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¿De dónde viene la leche que tomamos?

El país de origen de los lácteos deja de ser una incógnita gracias a la nueva normativa

Beatriz Robles
El Gobierno acaba de obligar a indicar el país de origen de la leche.
El Gobierno acaba de obligar a indicar el país de origen de la leche.

Vivir del sector primario es una lucha diaria contra los elementos. Algunos como los climatológicos son incontrolables. Pero los normativos, los burocráticos y, sobre todo, los comerciales, sí son modificables. Aunque estén afectados por fuerzas que parecen más ingobernables que la propia meteorología.

La industria alimentaria estará obligada a indicar tanto el país de ordeño como el de transformación, si son distintos

Si nos centramos en el caso de la producción lechera, el panorama es desalentador. Un sector afectado por el bajo precio que las grandes empresas imponen a los ganaderos, la política comunitaria con el fin de las cuotas lácteas, la caída del consumo y la utilización de su producto como reclamo en el punto de venta (con venta a pérdidas incluida).

El viernes el Consejo de Ministros aprobó el real decreto que obliga a indicar el país de origen de la leche. Da igual que la compremos como tal, o que esté formando parte de un lácteo como ingrediente (siempre que suponga más del 50% del peso): tendrá que indicar su procedencia.

Con esta iniciativa se escucha una reivindicación de los ganaderos, productores de un sector en permanente crisis que sufre el vapuleo incesante del mercado (y de la política).

Pero también se ofrece más transparencia en la información alimentaria presentada al consumidor final, cada vez más exigente por el peso que tienen sus elecciones sobre la sostenibilidad o sobre el desarrollo local.

La información que vamos a encontrar

A partir de enero de 2019 y durante dos años (el real decreto se aplicará durante este tiempo “con carácter experimental”) podremos saber la procedencia de la leche de cualquier especie.

La industria alimentaria estará obligada a indicar tanto el país de ordeño como el de transformación, si son distintos; o simplemente “origen de la leche: (lugar)” si ambas operaciones se realizan en el mismo territorio.

Si procede de un país distinto de España se podrá indicar el nombre del país o los países de origen, o bien identificarla como “UE”, “fuera de la UE” o “UE y fuera de la UE”. Pero si todas las operaciones se realizan en España, deberá indicar específicamente este país como su origen.

Se aplicará tanto a la leche como al porcentaje de esta que se emplee como ingrediente siempre que suponga más del 50% del peso de todos los ingredientes utilizados (afectará por ejemplo a los postres lácteos, pero no tendrá que indicarse en un plato preparado como una lasaña en el que solo suponga un 20% del peso). También se podrá indicar voluntariamente el origen regional o local.

¿Qué importancia tiene?

Se aplicará tanto a la leche como al porcentaje  de esta que se emplee como ingrediente siempre que suponga más del 50% del peso de todos los componentes utilizados

El camino se ha alargado durante casi dos años en los que el proyecto de real decreto se ha topado con un informe de la CNMC en contra por considerar la medida costosa y proteccionista (y por lo tanto, poder alterar el mercado) y con el consecuente enfrentamiento entre ministerios.

Sin embargo, el reglamento 1169/2011 ya contemplaba la posibilidad de que los Estados desarrollasen normativas nacionales para indicar el origen de determinados alimentos, y así se está haciendo en otros países. Así que la ruptura del mercado ya sería un hecho. Y eso sin mencionar que a otros productos ya se les exige.

¿Qué información teníamos?

Cuando hablamos de la información que la industria alimentaria facilita al consumidor, el reglamento 1169/2011 es el equivalente a los libros sagrados de las religiones. Una normativa cuyo objetivo principal es “ofrecer al consumidor final una base que le permita elegir con conocimiento de causa”.

Antes de su aplicación (en 2014), ya había que indicar el país de origen de alimentos como la miel, las frutas y hortalizas, el pescado, la carne de vacuno y el aceite de oliva.

