Malos vientos soplan para el azúcar: son muchas las publicaciones y estudios científicos que han dejado patente que su consumo hace un flaco favor a nuestra salud. Conviene, eso sí, distinguir, según explica la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre los azúcares intrínsecos —los que los alimentos contienen de forma natural— y los llamados azúcares libres, que son los que son añadidos por fabricantes, cocineros y consumidores. Son estos últimos los que están en el punto de mira de la OMS, que recomienda reducir su ingesta por debajo del 10% de la aportación calórica total. Es decir, un máximo de 25 gramos diarios o, lo que es lo mismo, seis cucharillas al día.
Sobrepasada esta cantidad, aumenta nuestro riesgo de padecer obesidad, diabetes —normalmente, de tipo 2, ya considerada pandemia— o, también, aunque sea una consecuencia menos alarmante, a tener una piel más envejecida.
Decir que es necesario reducir el consumo de azúcar es algo sencillo. Hacerlo, no tanto: sin saberlo, los azúcares libres están presentes en muchos más alimentos de los que pensamos. Sin embargo, existen algunos trucos para poder cumplir con las recomendaciones de la OMS.