El tesoro de Poseidón
Las praderas de posidonia forman los ecosistemas marinos más importantes del Mediterráneo
El tesoro de Poseidón es un libro que explica a los niños la importancia biológica y ecológica que tiene la posidonia, cuyo nombre procede del dios griego de los mares. Una planta acuática que produce 20 litros de oxígeno diarios por cada metro cuadrado, gran captadora de contaminantes como el dióxido de carbono, pero cuyo valor solo empezó a conocerse a finales de los años 90. “Es un vergel, un bosque marino que marca la calidad del agua. Su presencia es el mejor indicador medioambiental que existe. La belleza de la costa mediterránea se debe al filtro de la posidonia. Los organismos que están en sus hojas son los que producen la apreciada arena blanca”, señala Miguel Ángel Mateo, científico del Centro de Estudios Avanzados de Blanes (CEAB), perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Las praderas de posidonia, un hábitat con más de 400 especies de plantas, de 1.000 peces, crustáceos y moluscos; uno de los organismos vivos más longevos del mundo, con más de 100.000 años de antigüedad, han sufrido una progresiva regresión como consecuencia de la ocupación urbana del litoral y del cambio climático. Catalogadas como especie de flora protegida y hábitat prioritario a conservar por la UE, sus restos o arribazones en la orilla de la playa, que la mayoría de los turistas considera basura, amortiguan el oleaje y constituyen un importante mecanismo natural de protección, evitando el retroceso de la línea de costa. “El ser humano está emitiendo cantidades desmesuradas de dióxido de carbono en un tiempo récord. Por eso, una serie de esfuerzos se dirige, no tanto a disminuir la cantidad que emitimos, que no da resultado, sino a potenciar los ecosistemas de la biosfera que retienen, secuestran el CO2”, señala el investigador, que actualmente trabaja en el registro sedimentario de la posidonia en los asentamientos arqueológicos de Grecia, un proyecto de la universidad pública australiana Edith Cowan. “Esperamos que las dataciones de carbono 14 nos proporcione mucha información porque constituyen un archivo histórico y ambiental muy preciso. El biólogo tiene su propia hemeroteca”, agrega Mateo.
Las islas Baleares poseen la mayor superficie de praderas de Posidonia oceanica de España, más del 55%. Cuentan con 650 kilómetros cuadrados de extensión. Es la vegetación marina más extendida en fondos litorales entre cero y 35 metros de profundidad, llegando a los 43 metros en el Parque Nacional Marítimo-terrestre de Cabrera. Las praderas de posidonia situadas entre las islas de Ibiza y Formentera, en el Parque Natural de Ses Salines, fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1999. La segunda autonomía con mayor superficie es la Comunidad Valenciana con 320 kilómetros cuadrados, a la que le sigue Murcia, con 112, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
El Gobierno balear aprobó a finales un decreto para proteger y preservar la fanerógama marina, endémica del mar Mediterráneo. La normativa establece políticas de gestión, ordenación y mejora de su calidad “armonizándolas con las transformaciones que se producen por la evolución social, económica y ambiental”. La protección persigue garantizar su estado de conservación y evitar que su área de distribución natural se reduzca. “El ecosistema del bosque de posidonias está sometido a amenazas que lo han puesto en peligro; la pesca de arrastre ilegal, el fondeo recreativo y el vertido de aguas deficientes han mermado las extensiones de esta frágil planta”, señala Jorge Terrados, director del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA). Terrados ha desarrollado varios proyectos para estudiar la viabilidad de repoblación de la planta marina. “La posidonia es una especie de crecimiento lento, de uno a tres centímetros por año en las mejores condiciones y su capacidad para reproducirse es muy baja, por eso es necesaria su protección, porque el daño al bosque es irreversible”, apunta Terrados, que sí ve posible la replantación de semillas y fragmentos en zonas puntuales.
Las botellas de plástico, los sedimentos de emisarios y vertidos ensucian el litoral y aumentan la turbidez del agua limitando la luz imprescindible para la planta. El fondeo incontrolado y permanente, con ancla, destruye las matas. Cada verano es más habitual en Formentera usar las boyas ecológicas de fondeo. Es lo que hace Nelson Hausmann con su velero el Gran Blau, en el que vive y ofrece excursiones “diferentes” por la isla. Nelson tiene 35 años y trabajó durante ocho años en el departamento audiovisual del Parlamento Europeo. Un día decidió cambiar el ritmo, comprar un antiguo barco y restaurarlo. No tiene televisión y se abastece de energía con una placa solar. Ahora se dedica a enseñar a niños y mayores cómo es el hermoso fondo del mar de Formentera, con más de 76.500 hectáreas de posidonia.
Con el objetivo de promocionar el turismo sostenible que defiende Nelson, el Consell de la isla puso en marcha el pasado año Save Posidonia Project, que ofrece la posibilidad de apadrinar un metro cuadrado de posidonia por un euro. En 1917 se logró protección para 132.000 metros cuadrados de bosque marino.
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