza es un acto de desobediencia creativa, orillero y mestizo. Cuando parece acomodarse, siempre acude un viento de sublime marginalidad.

Vayamos unos pocos años atrás, a una reunión secreta en una mansión de Wannsee, en el paradisiaco distrito berlinés de Zehlendorf.

Más información
La voz de mi madre, Por Almudena Grandes
El ritmo primordial, por Rosa Montero
Ahora, a escucharla, por Juan José Millás

De los 15 altos cargos y funcionarios, “los mejores y más brillantes del Reich”, la mayoría eran doctorados. De formación muy culta. Y melómanos. Cuando cayó el día, el 20 de enero de 1942, al calor de la lumbre de las chimeneas de la villa de Wannsee, una vez acordados los detalles técnicos para la “solución final a la cuestión judía”, los reunidos compartieron coñac y una sesión de música de clásicos germanos. Las llamas saltarían de la lumbre a sus ojos si, de repente, sonase Felix ­Mendelssohn. Prodigioso, romántico, germano, pero judío. Su música había sido prohibida. Expulsada al silencio.

Uno de los doctorados asistentes a la Conferencia de Wannsee era Roland Freisler, presidente del Tribunal del Pueblo, la máxima instancia. Todos los testimonios lo retratan como un canalla con toga, pero no faltan hoy quienes merodeen su Derecho penal de voluntad. Llenó más de un cementerio con sus sentencias de muerte, incluidos los jóvenes estudiantes antinazis de la Rosa Blanca, a quienes ordenó ejecutar con guillotina. No sé si su muerte fue un acto de justicia poética, pero algo hay. Ocurrió en 1945, en Berlín, durante el juicio a un miembro de la resistencia. Nada más empezar, Freisler ya emitió veredicto. Le espetó al acusado que su destino directo era “el infierno”. Y obtuvo esta respuesta: “Le permito ir delante”. Al poco, hubo un bombardeo y Freisler se fue al infierno.

En realidad, creo que ya había estado antes. Cuando imagino la más acabada representación del infierno pienso en aquella reunión de la mansión de Wannsee. La sesión de trabajo, dirigida por Reinhard Heydrich, jefe de la Policía Secreta del Estado (Gestapo), transcurrió con gran diligencia. Sacar adelante una sola vida es un proceso muy laborioso. Pero borrar millones de vidas puede ultimarse en un periquete. Wannsee es el infierno. Son criminales que han ido más allá del crimen conocido. Pero ellos nunca se verán así. Son eficientes funcionarios imperiales. Los más brillantes. Ahora escuchan embelesados.

También Hitler era un melómano. Incluso supervisaba personalmente el Festival de Bayreuth, el templo de Wagner. En Nietzsche contra Wagner, el filósofo establece un paralelismo entre la idolatría imperial y el ritmo wagneriano: “Instrumentos violentados con sarna ceremonial”.

Cierta cultura hizo y hace mucho daño como envoltorio de barbarie. Pero ni siquiera Wagner tuvo la culpa. Puedes escuchar La cabalgata de las valquirias una y otra vez y acabarás oyendo una parodia. Los nazis trataron de acallar la música de aquellos que odiaban. La Entartete Musik, la “música degenerada”. El jazz fue un enemigo a combatir. Llegaron a asesinar a miembros de la directiva del Hot Jazz francés. La degeneración estaba en los oídos del odio.

Odiaban la música de aquello que odiaban. La música negra, la música gypsy. Por eso persiguieron con saña a los compositores de la vanguardia dodecafónica. No había una raza dodecafónica. Pero muchos de los compositores y músicos de vanguardia eran judíos.

Tengo una relación obsesiva con ciertas piezas. Arnold Schönberg compuso en pocos días La noche transfigurada (Verklärte Nacht). Lo hizo enamorado, en 1902, y a partir de un poema de Richard Dehmel. Música y poema conservan hoy un erotismo enigmático. El sexteto de cuerdas se abre paso con música desnuda y la pulsión del pecado original: la libertad. Cuando llegó la peste, Schönberg salvó la vida en el exilio. El círculo genial de sus amigos dodecafónicos sería masacrado.

Pienso en la noche de Wannsee. Pienso en los “instrumentos violentados con sarna ceremonial”. Pienso en la noche de la humanidad. Es la hora de oír La noche transfigurada. Una vez. Otra vez. Y otra vez. Ya empezaremos el día con Paul Gonsalves al saxo. 

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_