María Alvear toma las riendas de la bodega más antigua de Andalucía
Fundada en 1729, la octava generación de esta firma familiar de Montilla apuesta por los vinos de parcela con su nueva colección 3Miradas
Han pasado casi 300 años desde que Diego de Alvear y Escalera decidió fundar una bodega en una tierra, Montilla (Córdoba), en la que entonces solo crecían olivos y cereales, y las viñas eran una rareza. Ahora, por primera vez, una mujer, María Alvear, se hace cargo de Bodegas Alvear, empresa creada en 1729 que ha permanecido en la misma familia desde hace ocho generaciones.
"Mi trabajo consistirá en sacar adelante un nuevo proyecto, 3Miradas, pero partiendo del respeto por la tradición. Estamos trabajando con Envínate, un grupo de cuatro jóvenes enólogos, para dar un mayor protagonismo al viñedo. Hasta ahora, en la elaboración de los vinos de la Denominación de Origen Montilla-Moriles se ha prestado más atención a lo que se hacía en la bodega, con la crianza; nuestra idea con estos nuevos vinos es centrarnos en el viñedo, para poder destacar la personalidad única de cada parcela", explicaba María Alvear el pasado miércoles en Madrid, directora de exportación y marketing, responsable de la empresa junto a su primo Fernando Giménez Alvear, presidente y consejero delegado.
"Nuestros nuevos vinos salen de tres parcelas de la Sierra de Montilla con diferentes orientaciones y alturas. Dentro de 3Miradas hemos lanzado primero Vino de Pueblo, con uvas de cepas viejas que reposan en tinajas de hormigón durante 8 meses bajo un velo de flor. La segunda mirada es una colección de seis botellas de tres pagos distintos —que en 2016 fueron La Viña de Antoñín, Cerro Macho y El Garrotal— y ya tenemos muy buenos resultados porque La Viña de Antoñín Skin Contact ha recibido ya premios", añade María Alvear.
Paralelamente, la bodega, con una fuerte presencia en el mercado estadounidense y que está presente en 25 países, continúa con sus referencias de toda la vida como Fino en Rama, Fino Capataz, Palo Cortado Abuelo Diego, Amontillado Solera Fundación o los PX con solera. Entre estos últimos destaca el PX Solera 1830, un vino prefiloxérico —la enfermedad que destruyó las vides llegó a España en 1870— puesto que la compañía conserva botas anteriores a la plaga y solo las embotella en contadas ocasiones.
"Siempre se ha dicho que la uva Pedro Ximénez es una variedad alemana, del Rhin, que trajo a España un soldado de los tercios de Carlos V; la realidad parece que es otra y que llegó de las islas Canarias. Pero de lo que no hay duda es de que esta variedad se adaptó perfectamente al suelo de Montilla y fue una bisnieta del fundador, Sabina Alvear Ward, quien vislumbró su potencial y contribuyó a su expansión porque pagaba más a los agricultores por ella", comenta Fernando Giménez Alvear. La empresa, con una capacidad de crianza de cinco millones de litros distribuidos en sus diferentes bodegas, ofrece visitas y catas en su principal templo: la bodega de Montilla. Está abierta, de lunes a sábado a las 12.30, y las visitas se pueden realizar también en inglés, alemán y francés.
Dar un paseo entre las viejas botas de la bodega madre, donde se custodian vinos excepcionales como el PX 2011 que obtuvo 100 puntos en la famosa guía de Robert Parker [la máxima puntuación], permite no solo degustar algunos de sus tesoros enológicos, sino también acercarse a la azarosa historia de la familia. Y conocer a Diego de Alvear Ponce de León (Montilla, 1749-Madrid, 1830), capitán de navío que pasó 32 años en América. El marino y político decidió volver a España en 1804 con su esposa y sus nueve hijos.
La familia embarcó en la fragata Nuestra Señora de las Mercedes en Montevideo, pero la flota fue atacada por los ingleses cerca de la costa portuguesa y el barco se hundió con su familia y su hacienda. Solo se salvaron él y su hijo mayor, que fueron capturados y llevados a Reino Unido donde, por su posición, gozó de algunos privilegios. El marino conoció allí a la joven irlandesa Luisa Rebeca Ward con quien se casó y, en 1805, pudo regresar a Montilla. Fue el matrimonio, y sus siete hijos entre ellos la citada Sabina, quienes impulsaron el crecimiento de Bodegas Alvear. Una empresa que hicieron posible incluso sin las riquezas que Diego de Alvear había amasado durante las tres décadas que pasó en América al servicio de la corona, porque el oro se hundió con la fragata Mercedes y ahí se quedó hasta que los cazatesoros norteamericanos del Odyssey lo encontraron en 2007, pero eso es otra historia.
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