El hígado soporta mejor el aceite de oliva
Una investigación demuestra que el consumo prolongado de aceite de girasol o de pescado provoca alteraciones que predisponen el órgano a ciertas patologías
El hígado, ese órgano “prácticamente inmortal y que soporta muy bien el envejecimiento”, en palabras del investigador de la Universidad de Granada, José Luis Quiles, suma un motivo más a favor del consumo del aceite de oliva virgen. Una investigación liderada por este científico ha analizado el efecto que la ingesta de diversas grasas insaturadas como el aceite de oliva virgen, de girasol o de pescado tiene sobre el hígado. La conclusión de este trabajo, que ha durado más de cuatro años, es clara: el efecto a largo plazo de la grasa acumulada en ese órgano es mucho más positivo en el caso del aceite de oliva virgen que en el de girasol o pescado.
A pesar de que, durante el envejecimiento la grasa se acumuló en el hígado, con independencia del tipo de aceite, “la que mejor preservó el hígado en los animales de la experimentación fue el aceite de oliva virgen”, explica Quiles. Por el contrario, mientras que el consumo prolongado del aceite de girasol o de pescado “alteró el hígado, posibilitando la aparición de esteatosis o hígado graso que, si bien no puede considerarse una enfermedad –afirma Quiles–, una vez que se tiene y si se dan una serie de eventos en la persona, sí puede derivar en una esteatohepatitis no alcohólica (EHNA), que ya sí es una patología”. La EHNA es una enfermedad hepática que, indica el investigador, puede ser el paso previo a patologías como la cirrosis hepática o el cáncer de hígado.
La investigación de Quiles y su equipo se ha desarrollado en ratas y surgió, según cuenta, para estudiar la interrelación entre oxidación y envejecimiento celular y el diferente grado de oxidación que cada grasa provoca. “Partiendo de la hipótesis de que la grasa que se ingiere en la dieta es utilizada por las células para construir sus membranas y que cada tipo de grasa provoca un grado de oxidación celular diferente, la ingesta de un tipo u otro provocaría una oxidación diferente y, por tanto, un envejecimiento distinto a su vez”.
En la experimentación se emplearon seis grupos de ratas, con 12 de ellas en cada grupo. Una rata de 6 meses representa, explica el investigador, a una persona de 20 años. Las ratas, por cierto, envejecen mucho más rápido que los humanos. Si a los seis meses nos representan en plena juventud, cuando la rata cumple 24 meses, su vejez es la equivalente a la de una persona de 65 años.
José Luis Quiles, investigador del Instituto de Nutrición José Mataix, del Centro de Investigación Biomédica (CIBM) del Departamento de Fisiología de la universidad granadina, cuenta que todas las ratas fueron alimentadas de acuerdo a los parámetros diarios establecidos como saludables para cada una de las diferentes grasas (oliva virgen, girasol o pescado).
El estudio no valora, de hecho, el abuso de estas grasas, sino que parte de la ingesta diaria recomendada, si bien, muy continuada en el tiempo. El resultado de la investigación, que ha sido publicado en Journal of Nutritional Biochemistry, determina que la grasa se acumula progresivamente en el hígado, que esta acumulación es diferente según el tipo de aceite y, finalmente, que a más edad, más acúmulo de grasa en el órgano hepático.
En el caso del aceite de oliva virgen, explica Quiles, no se apreciaron problemas asociados a ese acúmulo. Sin embargo, en el caso del aceite de girasol, se apreciaron “fibrosis, alteraciones ultraestructurales, bloqueo a nivel de expresión génica y un alto grado de oxidación”. El de pescado “además de intensificar la oxidación asociada al envejecimiento, redujo la actividad de la cadena de transporte electrónico mitocondrial y alteró la longitud relativa de los telómeros”.
En definitiva, aclara Quiles, “las alteraciones provocadas por el consumo prolongado tanto de aceite de girasol como de pescado condicionan al hígado, pueden provocar una esteatosis, en ocasiones paso previo a la esteatohepatitis no alcohólica”. La ingesta prolongada –esa es la clave– de aceite de girasol induce al hígado a una situación que puede definirse como el paso previo a una enfermedad relevante. Por todo lo anterior, Quiles se muestra convencido de que el uso del aceite de oliva virgen tiene utilidad “de cara a prevenir patologías hepáticas o incluso en su tratamiento”.
Quiles insiste en que la investigación no va enfocada a estudiar los beneficios de la ingesta de pescado como tal, “algo que evidentemente está fuera de toda duda". "El aceite de pescado se empleó en este estudio como un modelo para comparar con los de oliva virgen y girasol, que sí se emplean a diario para cocinar, etc”, explica. Y avisa: “Otra cosa bien distinta sería alertar del abuso de suplementos de ácidos grasos omega-3, provenientes del aceite de pescado como tal”.
Le pregunta sobre quién financia esta investigación es inevitable. “Todo es dinero público. Parte de la financiación procede de un proyecto de investigación del ahora Ministerio de Economía, Industria y Competitividad y otra parte de un proyecto de excelencia de la Junta de Andalucía”, aclara José Luis Quiles. No hay intereses comerciales de por medio, asegura.
El mejor de los órganos
El investigador de la Universidad de Granada, José Luis Quiles, ha trabajado con todo tipo de órganos. Pero nada como el hígado, explica. “Sus peculiaridades respecto al envejecimiento son especiales. Es prácticamente inmortal”, dice. Es un órgano que se regenera magníficamente, no como las células musculares o nerviosas. “Éstas dejan de crecer en número cuando el ser humano termina su periodo de crecimiento. El hígado, no”. Quiles explica que es uno de los órganos que mejor aguanta el paso de los años, “aunque es cierto que con el tiempo se va deteriorando”, sobre todo a partir de los 45 o 50 años. Además, el hígado procesa metabólicamente toda nuestra alimentación así que se convierte también en el mejor chivato de nuestros hábitos alimentarios.
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