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Seres Urbanos
Coordinado por Fernando Casado
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De la mazorca a las palomitas

La urbanización y la modernización de las dietas es un factor determinante para el aumento de la obesidad en África. ¿Cómo actuar?

Una vendedora ambulante comercializa palomitas en una playa de Ghana.
Una vendedora ambulante comercializa palomitas en una playa de Ghana.Wikimedia Commons
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Si bien el maíz es uno de los cultivos básicos del continente, las familias han pasado de la mazorca a las palomitas en muy pocos años. Y no es solo una forma de hablar. El sistema alimentario y la nutrición están experimentando una rápida transformación en África, especialmente entre la población urbana. Nuevos estudios aseguran que la urbanización es un factor importante para el aumento de la prevalencia de la obesidad en todo el continente.

Los residentes urbanos de los países en vías de desarrollo son cada vez más susceptibles con la urbanización, la globalización y la industrialización del suministro de alimentos. Mientras las tasas de obesidad en el África subsahariana se disparan más rápido que en cualquier otro lugar del mundo, los expertos alertan sobre la crisis de salud pública que esto puede provocar. 

El aumento de supermercados y establecimientos de comida rápida en centros comerciales situados en las zonas más urbanizadas, hace que la venta de alimentos altamente procesados están disparando las tasas de sobrepeso y obesidad en todo el espectro de centros urbanos, desde las ciudades secundarias más pequeñas hasta las capitales más grandes. Sin embargo, la comprensión de la urbanización africana como un motor de transformación en el consumo de alimentos sigue siendo limitada. Y con datos que estiman que la población de África se duplicará para 2050, con niveles de urbanización que cambian de un tercio a más de la mitad, la urgencia de investigaciones que ayuden a elaborar políticas de salud adecuadas se hace imperante.

Comprar comida en los supermercados aumenta el índice de masa corporal en adultos en 0.64 kg/m2

Un reciente estudio conjunto del Instituto Internacional de Investigación de Políticas Alimentarias de Washington y de la Universidad de Goettingen, que se ha centrado en el caso particular de Kenia, asegura que comprar comida en los supermercados aumenta el índice de masa corporal en adultos en 0.64 kg/m2, y que a consecuencia, contribuye al avance de enfermedades como la diabetes, la hipertensión o algunas formas de cáncer.

Es evidente que existen diferencias notables entre los patrones de alimentación en áreas urbanas y rurales. En las ciudades, la gente tiende a comer comida rápida, bebidas azucaradas, pollo frito y pan blanco. Una comida típica en Nairobi, pero también en Dakar o Lomé, consiste principalmente en harinas, pan o arroz, con muy poca proteína animal o vegetales para proporcionar nutrientes. Por ello, el estudio advierte que se puede esperar que los problemas de salud relacionados con la dieta se extiendan a las áreas menos urbanizadas.

El consumo de frutas y verduras frescas ha disminuido en pro de un aumento significativo en el consumo de productos lácteos, aceites vegetales, productos cárnicos procesados como salchichas y alimentos altamente procesados como el pan, la pasta o los refrescos.

Tal como argumentan los investigadores, el consumo de frutas y verduras frescas ha disminuido en pro de un aumento significativo en el consumo de productos lácteos, aceites vegetales, productos cárnicos procesados como salchichas y alimentos altamente procesados como el pan, la pasta o los refrescos. De esta forma, el azúcar, las grasas y la sal, se han convertido rápidamente en los principales sustitutos de micronutrientes y fibras dietéticas, imprescindibles para una buena salud. A esto, dice el informe, hay que sumarle que en general, las personas que residen en las áreas urbanas también tienden a ser menos activas que aquellas en áreas rurales, debido a la naturaleza de sus trabajos. 

Para llegar a estas conclusiones, los expertos han utilizado datos recopilados en diferentes zonas urbanas de Kenia entre 2012 y 2015 —uno de los países del África subsahariana donde el sector de los supermercados es más próspero— y han analizado los efectos de las compras en supermercados sobre el IMC y la composición dietética de los adultos kenianos.

Pero estas dinámicas existen en todo el continente. En otro país de la región, en Sudáfrica —donde alrededor del 64% de la población reside actualmente en áreas urbanas y se espera que en 2050 ya sea el 77%—, la urbanización también está creando condiciones para el aumento de la obesidad. Otro estudio realizado por el grupo de expertos en agricultura Malabo Montpellier Panel asegura que el responsable de estos datos es la creciente clase media existente en los países más desarrollados de África, que mayormente residen en ciudades.

El desarrollo y los retos de la desnutrición

Hambre y obesidad son dos formas de desnutrición que van de la mano.

