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LA ZONA FANTASMA
Columna
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Lengua hiriente y superior

Javier Marías

Torra se deleita ofendiendo a los españoles y a más de la mitad de los catalanes. Tampoco le importa ofender a los verdaderamente oprimidos.

LOS INDEPENDENTISTAS catalanes llevan ya tantos años alejados del raciocinio, inventándose agravios imaginarios y negando la realidad, que poco les importa caer una y otra vez en la contradicción. Si se les señala alguna, hacen caso omiso, como si no hubieran oído, o bien incurren en una nueva para intentar enmendar la denunciada. El resultado es un embrollo sin ton ni son, un magma pegajoso en el que nada es discernible, una acumulación de grumos. Se han hecho impermeables a la crítica (les trae sin cuidado), al ridículo y al razonamiento. Ni los dirigentes ni los fieles sabrían responder a casi ninguna pregunta sensata: “¿Cómo vivirían en una Cataluña aislada, con qué economía y qué medios? ¿Con qué reconocimiento internacional (Putin y Maduro aparte)? ¿Qué harían con más de la mitad de la población catalana contraria a su decisión? ¿Iniciarían purgas y expulsiones (mejor no hablar por ahora de limpieza étnica)?” La mayoría de la gente no se leyó o ha olvidado la llamada Ley de Transitoriedad, según la cual los jueces serían nombrados por el Govern (acabando así con la separación de poderes propia de los Estados democráticos), y los medios de comunicación estarían controlados por la Generalitat (acabando, de facto, con la libertad de prensa y de opinión). Para los que llevamos tiempo sosteniendo que el actual proyecto independentista —tal como lo planean quienes lo propugnan— es de extrema derecha, clasista, racista, de ricos contra pobres, insolidario y totalitario, el nombramiento de Quim Torra como President ha venido a confirmar nuestro pronóstico, ay, con meridiana claridad.

Torra es idéntico a Le Pen (al padre, que no disimulaba como la hija), a Orbán, al gemelo polaco superviviente, a Salvini de La Liga italiana

Ya Vidal-Folch, Cercas y otros se han molestado en mirar sus libros, artículos y tuits anteriores a su entronización (que son los que cuentan: lo que los individuos declaran una vez bajo los focos ya no es creíble): una ristra de insultos, expresiones de odio y desprecio hacia los españoles y los catalanes “impuros”, es decir, que no piensan como él. De éstos ha afirmado que son “bestias con forma humana, carroñeras, víboras, hienas”, esto es, los ha animalizado, que es lo primero que han hecho todos los exterminadores que en el mundo han sido, de los nazis a los hutus de Ruanda a los serbios de la Guerra de los Balcanes. Es asombroso que personas supuestamente de izquierdas no hayan montado en cólera ante semejante suciedad y no hayan exigido su inmediata destitución. Torra es idéntico a Le Pen (al padre, que no disimulaba como la hija), a Orbán, al gemelo polaco superviviente, a Salvini de La Liga italiana, a los Auténticos Finlandeses, a la Aurora Dorada griega, a los supremacistas noruegos (uno de ellos llevó a cabo una matanza de críos en una isla, ¿recuerdan?). Admira a pistoleros fascistas de los años treinta, los equivalentes independentistas de Falange. Lo bueno de este nombramiento tan inequívoco es que alguien como Torra contamina a quien lo aupó, Puigdemont, y a Mas, y por ende a todo el movimiento independentista actual, incluidas las falsamente izquierdistas Esquerra y CUP, que con sus votos o su abstención le han dado el cargo máximo. Ya nadie que lo apoye puede reclamarse ignorante ni inocente ni “de buena fe”. Se ha visto que las “sonrisas” eran muecas y que la “democracia” sólo interesaba para enarbolarla un rato en vano y después pisotearla.

En las aseveraciones megalómanas de Torra hay una flagrante contradicción a la que nadie, de nuevo, hará caso, pero que vale la pena destacar. Según él o sus maestros, los catalanes son más “blancos” que el resto de España y por lo tanto superiores. Los españoles son inmundicia, exportadores de miseria material y espiritual, creadores de discriminaciones raciales (!) y subdesarrollo. Puede ser. Como saben mis lectores, no soy un gran entusiasta de mi país. Ahora bien, ¿cómo puede una nación “superior” llevar tres o cinco siglos sojuzgada, según él y sus compinches, por una “inferior”? Las colonizaciones, conquistas y sometimientos siempre han sido de los “superiores” sobre los “inferiores”, nunca al revés. Así, el de Cataluña sería un caso inexplicable, sin parangón en la historia de la humanidad. Un caso único de opresión y “ensañamiento” perpetuos por parte de los tontos a los listos, de los desgraciados a los sobresalientes. Sería como si el Congo hubiera sojuzgado a Bélgica, Argelia y Marruecos a Francia, los indios americanos a los pioneros, los indios de la India al Imperio Británico. Un caso digno de estudio, en verdad insólito: ¿cómo unos “superiores” han aguantado cinco o tres siglos de “dominación”? Sólo cabe concluir lo evidente para cualquiera salvo para Torra y sus secuaces: nunca ha habido tal sometimiento (excepto bajo el franquismo, pero los sometidos fuimos todos), y aún menos lo hay ahora, pese a estas palabras del flamante President: “Nos tienen acorralados en el gueto, sin medios de comunicación, ni poder económico, ni influencia política”. Qué paraíso sería tal “gueto” para los verdaderamente oprimidos, palestinos, rohingyas, venezolanos y cuantos ejemplos se les ocurran. Torra se deleita ofendiendo a los españoles y a más de la mitad de los catalanes. Pero además no le importa ofender también a los auténticos desheredados, perseguidos y masacrados del mundo. Que Mussolini le conserve la lengua, tan hiriente y superior. 

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