Este reglamento estableció además la obligación de mencionar el origen en los casos en los que el etiquetado pueda confundir al consumidor (por ejemplo, cuando se sugiere con un dibujo que procede de un territorio, pero está fabricado en otro).

La leche se quedó fuera. Aunque la Comisión Europea emitió un informe en mayo de 2015 en el que reconocía que más del 80% de los consumidores tenían interés en conocer el origen de la leche, concluyó que ese etiquetado obligatorio sería costoso y que solo el 50% de los consumidores estaría dispuesto a pagar más por tener esa información.

La Comisión Europea informó de que más del 80% de los consumidores quería conocer el origen de la leche. En España es el 88%, según el Gobierno

Estos datos sobre las preferencias de la población coinciden con los presentados en 2013 por las asociaciones de consumidores en Europa: un 70% de los consumidores consideraron importante conocer el origen de la leche y de la carne. También con los que expuso el Gobierno tras el Consejo de Ministros del viernes, que elevó al 88% la cifra de españoles interesados en saberlo.

El Parlamento Europeo aprobó una resolución en 2016 a favor de indicarlo, pero por el momento no hay ninguna norma europea que obligue a hacerlo. Por eso, algunos países desarrollan normas propias, como Francia, de Italia y, ahora España.

Iniciativas para conocer su origen

Algunos consumidores se han sorprendido porque estaban convencidos (erróneamente) de que sí podían saber el país de origen de la leche a partir de la información del etiquetado.

Hasta cierto punto es lógico que tengan esa percepción. Ha habido iniciativas de todo tipo para identificar de dónde viene la leche, de las administraciones, de los productores o incluso de la distribución. Pero el éxito ha sido dispar y algunas solo han conseguido confundir a los consumidores.

El Gobierno central ha tratado de impulsar el sector e identificar el origen mediante la ya derogada “Letra Q” o el proyecto “Productos Lácteos Sostenibles”.

A nivel autonómico y local se han desarrollado figuras de calidad como “Eusko Label” o “Tierra de Sabor” de Castilla y León, proyectos que han generado problemas incluso entre demarcaciones provinciales y autonómicas. También se da la paradoja de que empresas amparadas por marcas como “Galicia Calidade”, pertenecen a multinacionales como Lactalis, contra la que los propios ganaderos gallegos se han manifestado por el bajo precio que les pagan por su leche. El contexto es realmente complejo.

Los consumidores que buscasen la indicación de la provincia que aparece en el sello ovalado de la parte superior del envase de leche, tampoco tendrían demasiada información. Ese símbolo, la marca de identificación obligatoria para todos los productos de origen animal, incluye información sobre el país y la provincia en la que está el operador que lo pone en el mercado. Pero solo indica que el producto se ha elaborado o transformado en esa región, no el origen de la materia prima.

Beatriz Robles (@beatrizcalidad) es tecnóloga de alimentos y dietista-nutricionista, máster en auditoría de seguridad alimentaria y entusiasta de la divulgación científica (www.seguridadalimentariaconbeatriz.com)

NUTRIR CON CIENCIA es una sección sobre alimentación basada en evidencias científicas y en el conocimiento contrastado por especialistas. Comer es mucho más que un placer y una necesidad: la dieta y los hábitos alimenticios son ahora mismo el factor de salud pública que más puede ayudarnos a prevenir numerosas enfermedades, desde muchos tipos de cáncer hasta la diabetes. Un equipo de dietistas-nutricionistas nos ayudará a conocer mejor la importancia de la alimentación y a derribar, gracias a la ciencia, los mitos que nos llevan a comer mal.

Sobre la firma

Beatriz Robles
Tecnóloga de alimentos y dietista-nutricionista, trabaja como divulgadora y da clase en la Universidad Isabel I. Está obsesionada con la desinformación, si quieres verla en su salsa, lánzale un bulo: no parará hasta destriparlo. En su libro 'Come seguro comiendo de todo' pretende que no vuelvas a comerte una mayonesa casera añeja y 'salmonelósica'.

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