8 fotosTomar infusiones y otras seis cosas que es mejor evitar hacer en un aviónLa OMS advierte sobre la calidad del agua en las aeronaves; otros estudios contabilizan la cantidad de microorganismos que puede encontrar en un reposabrazosSalomé García11 jul 2018 - 11:49CESTWhatsappFacebookTwitterLinkedinBlueskyCopiar enlaceCuando el bueno de Leonardo da Vinci dibujó un prototipo de avioneta le tomaron por loco. Siglos después la aviación comercial ha logrado que volar sea algo habitual para buena parte de los mortales. Las aerolíneas se esfuerzan para que las horas que uno pasa allí arriba, a 10 kilómetros de altura sobre la superficie terrestre, sean lo más agradables posible. Se agradece el esfuerzo. Aun así, hay ciertas cosas poco amigables que el pasajero debería tener en cuenta.Sí, las compañías aéreas ponen toda la carne en el asador para que su paladar viva un deleite de altos vuelos. Incluso fichan a chefs con varias estrellas Michelin para confeccionar sus menús de a bordo y se esmeran por llevar una bodega con vinos y espumosos de primera división. Frente a su buena voluntad, la naturaleza humana y la física están empecinadas en hacer vanos los esfuerzos. “En el aire, la comida y la bebida saben como cuando estamos resfriados”, señala la especialista en química y aromas, Andrea Burdack-Freitag. Esta doctora dirigió en 2010 un estudio para Lufthansa para averiguar por qué la comida del avión sabe deliciosa en los fogones de tierra, pero tiene un regusto a corchopán en pleno vuelo. Y se topó con que la escasa humedad en cabina —en torno al 12%, menos incluso que en pleno Sáhara— limita la función olfativa, que también influye en el gusto. Además, la menor presión atmosférica reduce la saturación de oxígeno en sangre, limitando así la efectividad de los receptores de gusto y olfato: entre un 20% y un 30% menos en los matices salados y un de 15% a un 20% los dulces. Por último, el ruido de fondo constante de los motores hace que la experiencia gastronómica sea mucho menos gourmet de lo esperado.O con el té. O con cualquier consomé rehidratado a bordo. La razón es sobre todo de precaución: si usted es de paladar o intestino sensibles al cambio de agua cuando viaja, huya de todo líquido no embotellado. También del hielo. Por muy higiénico que sea, se produce con agua del grifo de la ciudad de salida. Pero hay más. Según un estudio de la Agencia de Protección Medioambiental de los EE UU (EPA) la salubridad de los depósitos de agua potable —esa con la que se hace el café— es mejorable en uno de cada ocho vuelos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recuerda en su tercera edición de la Guía de higiene y saneamiento de los transportes aéreos que “la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (USEPA), Health Canada y la Asociación de Autoridades de Sanidad Portuaria del Reino Unido (APHA) han realizado estudios que destacan la preocupación por la inocuidad del agua de las aeronaves”, en los que encontraron microorganismos que, aunque no son patógenos per se son un indicio de prácticas inadecuadas de saneamiento. Eso sí, añade: “No hay informes conocidos de enfermedad asociada con el consumo de agua contaminada en aeronaves. Sin embargo, el potencial de enfermedad grave existe, particularmente para personas con compromiso de su salud (es decir, individuos con enfermedad crónica)”.No pruebe el alcohol. Desde KLM recuerdan a sus pasajeros que la menor presencia de oxígeno en sangre intensifica los efectos del alcohol, incluso en pequeñas cantidades. Así que con dos copas de vino, usted puede parecer beodo, sin estarlo en absoluto. Añada otro factor imprevisible: si hay turbulencias, no podrá levantarse al baño a aliviarse cuando empiece a sentirse mal. Ahora imagínese que en su cabeza todo da vueltas y que, para más inri, el avión se agita como una maraca. Moraleja: no beba y tenga un vuelo en paz.Además, evite beber con pajita y mastique bien sus viandas. Todos estos factores suelen aumentar la introducción de gas en el estómago. Si en tierra firme las flatulencias ya son de por sí incómodas, en el aire y con una presión atmosférica menor, ese viento gastrointestinal puede afear su viaje y el de los desdichados de los asientos próximos. ¿Vuela después de almorzar? Rechace la coliflor, la fabada y los cereales integrales. Dado que dejar salir una ventosidad puede ser inevitable, científicos daneses sugieren a las aerolíneas introducir carbón activo en los asientos o las mantas de a bordo con el fin de suavizar el mal olor. Ya hay precedentes de tangana y aterrizaje de emergencia por flatulencias descontroladas.Ni apoye el pan. Ni las galletas. Ni nada que vaya a llevarse a la boca. Ahí donde la ve, tan inofensiva y aparentemente limpia, es un festival de bacterias. En concreto, 2.155 colonias de microorganismos por pulgada cuadrada (esto es, por cada 6,4 cm2). Muchas compañías minimizan el tiempo que pasa el avión en tierra para tenerlo el máximo posible volando, que es donde ellas ganan dinero. Esto reduce la limpieza entre vuelo y vuelo, que se efectúa más a conciencia al término de la jornada. Si vuela a última hora, piense que en su sitio llevará abundante compañía.Ni el cinturón de seguridad, ni los portaequipajes. Tampoco palpe más de lo preciso en el aeropuerto. Las máquinas de auto check-in, las fuentes automáticas o las puertas del retrete son manipuladas diariamente por miles de pasajeros. Y usted no sabe cómo andan de higiene, que de todo hay en la viña del Señor. Agradecerá no llevar un microscopio electrónico en los ojos. Le permitiría saludar a las más de 250.000 cepas de microorganismos, más de 21.000 en los reposabrazos de la sala de espera o cerca de 20.000 bichos en la fuente automática. Todo eso, por cada seis centímetros cuadrados.La tentación de desplomarse en el asiento y dormir como un tronco es grande. En especial, si se trata de vuelos de larga duración. No lo haga, salvo que le guste jugar a una ruleta rusa llamada tromboembolismo. Se calcula que el riesgo de sufrir una trombosis venosa profunda en un vuelo transoceánico es del 3% al 12%. A la menor cantidad de oxígeno, deshidratación y falta de presión de cabina, se le suman factores personales de riesgo como la edad, los problemas circulatorios o condicionantes genéticos (factor V de Leyden). Si usted reúne varios, dese un garbeo por el pasillo cada hora. O consulte a su médico la conveniencia de inyectarse algún tipo de anticoagulante de bajo peso molecular como medida de profilaxis