De los 41 millones de niños menores de cinco años que viven con sobrepeso u obesidad, el 25% vive en África según datos de 2017 de Unicef, el Banco Mundial y la Organización Mundial de la Salud. Se estima que el número de niños africanos de 7 a 11 años con sobrepeso aumentó del 4% en 1990 al 7% en 2011, y se espera que para 2025, alcance el 11%. Aunque, a la vez, alrededor de 60 millones de niños y niñas africanas menores de 5 años tienen problemas de crecimiento debido a la desnutrición. Hambre y obesidad son dos formas de desnutrición que van de la mano, pues la coexistencia de pobreza, hambre y obesidad es ya un fenómeno global.

Esto es lo que revela otro estudio, el último informe de Nutrición Global, publicado por la Oficina Regional para África de la Organización Mundial de la Salud —el primero de este tipo realizado por la OMS en la región de África—, que señala que el sobrepeso, incluida la obesidad, afecta a aproximadamente una de cada tres mujeres del continente, con tasas de más del 40 por ciento en países como Gabón, Ghana o Lesotho.

El estudio, que se presenta como pionero en el tema, se muestra crítico con los datos existentes sobre salud en África Subsahariana y alerta de que la información nutricional disponible para la mayoría de los países tiene más de cinco años y es extremadamente limitada. Algo que, puntualiza, debería remediarse, no solo para poder trazar mejores políticas de salud, sino también porque estas afectan directamente a las tasas de desarrollo del continente, por su evidente impacto en el crecimiento económico —en todo el mundo, entre el 1.9 y el 16 por ciento del PIB se pierde anualmente debido a retrasos del crecimiento, aseguran—.

Así, se dice que los países en vías de desarrollo podrían enfermar antes que desarrollarse.

Posibles soluciones

No existe una única solución para la obesidad y los problemas de nutrición. Se trata de un tema complejo que requiere de un enfoque holístico. Los responsables de la formulación de políticas, los gobiernos estatales y locales, las empresas, los profesionales de la salud, las escuelas y los propios consumidores, forman parte de un mismo engranaje con el que hay que trabajar de forma paralela si se quiere frenar esta epidemia que afecta mayormente a las ciudades.

Siguiendo las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud y su estudio sobre el impacto de los impuestos en ciertos alimentos y bebidas para reducir la incidencia de cáncer y otras enfermedades crónicas, algunos gobiernos, como los de Estados Unidos o Tailandia, ya han aplicado cánones a ciertos productos. En el Reino Unido, las leyes sobre publicidad prohíben la comercialización de alimentos con alto contenido de grasas, sal y azúcar a niños menores de 16 años. De la misma forma, en abril de este año, Sudáfrica implementó una tasa sobre los productos azucarados.

Y es que tanto legislaciones como impuestos, se han revelado de gran relevancia para influir en el consumo de alimentos y bebidas no saludables. Por lo que la mayoría de expertos coincide en reconocer que los gobiernos necesitan colocar la nutrición en el epicentro de sus esfuerzos para terminar con la pobreza, frenar enfermedades, mejorar los niveles de educación o poner freno al cambio climático.

Por otro lado, el diseño urbano posee un gran poder para remodelar los patrones de estilo de vida y de salud pública.

Es necesario rediseñar las ciudades para potenciar una mayor actividad física en entornos urbanos mediante la transformación de espacios públicos que promuevan estilos de vida físicamente activos.

Tal como reconoce la OMS, es necesario rediseñar las ciudades para potenciar una mayor actividad física en entornos urbanos mediante la transformación de espacios públicos que promuevan estilos de vida físicamente activos. Ya hay muchos ejemplos en el continente. El proyecto Open Streets en Ciudad del Cabo, ha demostrado que la "transitabilidad" de los vecindarios y la calidad de la infraestructura ciclista pueden sacar a los residentes de sus automóviles y sofás, y contribuir enormemente a su salud. 

Para ello ONU-Hábitat está recopilando experiencias para confeccionar un documento con Directrices para mejorar el conocimiento y la creación de capacidades técnicas de actores y responsables de la toma de decisiones en el uso de la planificación urbana y territorial como herramienta para hacer que las ciudades se conviertan en centros saludables. 

También los programas de educación han mostrado que pueden mejorar los niveles de salud de la población integrando la educación nutricional en las escuelas. Intervenciones escolares como las que promueven meriendas saludables con frutas en lugar de dulces han demostrado ser eficaces en muchos países. 

Una mejor comprensión de los efectos nutricionales de la modernización puede ayudar a rediseñar políticas de salud destinadas a reducir los efectos negativos del cambio en la dieta, y la concientización del consumidor para que adquiera alimentos más saludables será crucial para que los supermercados puedan tener efectos positivos en la nutrición.

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