
13 errores comunes que la gente sana comete al hacer la compra, según los nutricionistas
Pasar del aceite de girasol o llenar la cesta de algas. Los engaños más comunes que nos hacemos

Según explicaba a BuenaVida Alma Mª Palau Ferré, presidenta del Colegio Oficial de Dietistas y Nutricionistas de la Comunitat Valenciana y del Consejo General de Dietistas-Nutricionistas de España, ambos son beneficiosos para la salud, pero al tener composición diferente es interesante alternarlos en nuestra dieta. "Por ejemplo, podemos usar el de girasol para cocinar y el de oliva para aliñar".

Ahora bien: la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) consideró ya en 2015 el uso de algas marinas para la alimentación uno de los riesgos —en una lista de 18— a los que se enfrenta Europa.
"Solo un gramo de algas como kombu, wakame o nori excede en cinco o más veces el límite diario recomendado de consumo de yodo", señala Ramón de Cangas, dietista, nutricionista y biólogo del Comité Asesor del Consejo General Dietistas-Nutricionistas (CGDN). Esta sobredosis de yodo en el organismo de manera continuada se relaciona con problemas de tiroides. Y como señala José Miguel Mulet, bioquímico, investigador y profesor de Biotecnología en la Universidad Politécnica de Valencia, "Los japoneses poseen una flora intestinal capacitada para digerir las algas y eliminar el exceso de yodo, por tanto, las mismas algas en un japonés no provocan el mismo efecto que en un europeo".

Además, según explicó Emilio Montesinos, microbiólogo y catedrático de Patología Vegetal y director del Instituto de Tecnología Agroalimentaria-CIDSAV de la Universidad de Girona, "los productos ecológicos no se conservan tan bien como los convencionales, ocasionando podredumbres fúngicas. Algunos de esos hongos producen micotoxinas, hoy uno de los problemas toxicológicos alimentarios más preocupantes".

La Unión Europea (UE) fijó un límite diario admisible de 0,1 mg de cumarina por kilo de peso de la persona y día debido a sus efectos hepatotóxicos (que dañan el hígado), es decir, 6 mg/día de cumarina para un adulto de 60 kg. No obstante, advertía a BuenaVida Jara Pérez Jiménez, investigadora en el Instituto de Ciencia y Tecnología de los Alimentos y Nutrición (ICTAN-CSIC), "se debe enfatizar que esto no supone un problema si de manera puntual se consume un postre o producto de panadería con Cassia". Eso sí, si la consume a diario, le conviene fijarse en la etiqueta.
![Explicaba el dietista-nutricionista Ramón de Cangas que él prefiere tomar el yogur natural sin azúcar cuando le preguntábamos sobre aquellos <a href="https://elpais.com/elpais/2018/04/23/album/1524498165_332226.html#foto_gal_3" target="_blank">consejos saludables de los que él como nutricionista pasaba</a>. De hecho, afirma que "hay <strong>más evidencia [científica] sobre el yogur entero en cuanto a prevención cardiovascular y metabólica e incluso sobre su eficacia en la prevención de la obesidad que sobre el desnatado</strong>. Se ha visto que la grasa de los lácteos, aun siendo saturada, no parece perjudicial para la salud porque no todos los ácidos grasos saturados son iguales y porque la matriz en la que se encuentran también importa. La matriz de los lácteos es interesante y no parece que los lácteos enteros sean un problema".](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/L4VHMCMO4NMUZMQO7KTHRYAPUA.jpg?auth=15988959c43358c39fcf100e5cedea1acc4f5417309ddfe4742df1340ad3fb85&width=414)

Diferente es el caso de los precocinados, que ya han sufrido un proceso de transformación mayor, "con la adicción de ingredientes que no nos benefician en absoluto (grasas hidrogenadas, conservantes, estabilizantes, azúcares añadidos, harinas refinadas, grandes cantidades de sal, etcétera)". E insiste: "Si queremos comprar algún precocinado debemos leer muy bien la lista de ingredientes para eludir grasas de mala calidad, azúcares añadidos y grandes cantidades de sal, entre otros componentes".

!["El primero que midió el contenido de hierro de las espinacas", explica J.M. Mulet en su libro <em>¿Qué es comer sano?</em>, "fue el químico alemán Erich von Wolf en 1870 y se equivocó poniendo la coma: lo que eran 0,35 miligramos por cada 100 gramos acabaron siendo 3,5 miligramos por cada 100 gramos, es decir, 10 veces. Además, para asimilar el hierro necesita vitamina C, así que no solo tenemos que tener en cuenta el contenido de hierro, sino con qué lo comemos". </br>"La realidad es que las espinacas son una muy mala fuente de hierro [incluso la lechuga tiene más: 0,4 miligramos por cada 100 gramos]. Los alimentos más ricos en hierro son la carne de hígado, las almejas o la levadura de cerveza". </br>Así que <a href="https://elpais.com/elpais/2018/06/12/buenavida/1528817903_226069.html" target="_blank">Popeye nos engañó</a>.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/5AQ6YO4J5BMLTM76QB3QREWH2M.jpg?auth=48167f66f9b43e70ed77ba54e0fc7118ac81a4f0da44dba5a11126b225499e3e&width=414)
"La realidad es que las espinacas son una muy mala fuente de hierro [incluso la lechuga tiene más: 0,4 miligramos por cada 100 gramos]. Los alimentos más ricos en hierro son la carne de hígado, las almejas o la levadura de cerveza".
Así que Popeye nos engañó.

Cuando se trata de zumos verdes la situación no mejora. No solo no depuran, estos zumos verdes han sido identificados por la EFSA (la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria) entre las causas de que en Alemania se haya duplicado el número de diagnosticados de cálculos renales en los últimos siete años y de ahí que los haya incluido entre los 13 riesgos emergentes para la salud. Además, recordaba Juan Revenga para BuenaVida, la OMS establece una relación probable entre el consumo de zumos de fruta y la obesidad.
"Como ocurre con muchas dietas milagro", explica Quintas, "lo único que proporcionan en combinación con ayunos prolongados son unos picos altos de glucosa en sangre —activando la generación de grasa o lipogénesis—, un consumo excesivo de algunos antinutrientes, y una ingesta reducida de proteínas —al sustituir un zumo por una comida o una cena—, lo que nos lleva a perder masa muscular y agua pero no grasa".


"Se suelen usar los ingredientes más baratos para reducir la materia cárnica y ahorrar costes", apuntaba Aitor Sánchez, autor del blog Mi dieta cojea, en un artículo de BuenaVida sobre este tipo de engaños. "Por norma general, la proporción de carne es del 50% y el resto, agua, sal, azúcar, fécula (usualmente de patata) y proteína vegetal, más barata". Leer bien la letra pequeña ahorra decisiones premeditadas y no tan saludables como uno cree.

Es el caso de la mantequilla o la nata, que se hacen a partir de la materia grasa de la leche, fácilmente separable del resto, por lo tanto prácticamente no contienen lactosa (entorno a 0,1 gramos por cada 100 de producto, por debajo del límite que tolera la mayoría de las personas con intolerancia).
Caso aparte es el de los nitritos que suenan mal, pero tienen una función necesaria: "Son muy efectivos matando bacterias y hongos", explica J.M. Mulet en su último libro ¿Qué es comer sano? (Editorial Destino), de ahí que prácticamente todos los embutidos los lleven.
